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El entorno del sitio Castillo San Pedro de la Roca de Santiago de Cuba, Patrimonio de la Humanidad, tiene todos los atractivos necesarios para ser elegido como opción para un día de verano.
En reducido perímetro se concentran la fortaleza —muestrario de la historia del corso y la piratería en la región, de las luchas de los patriotas cubanos por la independencia y de la batalla naval que marcó el fin del imperio español—, el hotel Balcón del Caribe, la playa La Estrella, el corredor de los artesanos con sus ofertas diversas, el faro que recibe y guía a los buques que llegan a la ciudad, y uno de los más singulares restaurantes santiagueros: El Morro.
En este último lugar la cubanía hace galas, sostenida por el desempeño de sus 15 trabajadores, principales responsables de lo que acontece, con el aval de ser colectivo líder de la calidad del Sindicato de turismo en la provincia, vanguardia nacional en varias ocasiones, y ostentar en dos oportunidades, la última en este 2015, el reconocimiento Internacional Hotel y Restaurant Quality Award, del Global Trade Leaders Club.
25 años marcando la diferencia
Desde hace un cuarto de siglo El Morro pone sello de distinción a su quehacer cuidando con celo lo que día por día acontece, pues a juicio de uno de sus fundadores, el chef Santiago Téllez Pérez, “la huella que dejas hoy en el cliente es garantía del mañana.
“Por eso mezclamos muchas cosas que le dan un toque único al lugar y la comida tiene un peso fundamental, pues reproduce lo que por siglos ha caracterizado a la culinaria de este país con potaje, sopa, congrí, cerdo asado, tostones, buñuelos de malanga, ropa vieja, tasajo, y dulces criollos”.
Todo dispuesto en fuentes, sobre mesas de madera, sin manteles, a la usanza de los tiempos de corsarios y piratas, con taburetes y pisos de losa de arcilla evocando épocas remotas.
A ello súmele la sonrisa y las buenas ganas de atender a los visitantes, no importa de donde vengan, bien de mercados tradicionales como Canadá, Francia, España, o de naciones como Egipto, Japón, China o Eslovenia; sean famosos como Paul McCartney, Jim Carrey, Frank Fernández, Omara Portuondo, Eliades Ochoa, embajadores, presidentes, ministros, o bien gente común y sencilla como los santiagueros y santiagueras que hasta allí se llegan.
“Todos son bienvenidos —dice Reina Reyes, una de las dependientas y distinguida individualmente como líder de la calidad—, nuestros clientes nos privilegian con su presencia, nos complace atenderlos a todos por igual, y salen muy satisfechos según refleja el libro de visitantes, donde no faltan los elogios y las sugerencias”.
En este restaurante, perteneciente a Palmares, son difíciles de delimitar las fronteras entre sindicato, administración y el resto de los factores, y el resultado de tal modo de asumir el trabajo salta a la vista.
A dos voces Madelín Oliva, administradora, y Ramón Álvarez, secretario general de la sección sindical y otro de los fundadores del restaurante, enumeran los más notables saldos.
“El plan de ingresos lo sobrecumplimos, liquidamos lo pactado para un año por concepto de propina para la salud, al igual que la cuota sindical y el aporte a la patria, aportamos horas voluntarias en obras sociales, donaciones de sangre, entrega de valijas a centros educacionales y de la salud, destacamos como centro formador de jóvenes, y no por gusto somos la unidad mayor receptiva de clientes en la provincia”.
A todo ello hay que añadir la privilegiada posición geográfica que ocupa, como un inmenso balcón con vista al Mar Caribe, y el aderezo de la música en vivo del trío Romance. Con tales atributos queda confirmado entonces que es posible atrapar en un pequeño espacio la esencia de la cubanía, allí, en el restaurante El Morro, donde 15 trabajadores sienten orgullo de lo que su centro laboral representa.
