Eufemio Navas Rodríguez asistirá este 1° de Mayo a la Plaza de la Revolución Comandante Ernesto Guevara, de Santa Clara, y lo hará como casi siempre, dejando con nostalgia su vieja locomotora de vapor, la que lleva 47 años.
Navas Rodríguez sabe tanto de ella como de los caminos que ha transitado llevando caña de aquí para allá. «Nada tiempo de zafra me para, una vez pasé en mi máquina 71 horas. No se podía parar el central y había que llevarle la materia prima fresca, para que rindiera más; así estuvimos todo ese tiempo. Caridad, mi esposa, cuando sabía que yo llegaba al basculador iba con una taza de café y me llevaba los muchachos para que los viera. Yo no podía llegar a la casa. Era coger agua para la caldera y virar. Eso fue en abril 1964.
«Cada vez que va llegando el día de los trabajadores yo recuerdo a mi padre y los atropellos que pasó antes la Revolución. Este año tenemos compromisos muy grandes con la Patria, con los cinco hermanos presos, sólo por razones como estas yo dejo mi locomotora».
Eufemio habla de una de las más antiguas locomotoras de vapor que andan como nuevas por los campos cubanos. La de él data de 1914.
«No crean que eso de una vieja con colorete no va con ella», afirma defendiendo a la confidente de casi toda su vida.
Se sintió maquinista desde la primera vez que se montó en una locomotora hace casi 50 años. «Mire usted, me gustó tanto el ruido de la cabina, aquella tensión de estar pendiente todo el tiempo para que no te falte el agua en la caldera y que la combustión sea exacta que me hice auxiliar del conductor, más tarde auxiliar también del maquinista, hasta que me volví maquinista. Cuando nos pasaron a las locomotoras diesel a mí me parecía que no trabajaba nada.
«No es que yo esté enchapado a la antigua, pero uno se acostumbra a lo suyo.
Cuando por los problemas económicos volví al vapor, yo me dije, esto es lo mío, ahora la pega es en caliente.»
Es un hombre tan humilde y sencillo como trabajador, fue vanguardia nacional durante 19 años, y fue reconocido con el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba por sus cualidades excepcionales.
Eufemio hace una confidencia: no sabe lo que es dejar de ir un día al trabajo, las vacaciones las ha cogido porque lo obligan. Tira caña para la empresa azucarera Quintín Banderas, de Corralillo, Villa Clara.
«El tramo hasta el central es largo, pero las noches de Luna llena son las que más me gustan, saco la cabeza por la ventanilla y veo los vagones en una hilera interminable, los veo doblar las curvas, todos ajiladitos y parejitos. Me creo el hombre más feliz del mundo y no es para menos porque soy el rey del campo en ese momento.
«Mi maquinita nunca me ha fallado -dice y recuerda- una vez se me quedó seca subiendo una loma, eso fue por allá por Palma Sola, llevaba una tremenda carga, pero no me amilané, forcejeé con ella, y empezó a andar. Este 1° de Mayo yo tampoco le fallo a la Revolución, mi máquina queda en el central. Yo estaré en la Plaza junto al Che, con mi presencia, que es la de un cubano trabajador, defenderé muchas causas y sobre todo esa por la que cinco hombres cumplen injustas prisiones.»