De pie, y con reiterados ¡Bravo!, el público habanero ofreció prolongadas palmas al término del estreno de Protocolo, texto del joven dramaturgo Abel González Melo llevado a las tablas por Argos Teatro (AT) mediante una coproducción entre esa compañía que dirige el prestigioso teatrista Carlos Celdrán —recién electo Premio Nacional de Teatro 2016— y Artífice Escénico, de España, con los estelares trabajos de los actores madrileños Paloma Zavala y Ernesto Arias.
En una versión libre de Un enemigo del pueblo (En folkefiende, título original en noruego), de Henrik Johan Ibsen (Skien, 1828-Cristianía, 1906) —publicada en 1883—, Protocolo constituye una suerte de acto de fe de González Melo en la creación ibseniana. Su puesta se produce unos meses después del éxito que durante el último Festival de Teatro de La Habana tuvo su adaptación de Casa de Muñecas, también de ese autor, que bajo el cartel de Mecánica —premios Nacional de Dramaturgia José Antonio Ramos, y Villanueva, de la crítica, ambos de la Uneac—, igualmente dirigida por Celdrán, fue uno de los espectáculos más elogiados en el referido evento.
El propio Abel, considerado como el dramaturgo cubano joven más internacional, reconoce que Ibsen “es ya una obsesión en mí”. Y tal vez lo sea por los análisis y críticas que en torno a determinados fenómenos de carácter social recurren en la producción literaria del importante escritor y poeta escandinavo, uno de los más influyentes en el drama contemporáneo, precursor del realismo moderno y del teatro simbólico.
Las actuaciones de Ernesto (Tomás) y Paloma (Petra), exponen sobre las tablas los difíciles rejuegos psicológicos y temperamentales de sus personajes, mediante un discurso actual y bien estructurado que transita desde la ternura hasta exaltados matices en sus estados anímicos.
Se trata de un entretejido de encuentros y desencuentros en los que el amor, los resentimientos, el miedo, la mentira, el poder, la avaricia, los valores espirituales y la preservación de elementales principios éticos y humanísticos, se ponen de relieve en los diálogos entre la alcaldesa de una ciudad del Mediterráneo y su esposo, un reconocido médico especializado en la investigación de las aguas de aquella zona, donde se ha construido un balneario que ha devuelto el esplendor económico a la región y a sus habitantes.
Estrenada en Oslo en 1883, con sucesivas funciones desde ese mismo año hasta 1887 en casi toda Europa, amén de su adaptación para Broadway en 1950, por el dramaturgo estadounidense Arthur Miller, disímiles acomodos en el guion de Un enemigo… también han sido expuestos en Argentina, Ecuador y otros países de Latinoamérica. En 1978, el director George Schaefer la llevó al cine norteamericano (An Enemy of the People aka) con guion de Alexander Jacobs y A. Miller, y las actuaciones de Steve McQueen y Bibi Andersson.
González Melo cumple el anhelo de “escribir una obra para Ernesto y Paloma, quienes protagonizaron en el 2013 la versión española de Chamaco”, asimismo de él y dirigida por Celdrán. Y lo hizo a partir de una pieza representada una pieza hace diez años en Cuba bajo la dirección artística del mismo teatrista.
Desde el año 1893 en Barcelona y hasta el presente Un enemigo… ha sido llevada a coliseos de diferentes ciudades hispanas. En 1981 se transmitió una adaptación para Televisión Española, por lo que el tema de esta pieza —que tal vez pronto pueda disfrutarse en la Península Ibérica—, es conocido por el público de ese país donde hace nueve años se escenificó en el Centro Dramático Nacional.
Las esencias del libro de Ibsen, recreadas por el autor de Protocolo, prontamente establecen comunicación con el público de cualquier latitud, a pesar de las variaciones que González Melo introdujo al texto original, concebido con unos diez personajes, de los cuales solamente rediseñó dos, los esposos Petra y Tomás; aunque otros son enunciados a través del discurso, como Hovstad, redactor de El Mensajero del Pueblo, quien tiene gran protagonismo en la pieza del célebre noruego.
Tomás (el Doctor Stockmann, en el escrito primario), descubre una bacteria en el agua que se consume en un hotel de esa ribera del Mediterráneo, lo cual puede poner en riesgo la salud de los visitantes que allí se hospedan e incluso la de toda la población, por lo que advierte sobre tal peligro. Esa acción lo enfrenta al poder de la ciudad, representado por la alcaldesa Petra, mujer de fuerte temperamento cuyo nombre, en el libro de Ibsen, realmente se corresponde con el de uno de los tres hijos del galeno (Abel solo describe a un descendiente de la pareja). A través de ella se confrontan intereses económicos que priman sobre el noble y responsable oficio de su marido.
Con notable síntesis, el autor de Protocolo establece un contrapunteo dramático entre los dos personajes, a fin de sensibilizar al espectador con un asunto de gran resonancia en estos tiempos, empeño en el que se establece una armónica labor entre González Melo, Celdrán, Ernesto y Paloma, amén de los aportes de una escenografía minimalista vinculada al sólido estilo de Argos Teatro.