Los amaneceres inseguros terminaron en la UBPC Eladio Hernández, y ahora solo quedan recuerdos, vagas memorias de un tiempo de sobresaltos en la base productiva de la Empresa de Cultivos Varios Máximo Gómez, en el municipio de Perico.
Fue en el año 2006 cuando comenzó a cambiar la historia de un sitio donde tomaban ilícito rumbo lo mismo una yunta de buey, las piezas de máquinas de regar, que los cultivos… Siete años después no hay un solo delito. Ya no se roba más, ya no se pierde nada.
Lo había asegurado en la Conferencia Provincial XX Congreso de la CTC de Matanzas el delegado Juan Gualberto Lombard, secretario del buró sindical. Aquella vez, en aquel plenario, hubo murmullos de sorpresas y ojos que buscaban el rostro del dirigente en gesto de que ese hombre estaba fantaseando. “Que nadie se lleva nada… ummmmm”, cerca de mí no pocos lo ponían en duda.
Pero el muchacho de Perico aludió una razón que provocó la aprobación de muchos, el aplauso de todos: “Un centro es lo que quieran sus trabajadores, lo que ellos decidan hacer de él, solo tiene que haber un sindicato bien plantado, líderes que los guíen”.
Bajo ese principio nació en la Eladio Hernández la convicción de preservar los recursos, concepto que echó raíces junto con la vinculación del hombre al área, sistema que responde al concepto de ganar tanto como se produzca, y la cantidad de dinero dependerá de restarles los gastos a los ingresos.
La fórmula, explica Leonardo Álvarez, presidente de la UBPC, exigía eficiencia en cada gestión. “Nos dimos cuenta de que los delitos podían estarse cometiendo por ineficiencias del cuerpo de vigilancia y que eso incidiría en los resultados finales.
“Necesitábamos protección segura y eso solo lo conseguiríamos nosotros mismos”. Los propios trabajadores decidieron entonces asumir la guardia y prescindir de la mayoría de los 18 custodios, algo discutido en asamblea y luego aprobado en la junta. Según Álvarez, a esta fuerza le ofrecieron opciones. Algunos aceptaron, otros no, “pero con los cuatro que nos quedamos en las áreas asentadas en la sede de la presidencia de la UBPC aplicamos un nuevo incentivo: pagarles hasta el 50 % por encima de su salario si en el mes no se detectan incidencias negativas, hurtos…”
Ajustes por aquí, ajuste por allá, han logrado redondear un sistema de salvaguardia muy bien delineado en el plan de aseguramientos a la Ley 60, del Control Interno. Nelson Ramos Cabrera, técnico de seguridad y protección, afirma que las medidas por sí solas carecen de efectividad. “Hay que chequearlas día por día”.
Fue así cómo un recorrido sorpresivo notó el abandono de la guardia en una finca por dos trabajadores separados luego de la base productiva, tal y como establece el reglamento. “Ellos no solo arriesgaron cultivos sino que pusieron en peligro la máquina eléctrica de riego. ¡Vale alrededor de 100 mil CUC!, y si le parten un cable, le llevan cualquier pieza, la paralizan…, fuera cosechas”.
Pero este episodio también se inscribe como rara excepción. Los finqueros Daniel Guerrero y Martín Baragaño confirman el desvelo porque llegue a su destino cada libra de lo sembrado.
“Según el tiempo de cosecha, formamos dúos o tríos, amanecemos de vigilia, dormimos media mañana y en la tarde volvemos al campo. ¿Que si nos cansamos? Vea usted que sí, pero hay que lucharla… Ahí está la ganancia nuestra, de la familia…”, enfatiza Guerrero.
“Nada puede perderse aquí, bobos nosotros si lo permitiésemos”, coinciden dos hombres que le sacan al surco hasta el último granito de maíz. De 1,2 toneladas contratadas por hectáreas extraen unas cuatro, “y nada de una cantidad mal puesta”, aseguran regodeados en el orgullo.
“Eso de que los trabajadores somos dueños de los medios de producción, aquí sí es verdad, no es ‘muela’… No cuide lo suyo pa’ que usted vea…”, exclama Baragaño, mientras el sudor le humedece la camisa.
Producción por dentro
Los beneficios de cuidar la producción, de no dejar nada desprotegido, se manifiestan en contratos y planes cumplidos, en la elevación de los ingresos y en lo que destinan a los mercados agropecuarios, en el aporte de semillas para el Estado, lo principal en el objeto social.
En la UBPC, fuerte en papa, frijoles y maíz, las ocho fincas asumen el tributo de semillas y fomentan el cultivo de boniato, yuca, malanga, aunque en menor escala.
“Al cierre de junio hemos satisfecho el plan de siembra, fundamental para poder cumplir los contratos con Acopio y la Empresa de Semilla, entidad receptiva del 70 % de las cosechas de papa y maíz, dos renglones donde sobrepasamos los rendimientos pactados”.
Leonardo recuerda con dolor los 110 milímetros de agua caídos a finales de diciembre del 2012 y algunas estrategias fallidas… “Eso nos desgració parte de la producción de frijoles, incumplimos en unas toneladas, algo que no sucedía, uffffffff, hace años de años. Por suerte todo estaba asegurado y logramos mantener la salud económica, aunque los perjuicios al Estado no se compensan…”
Sin embargo, como una carrera con demasiados obstáculos suele presentarse la agricultura, a veces podada por otros en la posibilidad de incrementar su eficacia.
“Conspira mucho la inestabilidad de los paquetes tecnológicos, desfasados de épocas de siembra… Ahora, por ejemplo, incumplen la entrega del combustible demandado…, algo ya tradicional en julio y agosto… Y la agricultura es una producción continua, requerida de aplicar lo que toca exactamente en ese momento.
“Y ni hablar del plan de energía eléctrica, que lo siguen imponiendo a pesar de que solicitamos un aumento, apoyado en un estudio real, pero no se ha tenido en cuenta. La asignación viene de arriba con el 40 o 50 % menos de lo solicitado. No alcanza, no, y mire que desplazamos cargas y regamos en la madrugada”.
En los colectivos está la solución
Migdrey Martínez Almaguer, secretaria del Comité Municipal de la CTC en Perico, asegura que referentes como el de la UBPC elevan el prestigio de la Empresa de Cultivos Varios Máximo Gómez, del sindicato y la CTC: “Un ejemplo, para generalizar, y demostrar que es en los colectivos laborales donde se gana esta batalla”.