Dos décadas han pasado desde aquel fatídico 11 de septiembre del 2001 en que el mundo cambió. No fue el primer atentado terrorista, ni estrenó el duelo como experiencia colectiva de una nación, pero el valor simbólico de los blancos cuidadosamente elegidos amplificó el impacto de un ataque medular y bien planificado. Continuar leyendo