Por Hugo Pons*
Una ojeada a un reconocido diccionario permite identificar el ahorro como la acción y efecto de ahorrar. Así, resulta entendido como no malgastar, reservar dinero separándolo del gasto ordinario. Es decir, ante una interpretación simplista es posible acercarse a que conduce a la obtención de mayores recursos.
Así sucede con el ahorro frente a su contrario, el desahorro y el malgasto. El primero conduce inexorablemente a disponer de mayor cantidad de recursos futuros. Los segundos, se convier ten en vía directa de dilapidación de ellos. Pero el ahorro es solamente efectivo si cumple determinadas reglas y normas de consumo que enmarcan los límites. Su transgresión lo convierte en su contrario.
De ahí que se transforme en fuente, como reserva de recursos, y en potencial malgasto cuando esas reglas no se cumplen. Por lo que gestionar el ahorro, como potencialidad para el ingreso de las entidades, empresas u organizaciones debe respetar los límites exigidos en los procesos en que tiene lugar.
Esa gestión implica la adquisición de los conocimientos indispensables que propicien ese objetivo. En primera instancia de una cultura de ahorro efectivo, que tribute a elevar los niveles de eficiencia en la actividad productiva y de servicios por aquellos involucrados en su quehacer. Tanto de los trabajadores directos como indirectos, sin exclusiones. Lo efectivo, en este caso, se refiere a que se obtengan productos y servicios que respondan a las necesidades reales de los consumidores, para la producción o la satisfacción de necesidades individuales. Señalado de otra manera, que broten del estómago o de la cabeza.
Adicionalmente, el ahorro articula también de manera especial con un concepto de extraordinaria importancia, el de calidad. Cuando esta no se aviene a los patrones normativos, el producto o servicio no cumple su cometido. Cabe entonces preguntarse si realmente existió un ahorro al no malgastar los recursos para lograrlos, si al final deben ser reproducidos en un tiempo menor al concebido desde su diseño o planificación. Sin contar que no satisfacen la expectativa del consumidor. Esto conduce a considerar que el ahorro, como proceso, articula con el factor tiempo.
Desde esta óptica, en dos dimensiones, la duración del producto, cualquiera que sea su forma y el tiempo para crearlo. Así, a veces el ahorro en materiales se convierte en desahorro de tiempo. Esto genera efectos de desahorro, con consecuencias no siempre directas. Un servicio de reparación de equipos, que economiza parte de los materiales esenciales para extender la vida útil de un medio, puede provocar la necesidad de adquirir el equipo nuevo antes de tiempo. Emplear esa reserva real en función del desarrollo, en todas sus manifestaciones depende de organizar ese proceso, como parte integral de la gestión empresarial en cualquier ámbito. Es decir, en correspondencia con una estrategia en que se trascienda lo exclusivamente eficiente, al ser eficaz y por tanto, efectivo. A ello se une la conveniencia de expresarse en un plan objetivo, concreto y específico, que responda y sea controlado. Conocido por cada trabajador, en la capacidad de qué y en qué puede ahorrar, en beneficio de la producción, los servicios, la eficiencia, la calidad y la materialización de los planes.
*Doctor en Ciencias Económicas
A mi entender la palabra clave es «eficiencia». Eso de «ahorro», «desahorro», y «malgasto» está obsoleto. Se es eficiente ó se es ineficiente.
Me gustó el último párrafo. Es obvio, no se puede hacer más con menos porque afectamos el producto en calidad, vida útil, que además trae como consecuencias pocas ventas, insatisfación del cliente, etc; que al final todo esto afecta el fin con que fue creado este producto: generar ganancias.
Para «hacer bien la cosa» o en este caso el producto, debemos cumplir con tres sistemas fundamentales:
1. Sistema de gestión de la calidad. Sin este no llegaremos a ningún lado.
2. Sistema de gestión energética. No es ahorrar o dejar de consumir la energía requerida en el proceso, sino eficientemente la que se necesite.
3. Sistema de gestión ambiental. Para obtener las licencias y demás obligaciones regulatorias, además para contribuir a un medio ambiente lo mayor limpio posible.
El significado de ahorro es dejar de consumir algo, o consumirlo en menor medida que antes. La eficiencia es el aprovechamiento óptimo, sin incurrir en carencias.
Disculpen si he metido delicadamente «la pata» en alguno de mis comentarios; solo es la opinión personal de un sencillo Ingeniero Civil y Máster en Eficiencia Energética que ve muchas ineficiencias y cosas mal hechas y que no tiene voz ni voto para cambiarlas o mejorarlas. Pero bueno, trabajamos en base a mejorarlas.
La mayoría de los cubanos cuando escuchan la palabra ahorro, enseguida piensan en la electricidad. Esto es un concepto erróneo, y diría yo «garrafal». Primero por el mal empleo de la acción buscada de «ahorro», y segundo porque podemos ser eficientes en la gestión de la gran mayoría de los recursos con los que trabajamos, empleo de equipos, métodos de trabajo, y hasta estilos de vida.
Solo es cuestión de adquirir los conocimientos necesarios, ó los que dominamos estos, de hacerlos llegar al resto de la población que los desconoce. Creo que sería la mejor solución.
By the way, muy bonita la foto, pero hubiera quedado mejor con 1 peso y no con 1 Euro.
Gracias
ahora en los joven club se cobra el servicio, y resulta que se deja de ingresar porque a las 11 de la mañana hay que cerrar el centro porque ya se consumio la electricidad planificada para el dia, ¿se esta ahorrando o se esta dejando de obtener ingresos?