Lo ocurrido en la capital estadounidense el viernes 20 tuvo en realidad tintes surrealistas. De un lado, se validó la manera sui géneris en que el empresario neoyorquino se impuso en las elecciones del martes 8 de noviembre del 2016. Del otro, el discurso del nuevo inquilino de la Casa Blanca durante la denominada ceremonia de “inauguración” presidencial fue otro ejemplo inequívoco de las profundas e insalvables divisiones y contradicciones que perviven dentro del sistema político de aquella nación Continuar leyendo