Pronto la sociedad cubana estará inmersa en un análisis de su presente y futuro mediante el estudio y debate de importantes documentos rectores del VII Congreso del Partido: el Proyecto de conceptualización del modelo económico y social cubano de desarrollo socialista y el del Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030.
Como se ha afirmado, son textos complejos y abarcadores que marcarán la ruta del proceso revolucionario cubano, por lo cual es preciso crear las condiciones para que cada cual en su ámbito exprese con entera libertad sus criterios, esclarezca dudas o proponga ideas que los enriquezcan, porque lo fundamental es que se comprenda hacia dónde pretende encaminarse la nación y ese rumbo cuente con el apoyo mayoritario del pueblo.
Hace ya 16 años, en la celebración del Primero de Mayo, Fidel resumió el concepto de Revolución que es hoy el punto de partida de los documentos puestos a consideración de amplios sectores de la sociedad cubana.
Bastan dos frases de esta definición para comprender el alcance de lo que se nos propone. “Revolución es sentido del momento histórico”, es la primera de ellas. Nadie duda que vivimos una coyuntura particularmente decisiva en el camino independiente que conquistamos hace más de medio siglo. Por ley de la vida la generación histórica que protagonizó ese cambio y ha guiado hasta nuestros días las transformaciones en la nación cubana, deberá ceder el paso a los “pinos nuevos” y se ha empeñado en dejarles como legado las bases teóricas y las características esenciales del modelo económico y social al que aspiramos y un proyecto de desarrollo a largo plazo para que les sirva de guía, confiada en que quienes la sucedan serán capaces de continuar y mejorar la obra.
Con ello los forjadores y los que se les han ido sumando a lo largo de estos años en la difícil tarea de conducir el proyecto de país están realizando una revolución dentro de la Revolución, encaminada a colocarla a tono con los complejos tiempos que vivimos, en condiciones de enfrentar los actuales desafíos y los que están por venir. Y esa perspectiva está plasmada en estos documentos, que no son fruto de la improvisación sino de varios años de reflexión y aportes especializados para hacerlos profundos e integrales.
En la esencia de los textos está otra frase expresada por Fidel al definir el significado de Revolución: es “cambiar lo que tenga que ser cambiado”, y lo ratificó en el VII Congreso con otras palabras: “perfeccionaremos lo que debamos perfeccionar”.
Se trata de pasar de una economía de resistencia —a la que nos han obligado las circunstancias— a otra de desarrollo, del cual depende la sostenibilidad del socialismo, requerida de ritmos y estructuras de crecimiento de la economía que aseguren la prosperidad.
Ser próspero, a diferencia de lo que muchos puedan pensar, no consiste solo en disponer de recursos económicos, sino en la garantía de justicia social ratificada en estos documentos.
En los textos a consulta se recoge la necesidad de crear las condiciones para que se puedan materializar tanto los propósitos a nivel global como los proyectos familiares e individuales y que ellos se alcancen mediante el trabajo digno, con una retribución justa en correspondencia con la cantidad, calidad y complejidad de la labor, lo cual hoy, por diversas causas, está distorsionado.
Hay conciencia sobre la necesidad de enderezar deformidades, como la posición de la empresa estatal socialista, que siendo la principal forma de gestión de la economía nacional, está en desventaja en relación con el trabajo no estatal a causa de la dualidad monetaria y cambiaria; y se impone buscar soluciones a otros fenómenos negativos vinculados al empleo, como el éxodo de trabajadores hacia actividades de menor calificación y al exterior.
No necesitamos recetas importadas para resolver los problemas. Construir un socialismo verdaderamente próspero y sostenible depende de nosotros mismos y existe voluntad para lograrlo.
En ese empeño nos toca enfrentar dos grandes obstáculos: uno externo, que es el persistente bloqueo económico, comercial y financiero de Estados Unidos, y otro interno señalado por Raúl: el lastre de una mentalidad obsoleta, que conforma una actitud de inercia o de ausencia de confianza en el futuro.
Auscultar el sentir nacional y hacer que sus latidos marquen el pulso de la Revolución es otro acto de la democracia participativa que nos distingue ante las grandes decisiones del país y lo asumiremos con unidad y optimismo porque nos hará más fuertes.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …