Aunque este 10 de diciembre se conmemora el Día de los Derechos Humanos, instituido por la Organización de Naciones Unidas (ONU), muchos no celebrarán jubilosos esa fecha, como los mil 200 millones de personas en extrema pobreza, los cerca de 850 millones de hambrientos, los más de 770 millones de adultos analfabetos, o los 18 mil niños menores de cinco años predestinados a morir cada día por causas evitables con “medios sencillos y baratos”, según afirma la mencionada entidad mundial.
Nada justifica que en pleno siglo XXI persistan estas y otras masivas afrentas a la dignidad humana. Pero su erradicación exige de una voluntad política expresa de los gobernantes, que promueva en cada país el pleno bienestar de los sectores menos favorecidos de la sociedad, y también impulse la globalización de la solidaridad, principalmente desde las naciones ricas y desarrolladas hacia las subdesarrolladas y pobres.
Cuba puede mostrar al mundo resultados loables en materia de derechos humanos —sin la pretensión de exhibir una obra perfecta, ni tampoco concluida—, porque desde que triunfó su Revolución en 1959 colocó a las personas en el centro de atención del Estado y la sociedad, y porque rinde culto a la dignidad plena del hombre, la petición mayor de nuestro Héroe Nacional, José Martí.
Su tasa de mortalidad infantil, que era de 42 fallecidos por cada mil nacidos vivos en 1958, fue en el 2012 de 4,6, la más baja de América Latina y el Caribe, y en el presente año apunta a ser menor. La esperanza de vida al nacer alcanza los 78 años como promedio, superior en 20 años a la existente en el momento del triunfo revolucionario. El analfabetismo fue erradicado en 1961, y la nación ocupó en el 2012 el lugar 16 a nivel mundial por su índice de desarrollo educacional, según la Unesco.
El país ostenta un elevado cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio proclamados por la ONU; y su desarrollo humano clasifica como alto, al ocupar el lugar 59 entre 186 países, en el más reciente informe anual del propio ente internacional.
Estas conquistas han sido alcanzadas por Cuba a pesar de ser subdesarrollada y pobre, y de sufrir desde hace más de cinco décadas la permanente agresividad de la mayor superpotencia de la historia, los Estados Unidos de América, cuyo principal instrumento, el bloqueo económico, comercial y financiero, ha causado a la isla pérdidas por más de un millón de millones de dólares.
El país caribeño también ha contribuido solidariamente, según sus posibilidades, a la realización de los derechos humanos de otros pueblos, principalmente en las esferas de la salud y la educación, mediante programas que han beneficiado a millones de personas en decenas de países.
El reconocimiento mundial a la gestión interna y externa de Cuba se aprecia en la favorable acogida que tuvo su segunda rendición de cuenta ante el Examen Periódico Universal del Consejo de Derechos Humanos (CDH), de la ONU, efectuada el pasado mes de mayo; y por la aprobación como país miembro del CDH este noviembre, no obstante la tenaz oposición de Washington.
Lo anterior revela también el fracaso de las mentirosas campañas mediáticas imperiales que durante décadas acusan a la nación insular de violar los derechos humanos.
El único responsable de quebrantar esos derechos en Cuba es Estados Unidos. Lo hace de modo escandaloso en el territorio que ocupa ilegalmente y contra la voluntad del pueblo cubano, la Base Naval de Guantánamo, donde ha encarcelado durante más de una década a cientos de presuntos terroristas, víctimas en este lugar de un inédito limbo jurídico, de maltratos y torturas, e incluso de sospechosas muertes.
El bloqueo impuesto desde hace más de medio siglo —condenado abrumadoramente el pasado octubre por vigésimo segundo año consecutivo en la Asamblea General de las Naciones Unidas— constituye además una violación masiva, flagrante y sistemática de los más elementales derechos de todo el pueblo cubano, calificado como un acto de genocidio de acuerdo con la Convención de Ginebra de 1948 para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio.
En este sentido, cabe consignar aquí que según memorando del subsecretario de Estado Lester Mallory, del 6 de abril de 1960, ya desclasificado, ese bloqueo se aplica a Cuba “…con el objetivo de provocar hambre, desesperación y el derrocamiento del Gobierno”.
Entre el pequeño y agredido David y el gigante imperial Goliat, ¿quién viola los derechos humanos?