Un hombre sencillo, de una humildad y dignidad tremendas, pidió a los cubanos que este 12 de septiembre pusiéramos alrededor de un árbol ― o simplemente nos colocáramos en la ropa ― una cinta amarilla para pedir que sus cuatro hermanos, presos injustamente en cárceles estadounidenses, regresen a su patria, a su familia, a su pueblo.
René González lo dijo desde el fondo del corazón. Y los cubanos lo escucharon. Niñas y niños; mujeres y hombres han dejado volar su imaginación: unos ataron cintas en sus brazos, otros en sus blusas, en las mochilas, en los autos, en los árboles, en las puertas de las casas…. Hoy me he puesto una cinta amarilla en mis cabellos, lo hago por los hijos que no pueden besar a sus padres; por las madres encanecidas que añoran el retorno de sus muchachos; por las esposas que no pueden abrazar a sus amados, por las familias que permanecen separadas; lo hago por Gerardo, Ramón, Antonio, Fernando y también por René, que no estará tranquilo hasta que no vea a sus hermanos retornar a la Patria.
Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.