La instauración de la República de Cuba, el 20 de mayo de 1902, tenía como factor condicionante de limitación de su soberanía el apéndice constitucional conocido como Enmienda Platt, al calor de la cual se produjo la segunda intervención (1906-1909). Si bien, este era un instrumento de dominación articulado para poner fin a la ocupación militar (1899-1902) y construir los lazos íntimos y fuertes que debían ligar a Cuba con Estados Unidos, según el objetivo que había señalado el presidente William McKinley en 1899, podía también ser inconveniente en determinadas coyunturas. De ahí que se diseñaran variantes para tratar con los asuntos internos cubanos desde la utilización de ese mecanismo.
La experiencia de la segunda intervención, justo cuando el presidente Teodoro Roosevelt enarbolaba a Cuba como ejemplo del éxito de la política norteña ante el resto del continente, y en el contexto de la preparación de la tercera conferencia panamericana a celebrarse en Río de Janeiro en 1906, había mostrado la necesidad de prevenir posibles acontecimientos inoportunos. Para ello podía servir la propia Enmienda Platt, pero manejada de acuerdo con las circunstancias.
El presidente William Taft (1909-1913), quien como secretario de la Guerra había estado en Cuba en 1906, ocasión en que asumió el gobierno de la Isla temporalmente al iniciar la segunda intervención, formuló la definición para Cuba de lo que se denominó “política preventiva”. Taft definió esta modalidad en términos de hacer todo lo que estuviera en las facultades de Estados Unidos para inducir a Cuba a evitar todos los motivos que pudieran hacer posible la intervención. Sin duda, la situación de 1906 había sido incómoda para el país del Norte, por lo cual, y desde esta experiencia, llevaba a la creación de vías algo más flexibles que pudieran ser aplicadas en correspondencia con las coyunturas.
La intervención preventiva empleada desde entonces tuvo diferentes maneras de concretarse. Hubo desembarcos limitados de marines, hubo presiones y amenazas de intervención, hubo acciones directas del ministro estadounidense sobre el Gobierno cubano y también llegaron enviados especiales para ejercer un control más directo sin que apareciera oficialmente como una intervención formal directa. De esta manera se había articulado un procedimiento que incluía diversas maneras de actuar.
Durante la presidencia de Taft se utilizó fundamentalmente la amenaza o el desembarco de tropas, con carácter limitado y en lugares escogidos, frente a momentos que anunciaban convulsiones. Así ocurrió durante 1911 cuando se produjo el llamado “Movimiento Veteranista”. Esto se ocasionó cuando los veteranos de la independencia, quienes se habían organizado en la Asociación Nacional de Veteranos de la Independencia en 1909, presentaron demandas que incluían la protesta por los lugares de privilegio que ocupaban en las esferas gubernamentales los que habían sido enemigos de la independencia durante la guerra. En un Manifiesto, los veteranos decían que los cubanos habían compartido con todos, sin exclusiones debido a las actitudes del pasado, no se había tomado venganza de los traidores a la patria, pero “Lo único que no podía, sin demencia, ofrecerles era la dirección de la nueva República. No podían resguardar nuestra libertad; (…).”[1] Los antiguos mambises invocaban la penalidad que se reservaba a los traidores para argumentar lo imperioso de separar a quienes lucharon contra la patria de los cargos de gobierno. Esto generó una situación de intranquilidad ante la cual llegaron las presiones norteñas dentro de la política preventiva.
En ocasión de la inquietud veteranista, el ministro estadounidense, Arthur M. Beaupre, transmitió una nota al Gobierno cubano donde decía que esperaba que “el Presidente y el Gobierno de Cuba eviten una situación amenazante, que obligaría al Gobierno de los Estados Unidos a pensar, muy a pesar suyo, en las medidas que habría de tomar en cumplimiento de las obligaciones que le imponen sus relaciones con Cuba.”[2]
En 1912, cuando aún los veteranos mantenían sus reclamos, se produjo el alzamiento organizado por el Partido Independientes de Color ante su ilegalización, hecho que provocó la inmediata reacción norteamericana, tanto en amenazas como en presencia en territorio bajo soberanía cubana de fuerzas de las acantonadas en la Base Naval de Guantánamo. En esta ocasión, Beaupre volvió a entregar una nota al Secretario de Estado cubano en la que le participaba que su Gobierno había enviado un cañonero a la bahía de Nipe como medida de precaución, además de la reunión de una fuerza naval en Cayo Hueso en previsión de lo que pudiera ocurrir y que “en caso de que el Gobierno de S.E. no pueda o deje de proteger las vidas y haciendas de los ciudadanos americanos” su Gobierno “desembarcará fuerzas para prestar la protección necesaria”, lo cual no debía considerarse como intervención.[3] La respuesta cubana, redactada por Manuel Sanguily como secretario de Estado, se hizo en términos de defensa de la soberanía, pero aquello culminó en una masacre contra los alzados.
Esta política se aplicó en otros momentos posteriores, entre ellos cuando se produjo un nuevo alzamiento en 1917, esta vez contra la reelección fraudulenta de Mario García Menocal; pero la ocasión era totalmente inapropiada para enfrentar una situación insurreccional en la Isla del Caribe: se desarrollaba la Primera Guerra Mundial y justo en ese año Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y luego a Austria Hungría, gesto que fue secundado de inmediato por el Gobierno de Cuba. El ministro estadounidense de entonces, William E. Gonzales, actuó en apoyo al gobierno menocalista, por lo que presionó a los liberales para que depusieran las armas. De todas formas, en aquella coyuntura hubo presencia militar en Cuba de tropas que permanecieron por algún tiempo en territorio cubano.
Los sucesos reseñados evidencian la aplicación de la política preventiva, por la cual se desarrollaba una sistemática injerencia en los asuntos internos cubanos a partir del derecho que otorgaba la Enmienda Platt. Esto se evidencia en las notas amenazantes y en la presencia militar aunque de manera limitada y en espacios específicos. Sin embargo, en 1921 se aplicaría otra variante: el envío de un representante personal del Presidente norteamericano. Es el caso de la llegada de Enoch Crowder en enero de ese año.
La presencia de Crowder significó la aplicación de esa prevención, pero por otra vía: con un enviado que asumiría la indicación al presidente cubano, en este caso Alfredo Zayas (1921-1925), acerca de las decisiones a tomar. Esto iba desde el nombramiento de los integrantes del Gabinete de gobierno, hasta las consideraciones para solicitar un préstamo a la banca estadounidense. Entonces la política preventiva se proyectaba en una solución a más largo plazo y de mayor alcance frente a dificultades y situaciones críticas, como la que enfrentó la economía cubana al terminar la Primera Guerra Mundial.
La política preventiva, por tanto, fue una variante de la manera en que Estados Unidos manejaba los asuntos cubanos en una época específica. La esencia permanecía, pero había que adoptar métodos que permitieran mantener el control sobre la Isla en concordancia con los intereses y necesidades de las diferentes circunstancias continentales y bilaterales.
[1] Hortensia Pichardo: Documentos para la Historia de Cuba. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1969, T II, p. 359.
[2] Ibíd., p. 362.
[3] Ibíd., p. 366.
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Profesora titular