Sembrar en una hectárea cultivos de ciclos diferentes, bien juntitos, con ciencia, sin afectarse unos a los otros y al mismo tiempo regalándole al suelo “la comida que lleva” es un sueño realizable. La Cooperativa de Crédito y Servicios (CCS) 1º de Mayo, ubicada en Minas, municipio camagüeyano, así lo demuestra con la implementación del programa nacional de frutales por el sistema de policultivos.
Hace algunos años esta sería una idea descabellada porque la tradición indica que cada cultivo tenga su espacio, pero el ingenio de Lázaro Omar Hernández Hernández, un guajiro de Bejucal, en Mayabeque, se impuso ante lo conocido e impulsó la técnica del policultivo, nada nueva en el mundo. Así su experiencia fue trasladada a 36 cooperativas en todo el país que, por confiables y emprendedoras, aceptaron el reto.
En Camagüey sí se puede
Cuando aún el proyecto andaba en papeles, algunos ejecutores no consideraban a las tierras agramontinas idóneas para la batalla, pero gracias a los productores de esta CCS se demostró lo contrario. Claro, la misión no se ejecutó así como así. Primero Miguel Rodríguez Gutiérrez, presidente de la cooperativa, encabezó un grupo integrado por una ingeniera agrónoma, los jefes de áreas, un facilitador y un productor destacado quienes “cuadrarían” la idea.
Para emprender esta tarea el campesino solo debía ser disciplinado y comprender que para tener ganancias no se puede sembrar por sembrar. Y es que como explica Eric Pacheco Fandiño, gestor de proyectos “esta no es una forma tradicional, pues se asocian cultivos, pero no a capricho, sino a los que no afecten las mismas plagas y con tiempos diferentes para que se protejan.
“En una hectárea se siembran cuatro tipos de cultivos y se producen alimentos de una forma organizada y con mejor aprovechamiento de los recursos y del terreno.
“La técnica del policultivo —explica más adelante— lleva uno permanente que puede ser aguacate, mango o mamey; uno de mediano plazo como la guayaba; otro a más o menos mediano plazo que es la frutabomba y uno a corto plazo. Este último en tres meses comienza a dar rendimientos e ingresos al bolsillo y como a los nueve meses la frutabomba comienza a parir y a dar más dinero.
“Eso se repite durante dos años que es cuando la guayaba comienza a parir. Ya después de varios años el permanente inicia su producción y finalmente a la sombra de ellos se pueden sembrar árboles de café”.
Y es que esta técnica es de lo más ventajosa pues permite además ahorrar fertilizantes y sistemas de riegos, ya que cuando se les vaya aplicar están todos los tipos de siembras en un mismo espacio y lo reciben a la misma vez. Además, una vez roturada la tierra luego no será necesario emplear ninguna maquinaria pesada, solo los bueyes.
Apretaítos… pero productivos
Claro, al principio de la implementación de esta variante se escogió un grupo de productores quienes recibirían la capacitación necesaria, ya que como señala Miguel “antes de sembrar esa es la principal tarea que hacemos: explicar el proyecto y todo lo que lleva esta nueva variante”.
En aras de asegurar el éxito, también se recibe apoyo hasta en la forma de solicitar los créditos, a los cuales se llega con menos curvas burocráticas. Según Miguel, los intereses son bastantes bajos y en una caballería se puede recibir hasta 200 mil pesos de créditos.
Aunque por supuesto, no sería tan sencillo. Antes de recibir el apoyo financiero los campesinos necesitarían el proyecto de la Empresa Nacional del Producto de la Agricultura (EMPA) que lleva los avales del Instituto Provincial de Suelo, de Recursos Hidráulicos y la OBE. También le han entregado insumos necesarios para trabajar en el campo y orientados a estimular a ese guajiro, que de sol a sol, logrará la hectárea que le toca.
La organización que caracteriza a la 1º de Mayo es la “culpable” de que ya ascienda a más de 80 hectáreas la tierra lista para la técnica del policultivo y que los 12 hombres destinados a hacer cada día más real la idea, también, estén preparados. Para ello, diseñaron un reglamento interno de cabal cumplimiento, el cual vigila que los guajiros siembren de acuerdo a un programa, que responde a la demanda.
Y es que este sistema prevé la producción en abundancia de comida, pero respaldado por un plan que tiene como colofón un apoyo en la comercialización a través de las minindustrias locales. Estas contribuirían con el procesamiento de las producciones que no se puedan vender frescas, erradicarían intermediarios en la distribución y apoyarían con la variedad de las mismas.
Para Miguel “la ventaja de este proyecto radica en que se va a producir, además de frutales, mucha comida para el pueblo. Allí adentro va fríjol, yuca, tomate, remolacha, habichuela siempre pensando en que no sea un cultivo incompatible con otro. Esto tiene sus ventajas, pero debe observarse todo para no equivocarnos porque es una carrera de relevo”.
Pero como ellos mismos cuentan el guajiro cree en lo que ve, por eso cuando me hablan de la idea aún me saltan dudas de que sea posible. Y es ahí cuando me enseñan un trocito de tierra en una de sus fincas donde maíz, frutabomba, guayaba y aguacate te demuestran que aunque estén muy juntitos, también son productivos.