Tan solo con el 25 % de los alimentos que se desperdician se salvaría la vida de unos 795 millones de personas que corren peligro de muerte por desnutrición, e incluso bastaría para cubrir las necesidades de los más de 870 millones que padecen hambre, según un informe de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de Naciones Unidas (Fao).
El desperdicio de comida no solo es uno de los principales factores de inseguridad alimentaria; también es consecuencia y símbolo de la ineficacia de los sistemas de distribución y consumo en el Primer y Tercer mundos.
Ambas regiones comparten cifras parecidas en lo que al vertido de alimentos se refiere: los países industrializados tiran anualmente 670 millones de toneladas de comida por 630 los países en desarrollo. Pero la diferencia existente en el comportamiento individual es más reveladora: un residente de un país rico puede botar entre 95 y 115 kilos de comida al año, mientras que en el África subsahariana y en el sureste de Asia, esa cantidad es solo de entre 6 y 11 kilos.
El futuro no ofrece más que alarmas. Las estimaciones indican que la producción alimentaria en el 2050 deberá ser 60 % mayor que la de 2005 para cubrir las necesidades de los 9 mil 600 millones de personas que vivirán en el planeta para ese año, y la complejidad de los sistemas de distribución de alimentos, en lugar de aliviar el problema, solo han conseguido que se manifieste de formas tan variadas como difíciles de resolver.