Olivia Rodríguez Medel y Andrés Luis Herrero Pérez, estudiantes de Periodismo
Entre la espada y la pared. Así pensamos que se siente la lectora Cintya Teresita Boudet Garzón, que reside en calzada de Aldabó, No. 11304, entre E y Final, en el capitalino reparto de Altahabana.
En su carta expone que no quiere perder el puesto como secretaria de la sala de cirugía del hospital Enrique Cabrera, donde labora desde hace 17 años, pero tiene un núcleo familiar pequeño con uno de sus integrantes discapacitado, lo cual conlleva muchas responsabilidades hogareñas.
Explica que salió de vacaciones el 19 de agosto del 2015 por dos semanas, aunque tuvo que liquidar 10 días más que le restaban de descanso para poder acceder a una licencia sin sueldo de tres meses, pues su madre padece demencia senil y, como es lógico, requiere atenciones especiales.
Alega que el jueves 14 de enero debía incorporarse y le fue imposible porque no cuenta con una persona que se encargue del cuidado de su familiar y ni pensar en pagar ese servicio, porque está fuera de su alcance; al igual que comprar culeros desechables para adultos, tan necesarios en estos y otros casos, pero cuyo valor asciende a casi 10 CUC el paquete.
Tal escenario, reflexiona, compromete la permanencia en el puesto laboral y la situación económica hogareña, debido a que la chequera de su mamá es insuficiente.
Entonces, pide con urgencia una respuesta a sus preguntas: ¿En estas circunstancias existe una ley que ampare al trabajador para no perder su vínculo laboral? ¿No pueden las licencias, aunque sean sin sueldos, alcanzar el plazo de un año?
Como esta, otras familias sufren situaciones similares y no solo por problemas netos de salud, sino también vinculados al envejecimiento poblacional. Igual que Cintya, otros tienen confianza y esperan el remedio a sus problemas, pues de acuerdo con lo que ella afirma, la seguridad social y el bienestar ciudadano son baluartes de la Revolución.