Una telenovela con muchas caras

Una telenovela con muchas caras

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Telenovela Dos Caras. Foto: tomada de internet
Telenovela Dos Caras. Foto: tomada de internet

 

Buena parte de Dos caras, la telenovela brasileña que transmitió Cubavisión,  transcurrió entre el tedio de situaciones  alargadas e insustanciales, y algunos  puntos de giro, que garantizaron, al menos, que la teleaudiencia no se aburriera  demasiado.

En algún momento elogiamos aquí el interesante espectro temático de la teleserie, que se proponía recrear venturas  y desventuras en dos “mundos” perfectamente establecidos, contrastantes y  coexistentes del Brasil contemporáneo:  los lujosos repartos residenciales y las  favelas pobres aunque pujantes.

El mero planteamiento ya ofrecía infinidad de posibilidades, que la telenovela de cierta manera explotó. Dos  caras hizo la crónica de la inevitable interacción de los dos polos, protagonizada por personajes que se movían de uno  a otro rompiendo fronteras más o menos  palpables.

Por si fuera poco, abordó también aspectos polémicos de aquella realidad, que también son universales: los entresijos del poder (Juvenal Antena devino  sugerente arquetipo de ciertos políticos);  los prejuicios por el color de la piel (y las  marcas de identidad que esa circunstancia conlleva); la orientación sexual y sus  disímiles expresiones; el rol de la educación; la corrupción y su incidencia en el  entramado social…

Pero, como resulta natural teniendo en cuenta el formato, el plato fuerte de la telenovela fue la escabrosa relación de amor-odio de sus protagonistas. Y ahí estuvo también, aunque sea una paradoja, uno de los puntos débiles de la gran  trama. Y no precisamente por la sorprendente regeneración del villano Ferrazo a  puro golpe de amor (les recuerdo, esta  es una telenovela), sino por la errática y  desvaída manera en que fue contada esa  historia.

Transcurren capítulos más capítulos en los que María Paula y Ferrazo  parecían simples personajes secundarios, absorbidos por la marea de las  demás tramas. Alguien pudiera replicar que esta fue una telenovela coral,  al estilo de tantas otras producciones  brasileñas. Pero lo cierto es que los  itinerarios de otros personajes relevantes también se regodearon más de  la cuenta. Hubo capítulos en que no  pasaba nada: puro relleno aderezado on elementales brochazos de humor o tragedia.

Dos caras repitió sin complejos las fórmulas de siempre, algo que a primera vista no es un defecto, pero aquí se extrañó un poco más de sustancia y de riesgo. No vamos a hacer demasiado énfasis  en vulnerabilidades de la puesta, como  esa secuencia poco verosímil del disparo  de la desequilibrada Silvia (qué manera  de entrar y salir gente de esa habitación,  cuánto tiempo perdido que hubiera podido aprovecharse en neutralizar a la  delincuente); digamos simplemente que  la factura no desmerece, en ninguna de  sus especialidades, del estándar de calidad de la televisora Globo.

No pocos televidentes habrán quedado un poco decepcionados, ante la  relativa superficialidad del tratamiento  de determinados temas; pero a otra parte importante de los espectadores no les  resulta primordial la recreación de un  contexto: solo necesitan romance y peripecias. Dos caras, a todas luces, no marcó un antes y un después. Fue, en todo  caso, una telenovela más. Dentro de un  tiempo apenas será recordada.

Y ahora… Imperio

Y seguimos con Aguinaldo Silva, pues la telenovela que sustituye a Dos caras es también de la autoría del célebre teledramaturgo brasileño. Pero la buena  noticia es que ahora podremos disfrutar  de una producción estrenada hace poco  más de un año: Imperio, protagonizada por la primera actriz Lília Cabral,  Alexandre Nero y Leandra Leal, con dirección de Rogério Gomes.

Según la televisora Globo, la historia se divide en dos fases: en la primera  el protagonista José Alfredo se convierte en contrabandista, al ser separado  de su gran amor por la manipuladora  Cora. Desilusionado, entra en el mundo  del contrabando de piedras preciosas y  construye un imperio junto a la aristócrata María Marta. En la segunda parte, José Alfredo es un millonario que ve   su imperio amenazado por la llegada de  Cristina, su hija ilegítima, y la lucha de  su mujer e hijos por el patrimonio familiar.

La telenovela ha tenido una gran acogida en la decena de países en que se ha estrenado y llegó incluso a obtener el premio Emmy Internacional el pasado año. Habrá que ver qué pasa con el público cubano. Tiempo al tiempo…

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