Heroicidad compartida

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Lázaro Fernando Expósito Canto ha replicado en el pecho de millones la estrella dorada que le entregaron el 1 de Mayo.

Foto: Guibert
Foto: Guibert

Se la ha regalado a los caibarienenses, a los villaclareños, a los granmenses y a los santiagueros, pero otros de tantísimos lugares de Cuba también han decidido a voluntad tomar un pedacito para sí.

Esta es, a no dudarlo, una heroicidad compartida, sin precedentes, que rompe el molde, un poco por el desempeño laboral de quien la ostenta y más que todo, por la pública manera de generar adeptos, y el especial modo en que nos acerca a Martí: honrar, honra.

Cuántos símbolos y cuánto simbolismo en un solo gesto, en un solo minuto: Raúl, la estrella solitaria, la guayabera blanca, el maestro devenido dirigente de pueblo que con su quehacer cotidiano nos recuerda que el Che no erró al hablar del cuadro como columna vertebral de un proyecto y del hombre nuevo en la patria nueva.

Tal vez en los orígenes humildes de su barrio de Caibarién Lázaro encontró los asideros para apegarse  y compartir con la gente, amalgamarse a ella, lo mismo en medio del huracán arrasador de lo material y lo espiritual, que en el epicentro bullanguero y sudoroso de la más trepidante conga santiaguera.

Tal vez fue de ese mar anchuroso y profundo de su terruño natal, de donde sacó las energías para cual Mackandal renacido estar aquí y allá, en el más impensado de los sitios, en horarios que rompen la rutina, en un cementerio, un quirófano, una panadería, una funeraria, un aula, una calle, la morgue, un cañaveral, un parque, la casa de un combatiente, el bohío de un guajiro.

En cada espacio Lázaro, madrugador irremediable, desnuda sus raíces del maestro y director de escuela que fue allá por la década del 70, y da lecciones de lujo echando manos a un caudal de verbos bien aprendidos: criticar, sugerir, escuchar, indicar, comprobar, ayudar, crear, compartir, ser y estar.

Peldaño a peldaño se forjó los modos propios de no conformarse y tener un surtidor de ideas, siempre renovando las ganas de aportar y de hacer, primero en el Poder Popular y el Partido de Caibarién, luego como primer secretario de esa organización política en Santa Clara, más tarde en igual cargo en la provincia de Granma, y desde 2009 en Santiago de Cuba.

Los éxitos de su liderazgo se saben y comentan, pero los pequeños detalles que los complementan, el sello personal que les imprime, no siempre trascienden, salvo en casos como este, cuando importa saber, para aprehenderse de su estilo y multiplicarlo, que su condición de Héroe del Trabajo tiene como telón de fondo una vocación innata por el bien común.

“Fidel y Raúl, nuestros mártires y héroes son la inspiración”, ha expresado en reiteradas ocasiones, y bastan sus palabras para darnos cuenta que este es un hombre sincero, que abraza fuerte, que dedica tiempo al obrero, al discapacitado, y al erudito, que siente lo que dice y dice lo que siente, que no promete y sí cumple, que pone el corazón en cada tarea y que ha triunfado pública y privadamente porque no hay cosa que asuma sin altas dosis de entusiasmo e infinitas porciones de amor.

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