Apenas basta cruzar el umbral del Instituto de Biotecnología de las Plantas (IBP) para percibir una extraña sensación de quietud y soledad. Varios pasillos desiertos, cómodos asientos desocupados y una excelsa pulcritud en cada sitio le anuncian al visitante la entrada a un lugar aparentemente inmóvil y callado. Continuar leyendo