Rozar los límites del cuerpo humano y hacerlo con arte es uno de los desafíos de los artistas del circo, añosa expresión escénica que con más de dos siglos de existencia en Cuba, sigue deleitando a grandes y chicos. Prueba de ello fue el público que durante esta semana desafió la lluvia y acudió a la carpa Trompoloco para disfrutar del Festival Internacional Circuba 2013.
Más allá de la competencia y lo favorable del intercambio entre artistas de diferentes naciones y culturas, lo más notorio de la edición concluida este domingo fue la decisión, expresada por sus directivos, de crecer en términos de espectáculo. Hora es de superar la sucesión de números mejor o peor logrados, para hilvanar historias que integren diversas manifestaciones escénicas y musicales en las que el arte circense, con un mayor nivel de realización artística, tenga el protagonismo que merece y esté a tono con la estética visual de los tiempos que corren.
Algo de eso vimos en la gala inaugural del Circuba 2013, ofrecida en el teatro Karl Marx el pasado jueves 16 de julio. La idea original de Germán Muñoz, director de la Compañía Havana, se transformó en atractivo guion de la mano de Juan García, con notable nivel de realización en el diseño de luces (Ricardo Valdés), de vestuario (Abraham) y de coreografías (Johannes García). Entre todos contaron la historia de Un día en La Habana, a través de cinco cuadros: Amanecer en La Habana; Juego de pelota; El solar citadino; El circo Trompoloco y El carnaval habanero.
La posibilidad de insertar el circo en estampas cotidianas, como el cubanísimo reto entre acróbatas en la escena del solar, o en cualquier otra que la imaginación y el buen gusto indiquen, confirmaron que ese es el camino por el que deberá transitar el circo del futuro en Cuba.