Era tanto su llanto que parecía que Alicita moriría. Había roto las relaciones con Ángel —su novio desde que con 13 años descubriera las bondades del amor— y lloró sin consuelo. “Que vaya para La Habana, seguro se le quita la lloradera”, dijo el padre. Y así se hizo. Por entonces, Alicia apenas frisaba las… Continuar leyendo