Campaña presidencial de EE.UU: Política televisada

Campaña presidencial de EE.UU: Política televisada

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Hillary Clinton y Donald Trump durante el segundo debate televisivo, el cual tuvo lugar el pasado 9 de octubre en la Universidad de Washington, San Luis, Misuri.

 

Yimel Díaz Malmierca y Adislenes Ruenes César

Los debates entre candidatos a la presidencia se han convertido en uno de los rasgos característicos de las campañas políticas de Estados Unidos. Luego, a lo largo del siglo XX, se incorporaron a las contiendas electorales en Europa y Latinoamérica.

Sus orígenes en la nación norteña se remontan al de los medios de comunicación, que muy pronto estuvieron en función de la política. Los debates iniciales fueron en la radio. En 1960 se incorpora la televisión. El  primer frente a frente fue protagonizado por Richard Nixon, quien apareció como un hombre cansado, y el vigoroso senador John F. Kennedy, que resultó ganador.

A partir de esa fecha la imagen televisada no desplazó las formas tradicionales de comunicación con los electores (mítines, charlas, caravanas, propaganda impresa…), pero las completó y replicó hasta límites insospechados. A la voz se le sumó el rostro, el carisma y la proyección escénica.

Esta “batalla” electoral llegó también a Internet y a las redes sociales. El ejemplo más cercano fue la campaña de Barack Obama en el  2008 que generó un ambiente de confiabilidad creando la ilusión de que “el voto por el cambio” llegaría, incluso, desde Facebook, Twitter y otras comunidades virtuales. Un grupo de expertos en tecnologías operó toda la campaña y convirtió a Obama en “amigo”, “favorito” o en una celebridad que merecía tener millones de “seguidores”. Según analistas, los votos conseguidos por esta vía, resultaron vitales para la elección del primer presidente negro de los Estados Unidos.

Hillary Clinton vs. Donald Trump

Tres debates televisados protagonizaron este año los candidatos de los dos partidos más fuertes de EE.UU.: Donald Trump, por el GOP (Grand Old Party/ Republicano) y Hillary Clinton por el DP (Democratic Party/ Demócrata).

Algunas consultoras aseguran que Hillary apuntaló en ellos el apoyo ganado hasta el momento en amplios sectores de la sociedad. Otros consideran ese respaldo como poco sólido, sobre todo entre los más jóvenes, quienes califican su liderazgo como deshonesto.

La señora Clinton —esposa del expresidente Bill Clinton (1993-2000) — ha incorporado a su discurso la defensa de los derechos de los sectores minoritarios (negros, inmigrantes, refugiados, comunidad LGTB) y de las mujeres, incluidos el salario igualitario y el aborto.

También ha ofrecido respetar la Segunda Enmienda —derecho a poseer armas de fuego— aunque las 33 mil víctimas anuales por este concepto le han llevado a prometer reformas en cuanto a la verificación, control y registro de portadores y vendedores, iniciativa de Obama que no pudo concretar.

Muchos critican su actuar como senadora (2001-2008) y como secretaria del Departamento de Estado (2009-2012). Sobre su candidatura también han pesado los correos electrónicos borrados por ella y las filtraciones hechas por WikiLeaks que revelan el rostro feo de la política exterior del país. No obstante, el Partido Demócrata apostó a ella como continuadora de algunas de las políticas del actual mandatario Obama.

Donald Trump, controversial candidato republicano, que no líder del partido, intentó sacar ventaja en los debates televisados y durante toda la campaña pública, de las carencias de Hillary y del escándalo de infidelidades de su esposo.

Su verbo explosivo atrajo a un sector de la sociedad estadounidense inconforme con la crisis económica y nostálgico del “gran país” al cual prometió regresar, mensaje que ha reiterado y aparece en la portada de su página digital: “The time is now. Together, we Will Make America Great Again!”/ ¡El momento es ahora. Juntos haremos a Estados Unidos grande otra vez!

Pero no han faltado quienes afirman que el mismo Trump ha labrado la victoria de su oponente con errores de improvisación y comentarios fuera de lugar cargados de machismo, misoginia y xenofobia.

El próximo martes 8 de noviembre tendrán lugar en Estados Unidos las elecciones presidenciales número 58. Allí se decidirán el nuevo dúo presidente-vicepresidente, un tercio del Senado y la Cámara de Representantes en pleno. En manos de quienes resulten elegidos  descansará el futuro de la nación y sus relaciones con el mundo.

Si bien el tema Cuba no ha sido significativo en la campaña de ninguno de los candidatos, la candidata demócrata ha afirmado, con matices, que continuarán el proceso iniciado por Obama el 17 de diciembre del 2014. El republicano, por su parte, asumió inicialmente una postura similar. Ahora, por motivos electorales, ha condicionado el asunto a la realización de reformas en Cuba.

La Mayor de las Antillas ha tendido su ramo de olivo y espera que, gane quien gane, continúe labrando ese camino desde el respeto a la soberanía de cada Estado.

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