La suavidad sensual de la línea, las transparencias sugestivas, la armonía de los “volúmenes” acoplados… Lo que se exhibe este mes en el Museo-biblioteca Servando Cabrera Moreno (Paseo entre 15 y 13, Vedado) es una fiesta de la sensualidad y el erotismo. La muestra Epifanía del cuerpo reúne varios dibujos eróticos —algunos nunca expuestos hasta ahora— del célebre pintor cubano. Se trata de piezas creadas entre finales de los años 60 y la década de los 70. Para muchos críticos e historiadores del arte, esta fue la época cumbre de la creación del artista.
Es un mundo cálido y exquisito, estilizado y transgresor. Servando Cabrera (1923-1981) camina en la línea misma del deseo —sinuosa, danzante línea, cuerda floja— develando aquí y ocultando allá, en un juego de curvas y oquedades, junturas y declives deliciosos. Hay un impulso casi coreográfico: se intuye el movimiento, la oscilación voluptuosa, el latido nervioso…
Cuerpos masculinos y femeninos, íntegros o parciales, “existen” en una placidez convidante, que a veces deviene éxtasis abrumador. Sensibilidades muy castas podrían incluso sonrojarse: en la búsqueda de la belleza del cuerpo, el maestro no deslizaba velos oportunos. No hay aquí, sin embargo, intenciones de ofender o sobresaltar: todo es delicado (incluso lo más violento), etéreo por momentos, armonioso y diáfano.
El cuerpo, para Servando, era también maravilloso paisaje. Por eso muchos de esos fragmentos parecen transmutarse en elementos vegetales, en relieve terrenal. La metáfora de la fruta prohibida o de la tierra prometida. El cuerpo es el templo, parece decir Servando.