Amado y venerado por su pueblo, admirado y respetado mundialmente, Nelson Mandela (Papá Madiba) ha dejado su valiosa y fructífera existencia física para transitar a la Gloria.
Paradigma de la lucha de liberación nacional de Sudáfrica y contra el oprobioso régimen del apartheid, el prestigioso y carismático líder africano logró, enarbolando el arma de la paz, hacer caer el inhumano sistema de segregación imperante en su país y fundó una nación multirracial, de la que fuera elegido su primer presidente.
Nelson Rolihlahla Mandela nació en Qunu, Umtata, provincia de El Cabo Oriental, el 18 de julio de 1918, y tras graduarse de abogado ingresó en 1942 en el Congreso Nacional Africano (ANC), movimiento contra la opresión y el segregacionismo en la Sudáfrica del apartheid.
Fue un prominente líder de la Liga de la Juventud del ANC, que devino grupo dominante dentro del Congreso por propugnar una ideología socialista, antirracista y antimperialista.
Perseguido por los cuerpos represivos del régimen de minoría blanca, organizó desde la clandestinidad el Congreso de Acción Nacional de Toda África, el Umkhonto we Sizwe (Escudo de la Nación), el brazo armado del ANC.
Apresado el 12 de junio de 1964, junto con otros altos dirigentes del Congreso Nacional Africano, fue condenado a cadena perpetua y sometido a crueles torturas físicas y mentales.
Desde su celda, el famoso recluso número 46664 de la tenebrosa prisión de máxima seguridad de Robben Island, se convirtió en el símbolo de la resistencia de su pueblo y de la independencia secuestrada de la nación sudafricana.
Por su inquebrantable voluntad de lucha y el gran movimiento de solidaridad internacional generado en favor de su excarcelación, Mandela fue liberado, tras 27 años de encarcelamiento, el 11 de febrero de 1990 para convertirse en padre fundador de la nueva Sudáfrica y ser electo su primer Presidente en 1994, un año después de haber sido galardonado con el Premio Nóbel de la Paz.
El noble y patriótico legado de su vida de ejemplar combatiente por la libertad, la justicia social y la paz, serán una permanente fuente de inspiración para Sudáfrica, el continente africano y los demás pueblos del mundo. Su querido nombre ocupa ya un luminoso y prominente lugar entre los próceres de la independencia de su amada África.
Entrañable amigo de Cuba, de su pueblo, su Revolución y sus líderes, nos deja su imperecedero recuerdo y la convicción de que “hay hombres que aun después de muertos dan luz de aurora”.