Guanamaca y el vodú es uno de esos libros que se encuentran por cuestiones del azar y te atrapan desde que los hojeas. Tal vez influyó en el deseo de leerlo el hecho de haber conocido a unos de esos haitianos legítimos que habitaron en el municipio camagüeyano de Esmeralda, aunque considero que fue el cúmulo de conocimientos que se adquieren desde su primera página.
A veces, con la premura del paso del tiempo, se obvia la importancia de preservar elementos que identifican momentos y hechos de la historia. Solo algunos, los más preparados académicamente, se aventuran en la tarea de hablar y conversar sobre tradiciones pasadas.
Pero en Camagüey hay un hombre que imponiéndose al fatalismo geográfico y a su peor enemigo, la desmemoria, decidió escribir sobre las reconocidas migraciones latinas y africanas de inicios del siglo XIX, que tan profunda huella dejaron en las generaciones actuales.
Miguel Nevet Resma es ese anciano de más de 70 primaveras, que a pesar de haber estudiado poco y graduarse en la universidad del corte de caña y la siembra de café, ya tiene publicados dos títulos sobre esas temáticas: Kote ou bouke má pote (Donde te cansas te cargo) y Guanamaca y el vodú, bajo el sello de la editorial agramontina Ácana.
El autor, a pesar de la falta de conocimientos antropológicos, regala nombres, comidas, datos religiosos, costumbres, frases muy populares… toda la vida de esos haitianos que vinieron a tierras extrañas; y te adentra en ese mundo a través de historias que cuentan cómo vivían.
La sazón de otras culturas como la haitiana se encuentra en cada página y palabra de este libro, que con simples cuentos narra y describe características que aún hoy perviven.