“El que no tiene de congo tiene de carabalí”, versa un refrán muy popular que bien puede definir a Wilmer Ferrán Jiménez. Este camagüeyano, que a pesar de no haber crecido con la tradición musical de la rumba y de formarse en una escuela de ballet, lleva en la sangre la clave rumbera.
Desde hace 17 años se ha dedicado a interpretar el complejo genérico de la rumba, Patrimonio Cultural de la Nación, como director general de la compañía Rumbatá, cuyo nombre proviene del sonido de los tambores batá, componente musical importantísimo dentro de la clave musical.
A la camagüeyana
Algunos conocedores del género asegurarán que Camagüey no es una de las clásicas cunas, en Cuba, del desarrollo de esta variante, por lo que bailarlo y cantarlo fue todo un reto para el grupo. Los clásicos solares y muelles no estaban, el pegadizo gusto no se fomentaba, entonces: ¿Por qué la rumba?
“En esos años —cuenta Wilmer— trabajábamos en un hotel y el arte que hacíamos era en función de un pedido y te alejabas de otros intereses. Y ahí, mientras escuchábamos un disco de Clave y Guaguancó se nos despertó el bichito de la curiosidad. Nos preguntamos por qué nosotros no creábamos un grupo, por qué siempre la misma estructura, por qué no poner canto y baile en primer plano. Nosotros queríamos crear un grupo que fuera, sobre todo, camagüeyano”.
La rumba es un género difícil que arrastra consigo ópticas prejuiciosas, pero como acotan todos los integrantes, Rumbatá responde a un interés musical.
“Cuando lo fundamos —explica el director— a los dos meses fuimos invitados a un festival en La Habana. Eso fue difícil, teníamos un repertorio pobre, no era auténtico, pero el evento sirvió mucho para darnos cuenta de que debíamos buscarnos una línea, un enfoque, una identificación como rumberos, entre tantos que había en el país”.
Pasó el tiempo y se ganó en madurez, con canciones muy suyas e identificándose del resto por contar, además, con seis voces con diversidad en los tonos, con cajones de doble sonoridad, un coro con integrantes que también ejecutan solos y por ser, como plantea el director, “una familia que quiere seguir haciendo arte”. Esto se refleja en su hijo Wilmer Tadeo Ferrán Rivera, de siete años, quien interpreta un tema en su nuevo disco La rumba del siglo, porque es su deseo y mayor sueño.
Bailar y rezar sin complejos
Durante años los ha identificado el hecho de bailar y cantar una música con otra concepción, que se ha nutrido de La Habana y Matanzas, pero a la vez muy propia. “Cuando tocamos —señala Wilmer, el director— pueden decir que tenemos de la rumba de muchos lugares, pero nos diferenciamos en la expresión musical, en el balance de las voces, en el porte y aspecto, en la imagen a la hora de tocar la rumba”.
Puede influir también que, como plantea Idael Soler Pedroso, quien toca el quinto, “Rumbatá es una agrupación que hace fusión, hace mezcla con otros estilos pero siempre con la rumba de base”.
“A pesar de los tiempos que corren la rumba aún le gusta a las personas —acota María Sosa Rodríguez, antigua cantante y hoy bailarina de la agrupación—. Yo me quedo maravillada porque desde un niño hasta a un anciano le atrae este tipo de música. Hoy tenemos fanáticos en todas partes”. Y es que a María este género siempre le ha gustado “y cada vez que lo hago es de corazón, eso nos identifica”.
La agrupación, considerada por la crítica especializada como la nueva generación de la rumba en Cuba, día a día se supera, pues a pesar de no contar con un local oficial de ensayo, aún así bailan, cantan y entregan el alma.
Por su lado Reinaldo, Rey, Betancourt Batista, cantante, comenzó en la percusión y, a diferencia de sus compañeros, estudió en la escuela de la calle y la familia. Luego pasa hacia el coro, pero siempre con la idea de que hay que “preservar este género porque es la verdadera identidad del cubano, como dice el maestro Changuito: la telegrafía sin hilo, además sobre esa clave se puede hacer de todo”.
Rumbatá acumula un expediente que incluye la compañía de importantes artistas y ha sabido introducirse en las sonoridades modernas con un sello propio, con las raíces cubanas y sobre todo, como apunta el director: “la gran diferencia de esta agrupación radica en el deseo de seguir demostrando que hacemos rumba de Camagüey, ahí es donde está la gracia porque tenemos la posibilidad de hacer esta rumba, sin complejos”.