El pensamiento revolucionario ha tomado la palabra en las aulas universitarias de Nicaragua; el profesor Rafael Ángel Sánchez Cruz lo asegura, convencido de que su labor de cada día, como la de muchos otros intelectuales consagrados hoy al quehacer educacional, significa una contribución decisiva para el desarrollo de los programas sociales emprendidos por el Gobierno sandinista.
Este hombre, marcado ya por los grises de la madurez, ha trascendido los límites de la actividad docente en la Universidad Nacional Autónoma de su país y ocupa con orgullo la responsabilidad de Secretario de Relaciones Internacionales de la Federación de Profesionales Docentes de la Educación Superior, tarea que comparte con una función similar en la Federación de Sindicatos de Trabajadores Universitarios de Centroamérica, México y el Caribe.
¿Cuáles son los ejes de su accionar en beneficio de los trabajadores de la educación superior en esta amplia área geográfica?
Respaldamos la exigencia por mayores presupuestos para las universidades; nos enfrentamos a las políticas neoliberales que acortan el financiamiento público y contribuyen a propiciar la privatización de la enseñanza, a la vez que levantamos banderas a favor de una docencia que forme y eduque al ser humano para servir a su pueblo.
¿Qué rasgos distinguen al sistema de enseñanza nicaragüense en la actualidad?
A partir de la asunción al poder de Daniel Ortega los cambios han sido trascendentales. Su primer decreto en el propio año 2007 estableció la gratuidad de la educación, y a partir de ese momento una resuelta voluntad política a favor del desarrollo de este sector se ha venido materializando hasta el punto de que hoy el 6 % del presupuesto nacional está destinado al conjunto del universo escolar, sin contar que la asignación de partidas especiales.
El quehacer sandinista ha dado paso a tareas de mucha reprcusión popular como los programas Usura cero y Hambre cero. ¿Puede referirse a ellos?
Los prestamistas representaban una plaga maligna en el país; explotaban a la gente sin recursos a su libre albedrío, proporcionándoles dinero e imponiéndoles a su arbitrio intereses leoninos.
En la actualidad el Gobierno ofrece préstamos justos, sobre todo a las mujeres de familias desposeídas para que estas puedan desarrollar pequeños negocios. La cobertura en este sentido ha sido muy amplia y exitosa. En la iniciativa Hambre cero las mujeres desempeñan también un papel protagónico y han mostrado responsabilidad. Se les entrega una vaca, gallinas, cerdos y asistencia técnica; ellas producen con su familia, aseguran el sustento de estas y pueden vender el excedente a sus vecinos.
A estas decisiones gubernamentales justas se suman acciones como Techo y calles para el pueblo, cobertura de electricidad y agua potable, alfabetización y otras que han contribuido a mejorar las condiciones de alimentación y el bienestar de los trabajadores y los más humildes, sin contar los avances en la igualdad de género que han elevado a miles de compañeras a las posiciones de dirección en alcaldías y en el propio Gobierno. Hoy Nicaragua ocupa el quinto lugar en el mundo en cantidad de mujeres incorporadas a la Asamblea Nacional.
¿Qué papel ha correspondido al movimiento sindical en todo este proceso a favor del bienestar popular?
El respaldo a cada medida ha sido determinante; nuestra principal central sindical, el Frente Nacional de los Trabajadores, luchó con energía contra las medidas neoliberales de los gobiernos que interrumpieron el proceso revolucionario durante 16 años; ahora está al lado del presidente Daniel Ortega en su batalla por la justicia y la igualdad, como lo hace también la juventud en las universidades.
¿Cómo caracterizaría las relaciones entre Nicaragua y Cuba?
Una relación de familia, de hermanos. Este país ha sido para nosotros el aliento, la esperanza de que es posible todo si se lucha. Los cubanos han dado la más ejemplar lección de solidaridad frente al egoísmo de los poderosos que disponen de todas las riquezas y son incapaces de compartirlas.