Cuenta la leyenda que el nombre del pueblo de Caimito, fundado en el año 1820 y hoy municipio de la provincia de Artemisa, es fruto de una denominación circunstancial —como otras muchas ciudades del archipiélago—. A la entrada del caserío había un árbol del mismo nombre, el cual servía como punto de referencia para que los carretoneros que venían de Vuelta Abajo (Pinar del Río) pagaran cinco centavos por pasar por ese lugar. Pernoctaban en una fonda donde guardaban las carretas y cuando al siguiente día continuaban camino generalmente se despedían de sus compañeros y amigos con la frase de: “Te espero en el caimito”.
Ubicado al noreste de la Carretera Central, Caimito, con cerca de 40 mil habitantes, posee una valiosa historia revolucionaria que se remonta a los tiempos de la colonia, y resalta, entre sus grandes acontecimientos de la época neocolonial el haber sido sede en 1930 de la fundación de la Liga Juvenil Comunista, cuyo secretario general fue el combatiente y militante comunista Osvaldo Sánchez, quien además fundó la Liga Antimperialista y algunos núcleos de la Defensa Obrera Internacional.
Igualmente, del 20 al 22 de abril de 1934 allí se realizó en la clandestinidad el II Congreso del primer Partido Comunista de Cuba, con la presencia, de Lázaro Peña, Fabio Grobart, Ladislao González, Pedro Serviat y Severo Aguirre, entre otros insignes delegados que ascendieron a 67. Ellos eligieron a Blas Roca como Secretario del Comité Central del Partido. Las resoluciones discutidas favorecieron las formas de lucha del proletariado, los campesinos, la juventud, los negros y las mujeres; en tanto se cohesionó el movimiento marxista a nivel nacional.
El parque público, lugar de confluencias
En torno a todos esos acontecimientos sobresale el parque público, situado en la Carretera Central frente a la Iglesia de Caimito, el cual se construyó entre 1886 y 1887.
En sus predios existe una tarja que recuerda la visita del gran prosista, dramaturgo y poeta español Federico García Lorca, quien se quedó prendado del pueblo cuando en el verano de 1930 fue invitado por el pintor, impresor y escritor español —también perteneciente a la Generación del 27—, Gabriel García Maroto, quien vivió y pintó en esa ciudad durante tres meses.
De aquel encuentro, el bardo de mayor influencia de la literatura española del siglo XX escribió el poema Cielo Vivo; mientras que su amigo donó a la ciudad dos cuadros al óleo, uno del Apóstol José Martí y otro de Carlos Marx, conservados en el museo municipal.
El círculo social, el centro obrero y el parque público —llamado Parque Central— fueron lugares de recurrentes visitas de aquellas figuras de prestigio internacional, a las que se sumaron, el musicólogo español Adolfo Salazar y María Teresa Freire, destacada intelectual fundadora de la bibliotecología nacional; así como Jorge Mañach, Juan Marinello y Conrado Massaguer, quienes confraternizaron en las veladas culturales organizadas por Maroto, donde también asistían los obreros caimitenses. Fue, dijo Alejo Carpentier, una academia al aire libre.
Resurgir del parque
Luego de algunos periódicos trabajos de mantenimiento, hace poco, el gobierno del municipio decidió realizar una remodelación capital en el patrimonial parque público de Caimito, tarea lidereada por el destacado artista de la plástica Ángel Silvestre junto a Oriel Pérez (pintor y escultor) y Juan Carlos Rosado (artesano artista). Los dos primeros se encargaron de la ejecución de un enorme mural compuesto por cinco grandes y ovaladas cerámicas frías (300 x 200 cm cada una), emplazadas en un muro de 30 metros de largo por cinco de alto, levantado para tal fin, mientras que el tercero acometió la construcción de nuevos bancos que, vale anotar, precisan de sistemático mantenimiento.
Acondicionado con luces y plantas ornamentales, el parque ha adquirido un esplendor sin precedentes. Allí se realizan numerosas actividades culturales, muchas de ellas asumidas por los niños de diferentes escuelas del territorio, en tanto los adultos reviven memorias y anécdotas que enaltecen el sentido de pertenencia de los caimitenses, orgullosos de poseer un sitio estrechamente vinculado a la historia y la cultura de la nación.