Este lunes, en la avileña sala Girado Córdoba Cardín, con un graderío contrario y un rival en extremo difícil, por algunos instantes Capitalinos dio muestras del excelente equipo que puede ser.
Combatividad, organización, destrezas individuales y colectivas, se mezclaron para regalar a la afición local destellos de una grandeza evidente, pero que aún no consigue cuajar dentro del equipo habanero, el cual encajó su tercera derrota al hilo en esta final del baloncesto en Cuba.
Capitalinos lo tiene todo, o casi todo -que evidente no es igual-, para ser campeón. Habilidades, condiciones físicas, juventud, algunos jugadores curtidos y otros con expectativas muy altas, una amplia variedad de variantes ofensivas y técnicos experimentados.
¿Qué le falta entonces a este equipo para concretar el triunfo? La respuesta es simple: le falta justo eso, ser un equipo. Una suma de talentosos jugadores no hace un conjunto, eso solo lo consigue la complementación de habilidades y recursos, el engranaje correcto de potenciales y una comunicación sobre la cancha. Todo ellos son aspectos que deben ganarse con el tiempo y los partidos.
Hoy Capitalinos adolece de esa experiencia; todo lo contrario de lo que ocurre con los Búfalos de Ciego de Ávila, quienes de tanto pasarse la bola por años y conocerse sobre el tabloncillo, podrían jugar con los ojos vendados y encontrarse sin necesidad de intercambiar palabras.
Este tercer partido de final, si bien terminó con pizarra adversa, mostró la mejor cara de los habaneros, quienes consiguieron frenar la estampida de sus rivales y por momentos hicieron posible el sueño de la remontada.
Gran trabajo defensivo y de posiciones bajo el aro, buenos desplazamientos y algunas individualidades fueron suficientes para nivelar las acciones por un tiempo, por dos cuartos, para ser exactos. Hasta ahí todo parecía indicar entonces que Capitalinos evadiría la barrida en la final y quizás había encontrado la fórmula para contrarrestar la manada avileña.
Mas, tales suposiciones no pasaron del espejismo; ilusión que el juego cohesionado y bien distribuido de Ciego se encargó de disipar ante una sala repleta de sus parciales.
Los Azules de La Habana consiguieron anular a Yoan Luis Haitó, pero para ello debieron descuidar a William Granda y Michael Guerra, quienes cambiaron con tres triples per cápita la decoración del choque, seguidos por Yasser Rodríguez con dos desde fuera del área.
Si bien es de elogiar el trabajo interior de los habaneros, los hombres del perímetro aportaron muy poco a la ofensiva, con la excepción del organizador Santiago Peñalver, quien anotó seis canastas, una de ellas desde más allá de los 7,25 metros.
Peñalver precisó hacerse cargo del ataque capitalino en el cuarto final del choque ante la evidente apatía de sus compañeros, quienes no conseguían encarar efectivamente el aro y muchas veces optaron por tiros desde la larga y media distancia sin posibilidades reales de anotar. Sin embargo, tal reacción llegó tarde y fue insuficiente para remontar la diferencia que Ciego había conseguido ya.
Hoy, amén de posibles carencias técnicas o cuestiones de comunicación propias de un elenco joven, a Capitalinos le urge un líder: ese jugador que sea capaz de cargar con el ánimo del conjunto cuando sus compañeros estén fuera de combate.
Por años pareció que sería Orestes Torres el hombre llamado a tal responsabilidad, o quizás Lisván Valdés (ambos integrantes de la selección nacional), mas la realidad ha dejado claro que ninguno de los dos, es duro reconocerlo, tiene madera o carácter de líder.
Jasiel Rivero, el novel talento de Capitalinos, parece hoy el más indicado para colocar sobre sus hombros tal peso; pero Jasiel apenas comienza su carrera y necesitará varios años para templar su admirable flema hasta convertirla en la sagacidad y poder de mando de un verdadero capitán.
Además, la renovación de más de la mitad de su plantilla en apenas 10 meses y la entrada de un nuevo director técnico al equipo son aspectos a tomar en cuenta.
En suma, lo demostrado este lunes en la Cardín dibujó el rostro de un elenco ganador, o mejor, de lo que podría ser un elenco ganador si consiguiese alcanzar las horas de vuelo necesarias y encontrar esa bujía inspiradora que, justo ahora, no poseen y resulta imprescindible para combustionar todo el talento que poseen los Capitalinos.