Esta mañana vibró en los muros del Moncada Nuestra América, esa que va desde el Río Bravo hasta la Patagonia, y que llamamos desde la epopeya de Bolívar la Patria Grande.
Pocos de aquellos jóvenes que atacaron el cuartel Moncada en 1953 pudieron pensar que 60 años después se juntara la América al pie de las huellas que quedaron de la batalla y de su sangre generosa para reverenciarse ante su ejemplo.
Primero Nicolás Maduro, era él y a la vez el eterno Presidente Hugo Chávez, llamando al combate y la lucha, reconociendo a Cuba como inspiradora de un continente y como la esperanza de este.
Después desde el Uruguay sentí el respeto a la resistencia de esta Isla que enseñó a batallar, porque no hay derrota; “solo la sufren aquellos que no luchan”. En Evo Morales encontré la sabiduría del indio que se ha hecho inmenso, al recordar al líder indiscutible de la gesta, ese Fidel que es sostén de la lucha antimperialista. Y en las palabras de Daniel Ortega estaba Nicaragua, agradecida, denunciando el bloqueo injusto y criminal, y los actos terroristas que se han cometido contra el pueblo cubano. Para el Caribe, Cuba es solidaridad y entrega…
Fue el Moncada la revolución de la dignidad, fue la gesta que revivió el ideario de Martí, la que llenó de sueños a Latinoamérica, porque todo aquello que venga del Apóstol es América.
Allí, junto a Abel y sus compañeros caídos, estaba la América toda haciéndose grande. Honrando a Cuba, porque como también dijo una vez el Maestro: Honrar honra, y América se honró este día al reconocer que en la madrugada de la Santa Ana de 1953, cuando en Santiago de Cuba y Bayamo sonaron clarines mambises y tableteos de ametralladoras, se gestaba el futuro del continente y se iniciaban sueños de amor y justicia.