Hay pocos países en el mundo donde el béisbol no es un deporte, es parte inseparable y reparadora de la cultura. Cuba es quizás uno de los ejemplos históricos y paradigmáticos, con huellas que van desde coronas panamericanas, mundiales y olímpicas hasta desgarradores e imborrables triunfos en nuestras 52 Series Nacionales.
El nacimiento del béisbol —para los cubanos simplemente la pelota— se fija por la mayoría de los especialistas en 1845, cuando Alexander J. Cartwright, fundó en Nueva York, Estados Unidos, el club Knickerbocker. La rápida extensión a las naciones vecinas llegó a través de múltiples vías, pero las más directas en nuestro caso fueron los marinos estadounidenses y los jóvenes adinerados que estudiaban en tierra norteña.
La pelota en Cuba pasó rápidamente de campeonatos y estadísticas a formar parte esencial de la cultura nacional. El surgimiento de jugadores-ídolos, la extensión familiar de sus códigos, prácticas y emociones, así como el amplio impacto sociocultural de cada triunfo local, nacional e internacional volvieron a este deporte en un elemento inseparable de nuestra identidad, como uno de sus símbolos más preciados.
Adolfo Luque, José de la Caridad Méndez, Miguel Ángel González, Emilio Palmero, Gilberto Torres, Orestes Miñoso, Conrado Marrero, Carlos Pascual, Juan Delís, Wenceslao González, son ejemplos ilustres de los 51 cubanos que pasaron por las Grandes Ligas hasta 1950, en tanto solo 10 latinoamericanos lo habían podido hacer hasta esa fecha.
Un cronista deportivo de referencia, Eladio Secades, escribiría en 1947: “El béisbol tiene la culpa de que no acabe de cumplirse la sentencia de que Cuba es el país del choteo. Lo sería si no tomásemos el béisbol tan en serio. Se desploman las ilusiones. Se malogran los apóstoles. Cada chalet que se levanta es un prestigio político que se cae. Pero todo no estará perdido mientras sigamos teniendo fe en la chaqueta de Amado Maestri. Aquí se le da más importancia a un out en home que a la caída de un Ministro. Afortunadamente”.
Equipos emblemáticos de esa época se recuerdan todavía: Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao, en tanto la posibilidad de topar con el mejor béisbol del mundo entonces, la liga profesional de Estados Unidos, hizo que la calidad creciera. Para el cierre de la década de los cincuenta, Cuba llegó a contar con el equipo Reyes del Azúcar, ganadores de una pequeña serie mundial disputada en La Habana.
El 14 de enero de 1962, Cuba dio un paso trascendental y no por eso menos riesgoso en lo que para entonces era “el principal pasatiempo deportivo-cultural” del pueblo. La creación de las series nacionales de béisbol estuvo rodeada de escepticismo, como han reconocido varios dirigentes de esa época, pues algunos dudaban de que pudiera mantener el mismo nivel de expectación y fidelidad el nuevo certamen amateur tras 84 campeonatos profesionales.
Nombres de equipos nuevos (el más recordado hasta la actualidad: Industriales), mentalidad renovada en el sistema competitivo y compromiso con el espectáculo eran los aspectos más significativos del cambio. Sin embargo, la justa prendió una llama eterna, que este 3 de noviembre del 2013 volverá a calentar con la apertura de la 53 Serie Nacional, y el juego entre los monarcas defensores de Ramón Moré (Villa Clara) y los subtitulares matanceros de Víctor Mesa.
La nueva generación de estrellas e ídolos: Yulieski Gourriel, Alfredo Despaigne, Michel Enríquez, Héctor Olivera, Alexander Malleta, Frederich Cepeda, Yasmani Tomás, José Miguel Fernández, Ismel Jiménez, Freddy Asiel Álvarez, entre otras decenas, son herederos directos de lo vivido por más de un siglo de jonrones, fildeos, lanzamientos. Y sobre ellos recaerán desde hoy las miradas y pasiones de millones de cubanos.
Y ya que hablamos de pasión, uno de los escritores cubanos más exitosos de la última década, Leonardo Padura logró como pocos una conclusión sobre el tema. “Todavía hay algo que nada ni nadie ha podido alterar en la vida de los cubanos: el sueño de un niño que, ahora mismo, en cualquier placer, en una esquina o incluso solitario ante una pared, lanza una pelota y se ve en medio del estadio Latinoamericano. Mientras esa fantasía siga persiguiéndonos no hay que preocuparse por lo esencial: seguimos siendo cubanos y la pelota es todavía el primer sueño que, sin saber muy bien por qué razón, la mayoría de los cubanos acaricia en la novela que cada uno escribe con su vida”.
Que se encienda entonces esta nueva luz del béisbol cubano: la 53 Serie Nacional.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.