Desde que en 1933 el niño Fidel Alejandro Castro Ruz llegó por primera vez a la ciudad de Santiago de Cuba se estableció entre él y esta porción de patria una ligazón especial, que se hizo cada vez más fuerte hasta convertirse en una singular relación de compromiso y fidelidad.
En el contexto del 90 cumpleaños del líder de la Revolución, el joven historiador Frank Josué Solar Cabrales, Máster en Ciencias y Profesor Auxiliar de la Universidad de Oriente enhebra para Trabajadores los hilos que entrelazan la complicidad que desde siempre ha existido entre el estadista cubano, Santiago y los santiagueros.
“Al filo de sus 6 años Fidel llega a estudiar a Santiago de Cuba, aquí pasa buena parte de su niñez y primera adolescencia, etapa definitoria en la vida de toda persona. Él mismo ha confesado que se hizo revolucionario en la Universidad de La Habana, pero que sin duda su rebeldía se marca y sale a la luz en tierra santiaguera.
“Muy cerca de la zona donde vivía, e n la Loma del Intendente, en el Tivolí, estaba por aquel entonces el Instituto de Segunda Enseñanza y Fidel fue testigo de los atropellos de la policía contra los estudiantes, también en los últimos meses de la caída de Machado se dieron protestas del pueblo, explotaron bombas y toda la efervescencia que se generó en torno a ello lo marcó y dejó su huella en él.
“Además, esta ciudad tiene una tradición rebelde que va con la idiosincrasia de sus habitantes; ese ambiente circundaba al niño, quien mostró en varias oportunidades su rebeldía, una condición propia del revolucionario; no se puede ser tal si uno no se rebela contra lo injusto, el abuso, lo mal hecho, y eso hizo él en reiteradas ocasiones.
“Se rebeló contra la familia que lo tenía bajo su tutela, pero que le hacía pasar privaciones, transgredió dogmas establecidos en el colegio La Salle para lograr ser alumno interno como era su deseo, arremetió a patadas y piñazos contra el inspector de allí que constantemente lo maltrataba físicamente… en fin, fueron varios los momentos de rebeldía que salieron a flote en él mientras vivía en Santiago de Cuba, algunos de las cuales se narran con detalles en el libro Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet.
“Del mismo modo, esa primera estancia aquí le sirve de muchas maneras, conoce la ciudad, sus calles, sus alrededores, el lomerío, la bahía, hayun acercamiento a escenarios sobre los que tiempo después volvería sus pasos”.
Años como 1953 y 1956 marcaron otros momentos cumbres en esa relación de la cual hablamos. Sí, ahí destacan el Moncada y el 30 de Noviembre.
En el primer caso vale decir que la elección por Fidel de ese cuartel tenía, por supuesto, consideraciones de carácter militar y estratégico, pero no se puede olvidar el hecho de que él conocía muy bien las características del pueblo santiaguero, y estaba seguro de su apoyo.
Por asuntos de seguridad el único residente en la ciudad que es enrolado en los preparativos del asalto es Renato Guitart, pero Fidel daba por sentado que la gente de aquí no fallaría en respaldar la acción armada y ello quedó demostrado con las familias que abrieron sus puertas para acoger a los asaltantes que lograron huir.
Sabía que podía contar con Santiago de Cuba, y lo explicita con palabras hermosas en su alegato de autodefensa cuando dice que “en Oriente se respiran aires de epopeya y parece que cada amanecer va a ser el de Yara o el de Baire”.
Igualmente, tiempo después, al referirse a lo vivido durante el juicio del Moncada, asegura haber sentido un “apoyo conmovedor” por parte de los santiagueros, quienes aún en medio de la represión y sin poseer toda la información necesaria, mostraron su simpatía por el joven abogado, por sus compañeros y las ansias de libertad y justicia que simbolizaban.
Luego vienen el presidio, el exilio, el contacto con Frank País García y nuevamente la seguridad de contar con la ciudad y su gente, en esta ocasión para levantarse en armas el 30 de noviembre de 1956 y apoyar el desembarco del yate Granma.
Y Santiago de Cuba no le falló a Fidel y se vistió de verde olivo; tampoco flaqueó durante el desarrollo de la huelga del 9 de abril ni en el soporte logístico desplegado desde la clandestinidad para apuntalar la lucha en la Sierra ni en los últimos días de la guerra.
Por eso cuando el primero de enero se dirige a toda Cuba desde las ondas de Radio Rebelde les envía un mensaje especial a los santiagueros diciéndoles que la ciudad tenía que ser libre porque lo merecía, y que en horas de la tarde todo debía quedar paralizado bajo la consigna: ¡Revolución sí, golpe de Estado no! Y Santiago respondió una vez más.
He ahí una ocasión cumbre en los vínculos de Fidel con la ciudad y su gente.
El primero de enero es una fecha excepcional para Cuba con el protagonismo directo de una ciudad que es testigo privilegiada de la historia.
“Santiago ha sido el baluarte más firme de la Revolución” sentenciaba Fidel aquel día desde el balcón del Ayuntamiento, un sitio al cual regresó en 1984 para hacer público el otorgamiento a esta tierra del título honorífico de Ciudad Héroe de la República de Cuba y de la Orden Antonio Maceo, coronando el momento con palabras del alma: “A ti te honramos especialmente hoy, y contigo a todo nuestro pueblo, que (…) se simboliza en ti. ¡Que siempre sean ejemplo de todos los cubanos tu heroísmo, tu patriotismo y tu espíritu revolucionario! ¡Que siempre sea la consigna heroica de nuestro pueblo lo que aquí aprendimos: Patria o Muerte! ¡Que siempre nos espere lo que aquí conocimos aquel glorioso Primero de Enero: la victoria! ¡Gracias, Santiago!”
Tiempo después esa profunda afinidad entre Fidel, Santiago y su gente vuelve a alzarse con visos insospechados justo en octubre de 1991 con la celebración del 4to Congreso del Partido, el único que se ha hecho fuera de la capital del país, efectuado en una etapa decisiva, en el contexto del derrumbe del campo socialista, con muchos en Miami preparando maletas para entrar a una Cuba supuestamente nueva, sin Revolución, en fin, en medio de circunstancias especiales se realizó aquel encuentro de los comunistas.
No fue sino Santiago la escogida para un congreso en armas, como lo calificara Fidel, quien otra vez apeló simbólicamente a la ciudad, la cual, una vez más, se mostró como bastión de la patria. No cabe duda de que los vínculos entre Santiago de Cuba, su gente y el líder de la Revolución son muy fuertes, sólidos, de mutua entrega y apego por no fallarle jamás a Fidel.
Acerca del autor
Periodista cubana. Máster en Ciencias de la Comunicación. Profesora Auxiliar de la Universidad de Oriente. Guionista de radio y televisión.