“Good evening, my dear family, yo estoy very good and ustedes, espero que estén trevian. Ya tomorrow hace 15 days que estamos en esta City. I don’t now si ya recibieron my letters because yo no tengo cartas de your hace long time. Capítulo tue parla italiano, belo como las fiores, o du sprechor si dosch. Gente, no se me pueden quejar, pues les escribo como en 16 idiomas en esta corrida me convierto en un delegado de la ONU. Ya entiendo y parlo a little big italiano, alemán, francés e inglés, no se crean que es un bonche mío, pero en este país lo menos que hay son americanos”.
Con ese buen humor que siempre lo caracterizó escribía Camilo Cienfuegos a su familia desde Chicago. Muchas de sus cartas las firmaba también de una manera singular: Kmilo 100 fuegos. Había viajado a territorio estadounidense en abril de 1953 con visa de turista, junto a un amigo, por razones económicas: conseguir un mejor empleo y poder ayudar a los suyos.
Su estancia se prolongó por dos años, por lo que tuvo que trasladarse constantemente de un lugar a otro para burlar la persecución de las autoridades migratorias. Tampoco fue fácil conseguir empleo. “No hay trabajo, todo carísimo y, por ende, este frío que parte el alma”, les narra a sus padres y hermanos. En otra misiva suavizaba la situación con su habitual jocosidad: “En estos días hemos caminado toda la ciudad buscando trabajo, hemos llenado 60 000 planillas y he dicho más de 999 999 mentiras, hemos ido a todas las fábricas de aquí llevando como única recomendación nuestro ROSTRO, del cual muchos han dicho que es el más duro que han visto en su vida”.
En diversas localidades asumió las labores que aparecieran: lavaplatos, limpiador de cristales, empacador, dependiente de bares y restaurantes, obrero industrial…
Según sus propias palabras, había salido de su patria en busca de bienandanzas, como el Quijote. En la práctica se comportó como el significado que suele dársele a este personaje: el de alguien con altos ideales que lucha y defiende causas nobles desinteresadamente.
Y lo demostró con su participación en suelo norteamericano en manifestaciones contra las dictaduras de Batista, en Cuba; Trujillo, en República Dominicana; y Somoza, en Nicaragua; con su vinculación a la organización política Acción Cívica Cubana que editaba el periódico La Voz de Cuba, para el cual Camilo escribió varias veces; con su preocupación por la situación que atravesaba su país, al solicitarle a su hermano Osmany que le enviara publicaciones que lo actualizaran de los problemas del estudiantado y de todo lo que estaba ocurriendo en la isla; con la conmoción que le causó la noticia del asalto al Moncada y su interés por colaborar de algún modo con la causa de los asaltantes, que tuvo que limitarse a contrarrestar las calumnias y tergiversaciones sobre aquellos hechos publicados en la prensa norteamericana.
Finalmente fue detenido por las autoridades de Inmigración, en abril de 1955, en San Francisco, y enviado a la frontera con México donde estuvo preso 39 días hasta que fue deportado a Cuba.
En suelo patrio tomó parte en una manifestación estudiantil en conmemoración de la muerte de Maceo donde resultó herido en una pierna: “Es la sangre de mi hijo, pero es sangre para la Revolución”, había exclamado el padre, y era cierto, porque las circunstancias estaban forjando al joven como un futuro combatiente. Un mes más tarde, en el acto en homenaje al natalicio de José Martí fue golpeado, detenido y fichado por el Buró de Represión de Actividades Comunistas (Brac) y después liberado pero sujeto a causa, y en marzo regresó a Estados Unidos.
Esta segunda estancia tenía otro objetivo: usarla de puente para llegar a tierra mexicana y unirse a Fidel.
En extensa carta a un buen amigo comentó así sus experiencias recién vividas en la isla: “(…) si fueras a Cuba quedarías anonadado de las cosas que pasan; los ciudadanos ya sin los más mínimos derechos; los atropellan, únicamente viéndolo se puede creer. En lo que a mí se refiere, bien me conoces: estoy en todo cuanto sea en favor de nuestra sufrida patria”. Y subrayó: “Mi único deseo, mi única ambición es ir a Cuba a estar en las primeras líneas cuando se combata por el rescate de la libertad y la hombría”.
Solo permaneció en Estados Unidos en esta segunda ocasión el tiempo necesario para recaudar el dinero del viaje y su estadía en México, adonde llegó el 21 de septiembre de 1956. Pronto el nombre de Camilo comenzaría a transformarse en leyenda.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …
Hoy rendimos tributo a uno de los hijos más queridos del pueblo cubano. Pero no basta con una flor, Camilo debe ser recordado todos los días, si no con la palabra, al menos con un retrato suyo en cada escuela, en cada centro laboral. Camilo junto al Ché, el inolvidable guerrillero heroico vivirán por siempre en el corazón de cada cubano y cada hombre, mujer y niño de buena voluntad en cada rincón de nuestro planta tierra.