Por: Edda Diz Garcés
Adolfito, ese hombre que cualquier domingo podemos ver limpiando el patio de su casa en Santiago de las Vegas tras colar el café para la familia, es el mismo doctor Adolfo Rodríguez Nodals, Héroe del Trabajo de la República de Cuba y cuadro destacado del Estado, que investiga, dirige el INIFAT y rectorea el movimiento nacional de agricultura urbana.
Siempre afable e inquieto, se mueve de un lado a otro de su sencilla y ordenada oficina, en busca de los últimos datos sobre los organopónicos y huertos intensivos: hasta junio acumulan más de 9 millones de quintales de hortalizas y condimentos frescos, buen preámbulo para el compromiso de llegar a 15 millones este año.
Esa suerte de jardines productivos han generalizado resultados del Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical, entre ellos variedades de lechuga para todo el año, como la Chile.
Adolfito es de los que sigue los resultados hasta verlos fructificar, y no sólo a nivel institucional. En su propio patio tiene 18 plantones de plátano burro Cemsa -del cual es autor-, y demuestra que es posible lograr un escalonamiento para autoabastecerse todo el año.
«Tengo hasta una mata de plátano fruta para Adrián», comentó refiriéndose al nieto de cuatro años, quien le ayuda a regar las plantas y tal vez sea continuador de la ya tradición familiar agropecuaria, porque desde el viejo Adolfo hasta el más joven de los dos hijos de Adolfito, todos optaron por la misma carrera.
De tal palo…
«He pasado dos universidades. La que me formó como ingeniero agrónomo y doctor en Ciencias Biológicas, y la de mi padre. Tanto mi hermano (doctor en Ciencias Agrícolas), como yo, desde niños participábamos con él en la obtención de la variedad de papaya Maradol. El viejo no hizo carrera, pero ha sido un gran autodidacto, y nos inculcó el amor por el estudio y el mejoramiento de las plantas; vio siempre la agricultura como una jardinería. Soy enemigo acérrimo de la hierba, y eso me lo inculcó él.»
La Maradol está considerada una de las variedades de papaya más importantes del mundo. En México está desplazando a otras autóctonas, y empieza a extenderse en Venezuela, Panamá y República Dominicana.
Adolfito, igual que su padre hizo con él, procura que sus hijos tengan libertad intelectual. «Ellos tienen que experimentar, investigar, escribir y llegar a conclusiones propias» asegura. Arlene es ingeniera y máster en Ciencias, entretanto Adolfito estudia 3er. año de ingeniería agronómica y es un defensor de la agricultura urbana y orgánica.
De campo y ciudad
Mezcla de guajiro y citadino, su vida ha transcurrido entre el territorio villaclareño y la capital. Nació en Remedios y lo inscribieron en Manacas. Por allá llegó hasta octavo grado, alfabetizó y, al concluir la campaña, recibió un curso acelerado en La Habana, terminó la secundaria y el bachillerato, y comenzó a estudiar Agronomía, la cual terminó en Las Villas, donde comenzaba a gestarse el Instituto de Investigaciones de Viandas Tropicales, «y me reclamaron para allá. Fui fundador del INIVIT, en Santo Domingo, donde permanecí 22 años, hasta que en 1991 fui designado director del INIFAT, un cambio inesperado y difícil para mí, sobre todo porque tuve que separarme de mi padre, junto a quien trabajé todo ese tiempo».
Hubo añoranzas, pero encontró un colectivo «muy capacitado y con tremendas ganas de avanzar. Las visitas que por esos días recibimos del Comandante en Jefe nos dieron mucho aliento».
El INIFAT, institución rectora de la certificación de semillas en el país -hasta ahora hay 47 fincas de semillas y se aspira a tener una en cada municipio-, sigue priorizando los trabajos sobre hortalizas, granos, plantas medicinales, desarrolla algunos en viandas, sigue escalando tecnologías con el biofertilizante Azotobácter, que se ha logrado concentrar más, y tiene 44 proyectos de investigación.
Tanto su responsabilidad al frente del Instituto como del movimiento de agricultura urbana, le permiten a Adolfito volver al campo periódicamente, aun cuando esos recorridos lo separan temporalmente de su familia, que lo reconforta con su comprensión y apoyo.
«Cuando estoy en casa trato de contribuir en algo -dice, y sonríe con picardía al confesarme-: soy mal cocinero y no me gusta fregar, pero hago otras cosas y soy el primero en levantarme para colar el café».
Mal bailador y amante de la buena música, no se pierde el noticiero estelar de la TV, le gustan las películas y la pelota. Algunas noches saca «un tiempito» para reunirse con el CDR de su cuadra y explicar, por ejemplo, sobre las nuevas leyes relacionadas con la defensa de la soberanía nacional y contra el delito, y comenta que cuando recibió la condición de cuadro destacado del Estado, los cederistas del barrio lo esperaron sorpresivamente y tuvieron un encuentro muy cálido con él.
Fue, sin dudas, un homenaje al doctor Rodríguez Nodals, pero también al ideológico de su CDR, al vecino Adolfito.