Dos mujeres y una vocación

Dos mujeres y una vocación

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Para la maestra Sonia es fundamental formar valores en sus alumnos. | fotos: Dinora y González

Por Iveett Valdés Betancourt

Batabanó está en la costa sur mayabequense y, con poco más de 25 mil habitantes, es conocido por sus arraigadas tradiciones propias de los pueblos de mar.

Allí, barcos y artes de pesca son protagonistas de cada jornada. Sin embargo, la historia que contaremos sucede en tierra firme, lejos de navíos, redes, anzuelos y chinchorros; pues las vidas de Sonia Martínez Díaz y Gelsy Azhares Matos están ligadas a niños, juguetes, libros de texto, tizas y pizarras.

Su romance con las aulas dura ya 26 años. En el transcurso de ese tiempo Sonia Martínez Díaz ha enseñado a sus alumnos más que letras, ciencias y números.

Ella es de esas maestras que les habla a los estudiantes de respeto, solidaridad, compañerismo, honestidad, buenas maneras…

En la escuela primaria Vladimir Ilich Lenin, donde trabaja desde hace más de una década, la encontramos entre pioneros de cuarto grado y las páginas martianas de La muñeca negra.

“Siempre impartí el área de las humanidades a los estudiantes de quinto y sexto, aunque también he comenzado a trabajar con los más pequeños y me incorporé al tránsito del tercer al cuarto grado. Esta experiencia me gustó mucho porque cuando llego al segundo ciclo del nivel primario mis muchachos están más preparados y trabajan de forma independiente”, explica Sonia.

Su vocación de niña se materializa hoy en un aula mayabequense. “Doy clases de Lengua Española, Matemáticas, El mundo en que vivimos, Educación Artística y Educación Laboral”.

Según la profe Sonia, hay que preparar a los educandos, no solo enseñarlos. “Desde que el estudiante llega a la escuela y le decimos buenos días, le inculcamos hábitos y buenas conductas. Además le preguntamos cómo se siente, cómo están sus padres y su familia.

“Mi mayor satisfacción es cuando, en cualquier lugar, mis alumnos me reconocen. Son muchachos de quienes a veces ni nos acordamos, pero que aún me llaman maestra y me dan un abrazo. Grande es la alegría al verlos convertidos en médicos o en maestros y son mis compañeros de trabajo”.

Los niños y su bienestar son lo fundamental en nuestra labor, dice Gelsy.
Los niños y su bienestar son lo fundamental en nuestra labor, dice Gelsy.

En un círculo infantil

Aunque conversamos en su oficina, ella prefiere pasar las jornadas muy cerca de unos duendecillos traviesos que sueñan y ríen en los salones del círculo infantil Los marineritos.

Gelsy Azhares Matos ha pasado 22 años de su vida en ese centro, primero se desempeñó como educadora, después fue subdirectora docente y hace una década lo dirige.

“Es un trabajo lindo y muy abnegado, porque los resultados se reflejan en el transcurso de la vida de los pequeños. Cuando llegan a la escuela ya tienen habilidades y hábitos formados y han aprendido el lenguaje; es un privilegio saber que quienes pasaron por la institución nuestra tienen un elevado nivel de desarrollo.”

“Desde chiquita quería ser maestra, entonces resulta que a la secundaria donde yo estudiaba llegó la carrera y la matriculé, después de esos cinco años realicé la licenciatura. También soy Máster en Ciencias de la Educación.

“Disfruto bastante mi profesión. Muchas veces cierro la oficina y voy a los salones, me pongo a hacer las diferentes actividades con los pequeños, a jugar con ellos, eso me encanta. Bailo, canto, les narro cuentos. Esta es una forma de mostrarles a las muchachas más jóvenes cómo lograr el buen estado emocional en los niños”, asevera.

Gelsy es de las primeras en llegar cada mañana al lugar que siente como su segunda casa. “A las 7:00 a.m. estoy aquí para recibir a los chicos. Mis días son agitados, pues me gusta que siempre mi círculo esté lindo y acogedor; que los padres vean que dejan a sus hijos en un sitio donde se van a sentir como en el propio hogar. De hecho, hay niños que en ocasiones no quieren irse a sus casas e incluso lloran al marcharse del círculo.

“Comencé a trabajar en 1993 y en estos momentos estoy cuidando a los hijos de los primeros niños que atendí en aquel año. Eso es una de mis mayores alegrías. Ha pasado el tiempo y hay una nueva generación que está en mis manos”.

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