Veneran a Adolf Hitler. Admiran a una cruz torcida y obran retorcidamente por su mente retorcida. Exhiben sus cabezas rapadas. Son peligrosos. Lo agrego aunque sobre decirlo. Desde hace décadas lo prueban con sus actos henchidos de ojeriza y de violencia. Se han extendido por el mundo a modo de plaga. En honor a la verdad, personifican una plaga de estos tiempos. Oyen un tipo de rock hecho con estrépito, en irónico contraste con Hitler, que escuchaba a Wagner. Tienen la piel blanca y defienden la superioridad de una llamada raza aria.
Cualquiera puede identificar a un neonazi, fuera de esta caracterización minúscula de un problema mayúsculo. Abundan en Europa, igual que los desempleados, la xenofobia y demás fobias.
En Grecia, una banda neonazi que vestía camisetas negras y pantalones militares asesinó a puñaladas a Pavlos Fyssas, un joven cantante de hip hop y militante antifascista.
El grupo había comenzado una pelea contra Fyssas y tres acompañantes suyos. Uno de los atacantes apuñaló, más de una vez, al militante de 34 años, que fue llevado al hospital, donde murió después de identificar al asesino y sus cómplices.
En vida, Fyssas organizaba conciertos contra el racismo y la xenofobia, y otras actividades sociales. A raíz de su muerte, decenas de personas se reunieron en la escena del crimen. Hubo asambleas del movimiento antifascista en diferentes puntos de Atenas y Tesalónica.
Antes, un grupo de jóvenes comunistas que promocionaban un festival próximo, fue atacado por otros admiradores de la cruz esvástica, de lo que trascendió un balance de 9 heridos.
Por la calle de Alcalá
En Madrid, España, una quincena de radicales neonazis interrumpieron la celebración de la Diada de Cataluña, en el Centro Cultural Blanquerna de la calle Alcalá.
Forcejearon con algunos presentes y durante su arrebato simiesco, tiraron estanterías y gases lacrimógenos, gritando «Cataluña es España». Una niña de cinco años se contaba entre las víctimas del efecto del gas.
Los españoles nombran Diada Nacional de Catalunya a la fiesta oficial de esa región, con la que se conmemora la caída de Barcelona en poder de las tropas borbónicas lideradas por el duque de Berwick, en el transcurso de la Guerra de Sucesión Española.
Occupy Pedofilyaj
Un grupo neonazi de la región Sverdlovsk, de Rusia, que se hace llamar Occupy Pedofilyaj, torturó a un joven homosexual de origen uzbeko, obligado a posar para las cámaras de sus verdugos. Le sujetaron la cabeza y le pintaron el cuerpo. Le rociaron orina sobre el rostro. Le hicieron heridas con cuchillos, lo violaron y subieron las imágenes a Internet.
Hace años que se puede sacar un arsenal de historias por el estilo, de todas las latitudes; del Ku Klux Klan de EE.UU. que pintó de rojo sus ropas y sus pieles blancas unas cuantas veces; de Latinoamérica, que aun con todos sus mestizajes aporta su guarismo de crímenes en nombre de la ficticia supremacía racial.
Es lamentable que haya quien quiera revivir los años de Holocausto, aquella imitación de Pandemónium, aquel Aquelarre de odio. El universo sería un poco más seguro sin neonazis; mucho más seguro sin violencia.
A pesar de que quede el alentador recurso de la fe, que es idéntico a los ojos de todas las razas, se sabe que las preocupaciones dominantes tienen que ver con el fútbol o el terrorismo proveniente de cualquier lugar. Si se acabasen todos los odios, fuésemos más felices.
Lo que mas necesitamos es que se acaben los odios entre cubanos…