Mercedes Abreu Pérez tiene una nobleza en el rostro, que sin conocerla lo suficiente, a uno le inspira confianza. Habla despacio, y más bien en tono bajo, pero con una seguridad que reafirman por qué durante tantos años sus compañeros la han elegido como dirigente sindical.
En un agradable salón, en el que nos irradia una imagen de la inolvidable Vilma Espín Guillois, conversamos con Mercedes, quien labora actualmente en la Oficina de Control de la Información Clasificada en el Consejo Nacional de Atención a Menores, del Ministerio del Interior (MININT).
“Yo nací antes de la Revolución, mas todo lo hice con la Revolución”, aseveró la actual trabajadora civil de esa institución armada. Nacida en La Habana, el 23 de julio de 1944, cuenta que antes de 1959 se encontraba en una escuela privada, lo cual podía hacer por el esfuerzo de sus padres, porque querían que ella se graduara como secretaria.
Inmediatamente se sumó al proceso revolucionario y estuvo entre los jóvenes que dieron su disposición para ir a alfabetizar.
“Mi hermano y yo nos fuimos juntos a Varadero, donde se concentraban los alfabetizadores. La familia no se opuso, mi papá pasó la Escuela de Milicias, subió el Pico Turquino, fue subteniente de Milicia, en fin, todos nos sumamos a las tareas”, acotó. Cuando pidieron la disposición para ir a Sagua de Tánamo, a muchos compañeros los padres no les permitían que se fueran tan lejos. “Mi hermano fue designado para El Lirial, en el Segundo Frente, y yo en el propio Sagua de Tánamo, en una colonia de cañeros.
“Al concluir la alfabetización, todos expresamos al Comandante en Jefe: ¡Fidel, dinos que otra cosa tenemos que hacer! y él respondió que debíamos estudiar. Ahí comenzó el plan de becas; concluí la secundaria e hice estudios de dibujante técnica. Al graduarme pasé a prestar servicios en el Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionaria (FAR)”, manifestó.
En construcciones militares desarrolló parte de su vida. En esos quehaceres la sorprendió la constitución del Sindicato de Trabajadores Civiles de las FAR, en la actualidad Trabajadores Civiles de la Defensa, pues integra a hombres y mujeres de las FAR y del MININT.
“Empecé a tener responsabilidades. Me acuerdo hasta de mi primer secretario general, de apellido Otero, un compañero muy afable, de gran disciplina; él nos formó, tenía más experiencia.
“Yo atendía el frente femenino que en esa etapa existía; nos preocupábamos de los círculos infantiles, la atención a las mujeres, eso fue lo primero que hice y tuve mucho apoyo. Me mantuve como dirigente hasta que me jubilé. Después creció el número de trabajadores y llegamos a tener un buró sindical”, apuntó.
“Me gusta el trabajo directo con los trabajadores, eso es lo que más me gusta, de tú a tú. Cuando te seleccionan para que los representes, no solo es preocuparse por sus problemas laborales y sociales, también tienes que saber cuándo hay un problema en la familia porque eso influye en que usted sea un buen trabajador”, confesó.
Durante su permanencia en las FAR, Mercedes atesora el hecho de haber cumplido misión internacionalista en la República Popular de Angola entre 1988 y 1989. Ahí participó en la construcción de los aeropuertos de Cahama y Caboledo. Fue una labor hermosa porque vio nacer y crecer estas instalaciones que desempeñaron importante papel en ese período.
Trabajar junto al arquitecto Eduardo Lozada en su condición de dibujante, le dio la oportunidad de ver surgir el monumento donde reposan los restos de la querida Vilma Espín y también el del bailarín español Antonio Gades, en el Mausoleo Segundo Frente Oriental Frank País. “Fue muy interesante y emotivo, me sentí más parte de la historia”, alegó.
En septiembre del 2006 se vio en la necesidad de jubilarse, pues sus padres enfermaron. En su cuidado estuvo hasta que fallecieron. “Cuando cumplí misión ellos fueron los que, junto a mi esposo, me apoyaron en la atención a mis dos hijos; sin eso hubiera sido imposible que yo estuviera tranquila tan lejos. Siempre que los necesité, ahí estuvieron.
“Todavía me sentía con posibilidades de trabajar y a una compañera que labora en el Consejo Nacional de Atención a Menores como oficial de guardia, y es dirigente de la Federación de Mujeres Cubanas, al igual que yo —en el bloque 110, de Diez de Octubre— le pregunté si había alguna plaza en su centro. Averiguó y me dijo que me presentara.
“Fui aprobada. Empecé en mayo del 2010. Realmente, no podría trabajar en algo que no fuera las FAR o el MININT, aquí gané la formación y disciplina que tengo”.
Muy pronto comenzó a tener responsabilidades en el sindicato. “Soy la secretaria general y aunque ahora somos muy poquitos, estamos al tanto de todo. Debemos orientar a los nuevos, ellos piensan que la jubilación no va a llegar”.
El centro le ha reafirmado el valor de la familia y su papel en la formación de los menores de edad. “Hay que estar cerca de la escuela, saber cómo se comportan los muchachos, con quién andan; aun cuando son mayores tienes que atenderlos, no se termina nunca”.
Para ella, la labor sindical es como la de una familia. Le preocupa el relevo, porque se deben preparar, pero está convencida de que en las manos de alguno de esos jóvenes que hoy recorre la instalación quedará resguardado el trabajo sindical que ellos iniciaron hace ya 45 años.
Acerca del autor
Graduada en Licenciatura en Periodismo en la Facultad de Filología, en la Universidad de La Habana en 1984. Edita la separata EconoMía y aborda además temas relacionados con la sociedad. Ha realizado Diplomados y Postgrados en el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. En su blog Nieves.cu trata con regularidad asuntos vinculados a la familia y el medio ambiente.