Por los pasos del Apóstol, podría denominarse el recorrido que hizo Fidel Castro por Estados Unidos en 1955 para organizar a la dispersa emigración cubana y recaudar fondos, como lo haría Martí, para la insurrección. En un gran acto en Palm Garden ante un nutrido grupo de emigrados, dio a conocer algo más que una promesa, un compromiso de honor con su pueblo sometido a la dictadura de Fulgencio Batista. “(…) Puedo informarles con toda responsabilidad que en el año 1956 seremos libres o seremos mártires. Esta lucha comenzó para nosotros el 10 de marzo, dura ya casi cuatro años y terminará el último día de la dictadura o el último día nuestro”.
Y la coincidencia de este recorrido con el realizado por el Maestro en el siglo XIX, no era casual. “En la filosofía democrática y revolucionaria de Martí basamos nosotros firmemente nuestra postura –dijo en respuesta a un ataque que le hicieran en las páginas de la revista Bohemia- nos hemos propuesto continuar su obra, porque somos fieles a su pensamiento con hechos y no con palabras, porque estamos dispuestos a convertir en realidad la Cuba que él soñó, frustrada por los mercaderes de la política, los ambiciosos y los malos gobiernos”.
Como parte de los preparativos para reiniciar la lucha armada en la patria tuvieron lugar dos importantes hechos: El encuentro de Fidel, como líder del Movimiento 26 de Julio y el líder estudiantil y del Directorio Revolucionario José Antonio Echeverría, en agosto de 1956. Ambos firmaron lo que se conoció históricamente como la Carta de México, en la que ambas organizaciones decidieron unir sus esfuerzos en el propósito de derrocar la tiranía y llevar a cabo la revolución cubana.
En ese mismo mes, y después en octubre, Fidel se reunió también en tierra mexicana con el Jefe de Acción del Movimiento en la Isla, Frank País. En esta última fecha ambos ajustaron los detalles del plan de apoyo al desembarco de la expedición que llevaría a la vanguardia libertadora a Cuba. En ese encuentro, Frank solicitó algo más de tiempo para equipar un mayor número de armas y lograr mejor preparación, sin embargo, Fidel mantuvo su decisión de en ese año de 1956 reiniciar la lucha.
El entrenamiento de los futuros expedicionarios marchaba aceleradamente, la embarcación que se consiguió, con el nombre de Granma, empezó a alistarse para la travesía.
En esa vorágine el proyecto revolucionario sufrió un duro golpe, debido a la traición de un desertor de uno de los campamentos donde se realizaban los entrenamientos. Se perdió parte del armamento y los proyectiles y fueron apresados dos combatientes.
Es en esa coyuntura que el dirigente comunista Flavio Bravo arribó a México a nombre del Partido Socialista Popular para coordinar acciones con Fidel, como lo había hecho poco antes otro integrante del Partido, Osvaldo Sánchez.
En opinión del PSP la situación interna del país no hacía recomendable el comienzo de una insurrección armada en ese año, que estaba próximo a finalizar, y por tanto la expedición a Cuba debía ser pospuesta, y sugería la presentación por Fidel de una carta abierta a todos los partidos, trabajadores, campesinos, jóvenes e instituciones cívicas convocando a la lucha unida, además de que el desembarco podría ser secundado con una huelga azucarera, sector laboral de gran fuerza en la Isla, pero ello no podría producirse hasta después de iniciada la zafra en el mes de enero.
Fidel entendió los argumentos, pero se mantuvo firme en su promesa al pueblo, además de que los revolucionarios estaban expuestos a una tenaz persecución y tenían por tanto que actuar sin demora.
El 25 de noviembre se produjo la salida del yate Granma del puerto de Tuxpan. Cuando estalló el alzamiento de Santiago de Cuba planeado para apoyar el desembarco, todavía la embarcación estaba navegando. Finalmente llegaron a la patria el 2 de diciembre. Después vino la odisea de atravesar los manglares hasta llegar a tierra firme, el cansancio, el extravío de algunos compañeros, el fuego de la aviación contra los manglares de Las Coloradas por donde habían acabado de transitar, el refugio tres días después en un pequeño cayo de monte, cercano a un cañaveral de la colonia nombrada Alegría de Pío, donde se produjo el sorpresivo encuentro con las fuerzas de la tiranía que sembró la confusión y la dispersión en los revolucionarios…
Pero la decisión de lucha se mantuvo firme, en medio de la adversidad. La resumió Juan Almeida con su grito: ¡Aquí no se rinde nadie!
Días después los sobrevivientes de la persecución desatada por los militares contra los expedicionarios que sembró sensibles claros en sus filas, lograron reagruparse. El optimismo de Fidel se impuso a la adversidad. Sobre aquellos momentos narró el Che: “Unos quince hombres destruidos físicamente y hasta moralmente, nos juntamos y solo pudimos seguir adelante por la enorme confianza que tuvo en esos momentos decisivos Fidel Castro, por su recia figura de caudillo revolucionario y su fe inquebrantable en el pueblo.”
A partir de ese momento la promesa que había llegado a bordo del Granma empezaría a ser cumplida.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …