Vestido con una bata verde por encima de su uniforme de siempre, y cumpliendo todas las medidas sanitarias, Fidel entró pasadas las diez de la noche del 22 de enero de 1993 a una de las salas estériles del hospital Hermanos Ameijeiras. Acostada en una cama estaba Ana Fidelia Quirós, sin conocer todavía la gravedad de las quemaduras sufridas en un accidente doméstico cinco horas antes. Continuar leyendo