Está claro que la mayoría de las personas no ve una telenovela para hacer análisis sociológicos. Uno ve un folletín para pasar un buen rato, para entretenerse. Y Avenida Brasil, sobre todo en su recta final, entretiene. No da tregua. Pero más allá de la pirotecnia con que está contada, en esta historia asoma una oreja peluda: el desprecio más o menos evidente del autor por la clase que protagoniza su obra Continuar leyendo