Cargando...
Por Frank Padrón
Últimos días de una casa (Lourdes de los Santos) y Mirtha… (Lourdes Prieto) son dos nuevos documentales del patio que reúnen indistintamente a cuatro féminas; estas realizadoras se acercan desde sus respectivos lentes a dos artistas, una de las letras (Dulce María Loynaz) y otra del cine y el teatro (Mirtha Ibarra).
Seleccionado por la crítica cubana como el mejor documental del año pasado, Últimos días… retoma el título del conocido texto escrito por la insigne poeta, Premio Cervantes, para aproximarse justamente a la morada de la ilustre familia (los hermanos Loynaz) lamentablemente convertida en ruinas.
La realizadora (a quien debemos, entre otros, notables filmes como Identidad o Son para un sonero) se acerca no tanto al inmueble ubicado en Línea y 14, en el Vedado, como a sus fantasmas. La propia escritora (que allí concibió la obra Jardín y vivió sus años más fructíferos desde el punto de vista intelectual), el novelista Alejo Carpentier o el historiador de la ciudad Eusebio Leal, se refieren a la importancia de ese mítico recinto que además de cobijar durante tanto tiempo a los Loynaz recibió visitas tan significativas como la de los colegas de la anfitriona, el español Federico García Lorca o la chilena Gabriela Mistral.
Entre la nostalgia y la conciencia de una pérdida arquitectónica que se lamenta, la cámara se debate entre el testimonio, la imagen de archivo y los versos del poema emblemático, todo encomiablemente insertado y alterno, para resultar un filme tan sencillo como sensible, que toca hondo a todo espectador.
Por su parte, la otra Lourdes (Prieto), autora entre otros del excelente documental Hay un grupo que dice, sobre el Grupo de Experimentación Sonora del Icaic (que comentáramos desde estas mismas páginas) sigue a otra mujer ilustre, esta vez en los linderos del cine y el teatro: Mirtha Ibarra, que va desde su nutrida obra teatral (Weekend en Bahía, Tiene la palabra el camarada Mauser, incluyendo obras propias como Obsesión habanera y Neurótica anónima) a sus aplaudidas incursiones en la pantalla grande (Hasta cierto punto, Fresa y chocolate, El cuerno de la abundancia…)
Realizado por la Casa Productora de Documentales Octavio Cortázar (Uneac), admira la manera en que se han ensamblado las imágenes fílmicas, las fotos, los videos domésticos, los fragmentos escénicos, con las declaraciones de la homenajeada, que no aparece hablando en pantalla como ocurre tanto dentro de las narrativas más tradicionales del género, sino mediante su voz in off, comentando los sucesos de su vida artística y personal —tan vinculadas— lo cual se va complementando y enriqueciendo con ese extraordinario material de imágenes que Lourdes ha logrado fichar y plasmar con creadora perspectiva cinematográfica, apoyada en rubros tan decisivos como el montaje (Jorge Gómez La O) y la fotografía (Raúl Rodríguez); pese a ser muy hermosa la partitura concebida por José María Vitier, pienso que debió racionalizarse mejor su apoyatura, algo excesiva y redundante.
Estamos ante eso que se ha dado en llamar “documental de puesta en escena”, algo muy pertinente para una actriz que ha hecho de ese poderoso medio, una verdadera religión.
Capítulos como el dedicado a su inolvidable compañero Titón, figuran entre los más hermosos y cristalizados del filme, que evita efectismos y momentos sensibleros para anclar su discurso en una complicidad y una sensibilidad a toda prueba. Debe destacarse, en tanto paratexto, la exposición curada por Alicia García y Jorge G. Frómeta (montada por este en el lobby del Chaplin) que bajo el título de Rostros de difícil sombra , logró complementar con un rico y vasto despliegue fotográfico sobre la vida y obra de la artista, lo que entrega ampliado y enriquecido el documental de Lourdes Prieto.
