Por José Luis Camellón Álvarez
Sancti Spíritus reposaba aquella tarde del 11 de junio cuando llegó la noticia del otorgamiento al territorio de la sede del Acto Nacional por el 26 de Julio; desde entonces la vida en la provincia agitó el paso y se desató un contagio laboral que 44 días después archiva sobradas huellas de trabajo, esfuerzo y resultados.
Apenas hubo espacio para las tertulias sobre los 30 años que mediaron entre una celebración y otra; en cada colectivo y centro aparecieron nuevas metas y compromisos; los pueblos y comunidades volvieron a colorear sus entornos. Ninguna obra ha quedado inconclusa por falta del respaldo popular.
Otorgada la sede nacional de la efeméride moncadista, algunos coterráneos pensaron que era momento solo de festejar; en definitiva, la faena mayor estaba hecha y los resultados se apilonaban a la vista del país.
Nueve zafras consecutivas cumpliendo el plan de azúcar, producciones agropecuarias y de otros surtidos que regresaban a primeros planos y otras hasta superaban los registros históricos; saldos económicos en consonancia con los postulados actuales; una reanimación urbanística y comunitaria que trajo mejoras en muchas partes y soluciones a viejos problemas.
La sede del 26 no ha hecho más que confirmar el apego laboral de los espirituanos, expresado en jornadas que desconocieron días y horarios, en movilizaciones masivas que convirtieron varios domingos en lunes.
La gente en Sancti Spíritus ha preferido hacer, construir, pintar, engalanar, producir. Habría que mirar a los asentamientos de Potrerillo, Jíquima de Peláez o Paredes; al boquete El Coco o a la calle Tello Sánchez, en plena cabecera provincial; a esa escuela rural de Cuatro Caminos transformada también con el concurso de los padres; hay que caminar la ciudad del Yayabo para respirar los aromas del 26.
La conquista espirituana tiene detrás miles de nombres y apellidos, el rostro de las obras remozadas, de servicios reanimados, la estampa laboral de mucha gente, algunos llegados también de Camagüey, Cienfuegos y otros territorios.
Desde Sancti Spíritus se narrará mañana la historia; retumbará otra vez aquel asalto al porvenir. Allí, frente a la estatua de Serafín Sánchez, el amigo leal en el que tanto confió Martí, los espirituanos vivirán el colofón de una obra preñada de trabajo, unidad, compromiso con un protagonista principal: el pueblo.