Por Vivian Bustamante Molina y Ariadna A. Pérez Valdés
“… Habana, /si mis ojos te abandonaran, /si la vida me desterrara a un rincón de la tierra, / yo te juro que voy a morirme de amor y de ganas/ de andar tus calles y tus ciudades”. Sábanas Blancas, del cantautor Gerardo Alfonso
Con lugares envidiados en todo el orbe y otros que por su deterioro merecen, y tendrán tratamiento, la séptima villa fundada en Cuba por los españoles cumple 496 años. Este lunes La Habana festeja, si bien muchas miradas y propósitos tienden a proyectarse hacia el 2019, cuando celebrará sus cinco siglos de asentamiento.
No son pocos los retos y obligaciones para seguir rescatando la historia patrimonial tangible y gestar la futura, con un desarrollo armónico en lo económico, social, cultural y medioambiental.
Para todo ello hacen falta tiempo, recursos, laboriosidad, eficiencia… y planes, pues esos cambios serían solo sueños o esfuerzos vanos, sin el imprescindible esquema de ordenamiento territorial y urbano, cuya nueva versión fue aprobada en el 2014. Esta contempla todo cuanto es necesario construir, rehabilitar, en fin, invertir por etapas, con vistas a avanzar en la imagen y el funcionamiento que queremos y necesita la capital.
Rehabilitar con integralidad
Aunque es oriunda de Camagüey, la arquitecta Marlene Ochoa Curiel confiesa estar enamorada de la ciudad de La Habana. Su profesión y fungir desde hace varios años como directora provincial de Planificación Física la han permeado de información, de sensibilidad, de obligaciones.
El citado plan determina las políticas de desarrollo, tomando como base los Lineamientos aprobados en el VI Congreso del Partido. Están identificados los principales problemas y períodos en que deben desaparecer, todo ello validado por un “enfoque de riesgo, o sea, cruzamos los análisis territoriales con la variable vulnerabilidad, para que todas las propuestas de soluciones y estrategias fueran sostenibles, equilibradas”, explica.
Coincidimos en hablar primero de algunos asuntos por resolver, entre los muchos señalados desde el siglo pasado, unos agudizados y otros incorporados como vívida muestra de la crisis económica de la década de los años 90, sinónimo de paralización de programas en ascenso como la producción de materiales de construcción y la edificación de viviendas, este último reconocido como el principal dilema que gravita en la sociedad cubana.
De un lado están las de alto valor patrimonial y urbano que se deben salvaguardar, al igual que algunos antiquísimos inmuebles, y por otro, existe un fondo habitacional muy deteriorado y necesitado de reposición. Solo por ese concepto, dice, hasta el 2030 habrá que construir más de 54 mil casas para quienes viven en cuarterías, ciudadelas, comunidades de tránsito, edificios en estado crítico y en general, en condiciones de precariedad.
Tamaño compromiso implica, además, seguir fortaleciendo el programa de mantenimiento y recuperación con vistas a cualificar las viviendas existentes, asevera Ochoa Curiel, y dentro del diapasón que abarca el tema habitacional, no pasa por alto lo erigido en los últimos tres años con destino a albergados. Es una estrategia del gobierno en la ciudad y a nivel nacional con miras hasta el 2017 y que ya permitió entregar nuevos hogares a quienes llevaban hasta 20 años en aquella categoría, asegura.
“En lo previsto hasta el 2030 están estudiadas 12 manzanas para ‘intervenirlas’ con el concepto de integralidad. Ya se prepara la documentación de la piloto, cerca del hospital Hermanos Ameijeiras”, enfatiza. Y aclara una duda de muchos: hay propuestas constructivas para los espacios donde fueron demolidos edificios, solo que todo no puede materializarse a la vez.
Tales objetivos devienen muestra de la voluntad política para encauzar una necesidad perentoria como la vivienda, que se imbrica, por ejemplo, con los planes de reparación de las redes de acueducto, telefonía, gas y electricidad, la reanimación de las áreas verdes, de los espacios públicos y de servicios, de las avenidas principales con proyectos de intervenciones más allá del “colorete” y que lleguen al menos, al eje central de cada municipio.
Detrás de dichos fines asoma la influencia del consenso que ya prevalece acerca de generalizar el modelo de gestión utilizado por el Plan Maestro de la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHC) en cuanto a la integralidad en la rehabilitación. Lo contrario ha demostrado que las acciones puntuales y aisladas se pierden ante los apremios.
Estos han conllevado demasiadas transgresiones de lo legislado, y si algo va implícito en cualquiera de los proyectos contenidos en el esquema de ordenamiento territorial y urbano, es el orden y el control, obligaciones en las que convergen la ciudadanía y los funcionarios. De ahí que la directora provincial de Planificación Física subraye la importancia de “parar las ilegalidades y hacer prevalecer la ley”.
Mi Habana, tu Habana
Siempre complacen las imágenes y comentarios que generan los resultados en la rehabilitación integral del centro histórico, misión asumida desde 1994 por la OHC y estructurada a partir del llamado Plan Maestro.
Después de 20 años se ha recuperado un tercio del territorio, ¿y quién duda del dedicado trabajo que lo sustenta? Por eso al principio hablamos de cuántos factores deben confluir para dar esplendor y funcionalidad a nuestra Habana.
No existen planes inamovibles y así lo ratifica la arquitecta Ailena Alberto Águila, especialista principal del Plan Maestro y coordinadora técnica de la decisiva misión priorizada este año: actualizar la estrategia de desarrollo en el centro histórico, “que incluye generar concertación con las instituciones ubicadas en la localidad, a fin de sumarlas o profundizar en temas como la vivienda, el transporte, la cultura o los ambientales”, recalca.
Hoy el gusto se multiplica al pasear por la Avenida del Puerto, objeto de atención desde la instancia local hasta la nacional, que va convirtiendo la zona industrial en un sitio multifuncional, que incluye la bahía, con su programa de ordenamiento para uso marítimo y de recreación.
Sin pretender abarcar todo lo realizado, la arquitecta Ailena menciona los trabajos que se acometen en la Estación Central de Ferrocarriles, en el Capitolio y en el malecón tradicional, así como otros de rescate patrimonial llevados a cabo en la Quinta de Los Molinos, en el Barrio Chino, la conocida “casa de las tejas verdes”, en Miramar, y el importante paso que constituye la creación de la red de centros históricos, a la cual la OHC contribuye con sus experiencias y asesoría.
La implacable limitación de espacio impide otras puntualizaciones. Nos sumamos a quienes ven el vaso a medio llenar y no a los que se aturden con lo que resta por hacer para completarlo. Renovar La Habana requiere tiempo y recursos, también voluntad y sentido de pertenencia.