La ansiedad está latente en las gradas del Pedro Marrero. Algunos hinchas agitan banderas cubanas, otros siguen con palmadas los ritmos que alguien hace con las claves. Un aficionado no soporta la espera ni la distancia, pareciera como si pretendiese entrar al campo de juego. Un par jóvenes sueñan despiertos: se imaginan a Cuba ganando la Copa Oro o clasificando para el próximo Mundial Continuar leyendo