Hassan Pérez Casabona
El 20 de julio del 2015 trascenderá, desde todo punto de vista, como una fecha histórica para Cuba y Estados Unidos, los pueblos latinoamericanos y el sistema hemisférico de relaciones internacionales. Al ondear soberana esa mañana nuestro pabellón patrio, por vez primera en 54 años, exactamente desde las 10: 33 a.m., todas las naciones del Bravo a la Patagonia se alzaron, de alguna manera, con la mayor de las Antillas.
No en balde José Martí, Apóstol de nuestra independencia, sentenció con meridiana claridad: “Cuba no anda de pedigüeña por el mundo, anda de hermana, al salvarse salva; quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos”.
Fue una jornada pletórica de emociones. La marcialidad de tres jóvenes integrantes del Batallón de Ceremonias de nuestras gloriosas Fuerzas Armadas Revolucionarias, trasladando hacia el mástil en el jardín de la hermosa casona colonial la bandera de la estrella solitaria, previo a que el canciller Bruno Rodríguez Parrilla la izara sobre el cielo de Washington; unido a la imagen de una nutrida representación de amigos que coreaba con orgullo “¡Viva Fidel!, ¡Viva Cuba! y ¡Viva Raúl!”, frente a la delegación que asistió a nombre de nuestro pueblo a la solemne ceremonia, remataron una panorama que permanecerá imborrable en la retina de muchísimas personas, de uno a otro confín de la geografía universal.
Una vez dentro de la restituida Embajada antillana, las emociones prosiguieron por doquier. Estoy seguro conmocionó a los asistentes contemplar la misma bandera que fue arriada en ese recinto, que conservó con esmero el patriota residente en la Florida Héctor García Soto, biznieto del Mayor General Vicente García, y que luego preservó el Museo Provincial de la ciudad de Las Tunas.
En sus profundas palabras el ministro de Relaciones Exteriores cubano resaltó, entre múltiples aspectos, el conocimiento de José Martí sobre la sociedad norteamericana y la dirección de Fidel, que llevó al pueblo cubano a la gran victoria que significa que la mayor potencia del planeta haya reconocido como interlocutor, en calidad de iguales, a un pequeño archipiélago del Caribe.
“Hemos llegado aquí gracias a la conducción firme y sabia del líder histórico de la Revolución Cubana Fidel Castro Ruz, a cuyas ideas siempre guardaremos lealtad suprema. (…) Este acto ha sido posible –añadió- por la libre e inquebrantable voluntad, la unidad, el sacrificio, la abnegación, la heroica resistencia y el trabajo de nuestro pueblo, y por la fuerza de la Nación y la cultura cubanas”, afirmó Rodríguez Parrilla, ideas que ratificó en la conferencia de prensa que efectuó en horas de la tarde, junto al Secretario de Estado John Kerry. [1]
Se cerraba así de manera oficial, en cuanto a contar con Embajadas en ambas capitales, el capítulo pendiente desde el 3 de enero de 1961, en que Eisenhower, 17 días antes de que asumiera el entonces presidente electo John F. Kennedy, decidió romper relaciones con Cuba, solicitándole a la Embajada suiza en La Habana que atendiera sus asuntos consulares; función que más tarde asumió la misión de Checoslovaquia en Washington, en cuanto a representar los intereses cubanos.
El 30 de mayo de 1977, durante la administración de James Carter, los dos gobiernos firmaron un acuerdo –el más importante hasta la ceremonia del lunes 20 de julio- en el que se comprometían al establecimiento de “secciones de intereses” en las dos naciones, a partir del 1ero de septiembre de ese año. Por nuestro país suscribió el documento Pelegrín Torras, viceministro del Minrex, mientras que el secretario asistente de Estado William H. Luers, lo hizo por Estados Unidos.
La Embajada suiza asumió la “protección diplomática” de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, y la Embajada de Checoslovaquia la de la Sección de Intereses de Cuba en Washington, tarea que años más tarde pasó a desempeñar también la Embajada suiza en la capital estadounidense. Lyle Franklin Laney y Ramón Sánchez-Parodi fueron designados como jefes de las respectivas secciones. [2]
Martí: “Patria es humanidad”.
Conocido es el dominio que alcanzó Martí sobre la sociedad y cultura norteamericana, acrisolado con su prolongada estadía en esa nación, no en una etapa cualquiera de su desarrollo histórico, sino precisamente en aquella en que comenzaban a dibujarse con nitidez los contornos que perfilarían en lo adelante la esencia imperialista de los Estados Unidos.
El 20 de diciembre de 1879 partió hacia Norteamérica desde Francia, donde había fijado su residencia a principios del propio mes, a bordo del trasatlántico-correo Francia. Embarcó en el puerto de Le Havre, teniendo como destino Nueva York.
El 3 de enero de 1880, 25 días antes de su cumpleaños 27, tocó suelo neoyorquino, siendo recibido por Miguel Fernández Ledesma, quien lo invitó a residir en su vivienda hasta que el revolucionario encontrara alojamiento definitivo, si bien menos de una semana después se trasladó hacia la casa de huéspedes de Manuel Mantilla, en el número 51 Este de la calle 29.
Martí desarrolló una febril actividad revolucionaria en la gigantesca ciudad, prácticamente desde su arribo, cuando el 16 de enero asistió a una de las reuniones del Comité Revolucionario Cubano, centro coordinador y vórtice del movimiento insurreccional de la emigración, nada menos que en la casa de Calixto García, insigne luchador que peleara en las tres guerras por nuestra independencia en el siglo XIX, y al que la tropas interventoras del general Shafter le escamotearon el derecho a desfilar en Santiago de Cuba en 1898. [3]
Dicho espíritu, el de entregarse por entero a la liberación de su patria del yugo español y la emancipación de las Antillas y la América toda de cualquier rémora colonial, fue la tónica permanente de la estancia del hijo de Mariano y Doña Leonor en predios estadounidenses, la que estuvo signada además de múltiples privaciones. Una de ellas, que lo consternó en lo más íntimo del alma, no ver más a su hijo desde que regresara con su esposa a Cuba, el 27 de agosto de 1891.
Con esa férrea voluntad de lucha integracionista, por ejemplo, aceptó el 24 de julio de 1890 y el 23 de enero de 1891 -momento en que el Departamento de Estado dirigido por James G. Blaine lo reconoció como tal-, la condición de Cónsul de la República Argentina y de de la República Oriental del Uruguay, respectivamente. Este último gobierno lo nombró también su representante en la Conferencia Monetaria Internacional, que se celebró en la capital de Estados Unidos en 1891. Igual asumió como representante consular de Paraguay.
De aquellas jornadas donde brilló su pensamiento de honda raíz universal, encontramos su artículo “La Conferencia Monetaria de las Repúblicas de Américas”, publicado en el número cinco de La Revista Ilustrada de Nueva York. [4]
En aquellas tierras, únicamente por mencionar dos momentos fundacionales paradigmáticos, concibió y llevó a vías de hecho el periódico Patria, que vio la luz el 14 de marzo de 1892, y el Partido Revolucionario Cubano, el 10 del abril de ese mismo año, en clara alegoría preñada de simbolismo al instante en que, en 1869, se inició en Guáimaro nuestra tradición constitucionalista. Desde él, brazo potente pensado para acoger a todas las voces que anhelaban el ideal libertario, vertebró su proyecto cimero de República “en que la ley primera fuera el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre”, cuyo momento primigenio representaba la Guerra Necesaria, que mediante instrucción enviada a su hermano mulato Juan Gualberto Gómez echó a andar, con el alzamiento simultáneo en varias localidades, el 24 de febrero de 1895.
La convicción de consagrarse en cuerpo y alma a la causa de obtener y disfrutar la soberanía, que como planteó Maceo no puede mendigarse, lo acompañó hasta el último día en que residió en la poderosa nación.
Tres semanas antes de que comenzara otra vez el camino de las armas, como única vía para la consecución de los propósitos independentistas, exactamente el 30 de enero, zarpó desde Nueva York en el vapor Athos, acompañado de Enrique Collazo, José María Rodríguez y Manuel Mantilla. Siete días después Máximo Gómez los recibió, ultimando los detalles finales del estallido revolucionario impostergable. Su mente, nadie puede dudarlo, era entonces un hervidero donde se agolpaban sueños y ensoñaciones, que desembocarían en beneficio de su pueblo.
Fidel: “Una Revolución solo puede ser hija de la cultura y las ideas”.
El ministro Bruno Rodríguez, también miembro del Buró Político de nuestro Partido, hizo alusión asimismo a la visita de Fidel a Washington en abril de 1959, ocasión en la que estuvo en la Embajada cubana.
Cuando el 1ro de enero de 1959 el Ejército Rebelde encabezado por Fidel esta vez sí entró a Santiago de Cuba, la élite imperial sintió que sufría una gran derrota política. Ella había apoyado a Batista como su hombre fuerte en la isla prácticamente desde 1933, pero con fuerza todavía mayor después que el camaleónico y sanguinario personaje diera el zarpazo que representó el golpe de Estado, del 10 de marzo de 1952.
El telúrico acontecimiento revolucionario tuvo para la región una trascendencia que desbordó cualquier predicción de los analistas de inteligencia yanqui. Los jóvenes barbudos desfilaban por todo el país imbuidos de una aureola casi mística, a partir de la extraordinaria epopeya que significó derrotar a las tropas mejor pertrechadas que disponía el imperialismo en la región, con más de 80 mil hombres sobre las armas.
Desde la emociónate intervención del líder de la revolución en el Parque Céspedes santiaguero era visible, aunque algunos de los expertos norteños no estuvieran preparados para comprenderlo, que lo ocurrido en Cuba no tenía nada que ver con un simple cambio de gobierno, como estaban acostumbrados a que sucediera en esta zona geográfica, sino que se trataba de un proyecto que acariciaba metas bien definidas y cuyos líderes eran portadores de una ideología política sustentada, especialmente, en la confianza inquebrantable en la capacidad transformadora del pueblo, como ente protagónico de todas las decisiones que se adoptaran.
La propia lucha guerrillera, desatada luego del desembarco del Granma, tuvo como pilar no solo contar con el apoyo incondicional de los campesinos de las zonas donde se desarrollaban las acciones, sino informar permanentemente al pueblo de cada paso, en todos los sentidos, que las fuerzas libertarias ejecutaban contra la tiranía.
Si bien era casi imposible que el diferendo histórico entre las dos naciones no alcanzara un nueva dimensión –sobre todo porque las pretensiones yanquis lejos de desaparecer se habían incrementado, aderezadas por la pérdida de su ilimitada influencia con todos los gobiernos de turno desde la ocupación y con la caricatura de república proclamada el 20 de mayo- lo cierto es que los gobernantes norteamericanos tuvieron en sus manos la posibilidad de que se produjera un nuevo tipo de relación, a partir de la buena voluntad mostrada desde el primer momento por Fidel y los principales dirigentes cubanos.
No había entre las fuerzas revolucionarias animadversión hacia Washington, ni nada por el estilo, aunque existía plena conciencia de los factores que constituían la médula del comportamiento imperial y lo acendrados que éstos permanecían dentro de la clase dominante que regía los destinos de ese país. No dejaron por ello de tender un puente de diálogo, en el afán de intentar relaciones civilizadas, entre naciones con vínculos culturales y de muy diversa índole de larga data.
Una muestra, en esa dirección, fue el viaje de Fidel a varias ciudades norteamericanas en abril de 1959 –su segunda salida al exterior después del triunfo-, donde señaló en más de una ocasión que no iba a pedir ningún recurso económico, como había sido costumbre de los presidentes latinoamericanos, sino que se encontraba allí para divulgar los propósitos revolucionarios, enfilados en dotar al pueblo de los beneficios y derechos que les fueron esquilmados durante siglos, primero por los metrópoli española y después durante la Neocolonia.
Estados Unidos, sin embargo, no quiso captar la oportunidad que se abría y, por el contrario, identificó en la Revolución un enemigo al que debía derrocar por cualquier vía. Luego de la conversación que sostuvieron Fidel y el vicepresidente Nixon durante aquel recorrido, comenzaron a concebir planes para que la sui géneris experiencia que acontecía en la mayor de las Antillas fuera abortada.
La visita en cuestión se produjo entre el miércoles 15 y el lunes 27 de abril, e incluyó intercambios de la más variada índole en Washington DC., Nueva York, Boston y Houston. Fidel no acudió en calidad de huésped oficial, acorde a su investidura como Primer Ministro del Gobierno Revolucionario, sino que respondió a una invitación que le formuló la entidad privada American Society of Newspaper Editors (Sociedad de Editores de Periódicos). Pese a ello, las autoridades norteamericanas no pudieron ignorar la presencia de una de las figuras que despertaba mayor atención de la opinión pública mundial, luego de la extraordinaria victoria del 1ero de enero.
A su llegada fue recibido por los diferentes embajadores cubanos en ese país: Ernesto Dihigo, ante el gobierno de los Estados Unidos; Manuel Bisbé y Carlos Lechuga en la Organización de Naciones Unidas y Raúl Roa, en la Organización de Estados Americanos, responsabilidad que desempeñaba cuando el 11 de junio de ese año Fidel lo propuso ante el Consejo de Ministros para ocupar la cartera de Estado, que bajo su dirección se transformaría pocos meses más tarde, el 23 de diciembre, en el prestigioso Ministerio de Relaciones Exteriores que tan alto ha puesto el nombre de la Revolución en la arena internacional. Acudió también a su espera el secretario auxiliar de Estado, Roy R. Rubottom.
De esa manera sostuvo diversos intercambios, además del conocido con el vicepresidente Richard Nixon, con el Secretario de Estado interino Christian Herter (John Foster Dulles se encontraba gravemente enfermo), el alcalde de la ciudad de Nueva York, Robert Wagner, y los senadores Sparkman, Kefauver, Mansfield, Smarthers, Langer, Long, Wiley, Aiken y Bennet, en la Comisión de Relaciones Exteriores de ese órgano legislativo.
Como elemento peculiar, que dejó sentado a las claras el hecho de que nada ni nadie dispondría más de la sociedad cubana, quedó la anécdota del diálogo entre William Wieland, director de la Oficina de Asuntos del Caribe del Departamento de Estado, y Fidel. El breve intercambio se produjo en el Salón South America del Statler-Hilton, a la salida de la reunión con Herter. Wieland, en un gesto típico de un funcionario estadounidense, le expreso al Comandante en Jefe al presentársele: “Doctor Fidel Castro, yo soy la persona que maneja las cosas de Cuba. – Perdóneme, pero quien maneja las cosas de Cuba soy yo, le respondió Fidel y ambos sonrieron”.
El programa cumplido fue sumamente intenso y contempló además su paso por lugares históricos como Mount Vernon, conociendo la residencia donde vivió Washington, o el monumento a Abraham Lincoln, sitios en los que colocó ofrendas florales a nombre del pueblo de Cuba; la Bolsa de Café y Azúcar o el Zoológico del Bronx. En el piso 38 de la sede de la Organización de las Naciones Unidas dialogó animadamente con el secretario general Dan Hammaskjold.
La prensa no perdió ni un segundo de su itinerario, reflejando ampliamente cada actividad. Fidel, como siempre hizo con los profesionales de la comunicación de cada país a donde llegó, complació en múltiples ocasiones las solicitudes de entrevistarlo, lo mismo para la estación radial WWDC, que para el célebre espacio televisivo de la NBC, Meet the Press, o el Club Nacional de la Prensa.
Particularmente emotivo resultó su presencia en las prestigiosas universidades de Princeton, Columbia y Harvard. En la primera de ellas afirmó “Me siento mejor entre ustedes que en ninguna otra parte”. Cada lugar a donde llegó fue colmado por los sectores populares que se movilizaron para agasajarlo. El jefe guerrillero, por su parte, rompió constantemente las normas protocolares para acercarse a las personas que le tributaban afecto sincero.
Memorable resultó el acto organizado en la noche del 24 de abril, en el mismísimo Parque Central, algo sin precedentes en la cosmopolita urbe. Dijo entonces: “No vine aquí a mentir; no vine aquí a ocultar nada, porque nuestra Revolución nada tiene que ocultar. No vine aquí a pedir nada, porque nuestra Revolución no tiene nada que pedir, como no sea amistad y comprensión. (…) Lo que hace posible las grandes empresas libertadoras es la fe y el aliento. Sembremos fe y estaremos sembrando libertades. Sembremos solidaridad y estaremos sembrando libertades”.
Como curiosidad destacamos, por un lado, el hecho de que se trasladara desde Boston a la ciudad canadiense de Montreal y que, en el epílogo, conversara en Houston con el comandante Raúl Castro, quien en breves declaraciones señaló: “Es un viaje rápido para cambiar impresiones -le hice un informe de la situación en sentido general en el país- y recibir nuevas orientaciones”. Luego de fundirse en un sentido abrazo, Raúl retornó a La Habana y Fidel continúo su gira por Brasil, Argentina y Uruguay, previa escala en Trinidad y Tobago, donde fue recibido por el Primer Ministro Erick Williams. [5]
Retornando al citado intercambio con Nixon, este se produjo el 19 de abril, en su oficina en el Capitolio. La entrevista se prolongó dos horas y 32 minutos. En ese momento ninguno de los participantes reveló los asuntos tratados a la prensa. Años después, compartiendo con periodistas norteamericanos, el Comandante en Jefe precisó:
“Fue una entrevista muy franca por mi parte, porque le expliqué como veíamos la situación cubana y las medidas que teníamos intención de adoptar. En general, él no discutió, sino que se mostró amistoso y escuchó todo lo que tenía que decirle. Nuestra conversación se limitó a aquello. Tengo entendido que él sacó sus propias conclusiones de aquellas conversaciones. Creo que fue después de aquello cuando comenzaron los planes para la invasión”. [6]
Un destacado investigador de dichos asuntos se refiere a esto último:
“Al concluir la entrevista, Nixon resumió sus impresiones en un memorándum a Eisenhower, del cual envió copias al director de la CIA, al secretario de Defensa y al jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas. En dicho documento se afirmó que el triunfo de la Revolución Cubana afectaría sustancialmente los intereses económicos y políticos de Estados Unidos al sur del río Bravo y que el jefe de la Revolución Cubana era, sin dudas, un hombre influido por el comunismo internacional. El Departamento de Estado y la CIA trabajaron de inmediato en un proyecto común con el propósito de acelerar el desarrollo de una oposición en Cuba la cual, consideraban, podría propiciar cambios en el gobierno cubano, favorables a los intereses de Estados Unidos. Desde agosto de 1959, en la CIA se discutía la creación de una capacidad paramilitar para ser empleada en situaciones de crisis en América Latina, identificando a Cuba como un objetivo crucial”. [7]
Mucho más reciente en el tiempo, el Líder de la Revolución Cubana volvió, con toda sinceridad, sobre aquel encuentro:
“¿Cuál fue la esencia de aquella reunión que duró horas, según cuenta el autor del memorando desclasificado que la refiere? Solo dispongo del recuerdo de lo ocurrido”, reproduciendo a continuación varios fragmentos del informe elaborado por Nixon.
“Cabe destacar que no hizo ninguna pregunta sobre la cuota azucarera y ni siquiera mencionó específicamente la ayuda económica.
“Mi valoración de él como hombre es de cierta forma ambivalente. De lo que sí podemos estar seguros es que posee esas cualidades indefinibles que lo hacen ser líder de los hombres. Independientemente de lo que pensemos sobre él, será un gran factor en el desarrollo de Cuba y muy probablemente en los asuntos de América Latina en general. Parece ser sincero, pero o bien es increíblemente ingenuo acerca del comunismo o está bajo la tutela comunista.
“Pero como tiene el poder de liderazgo al que me he referido, lo único que podríamos hacer es al menos tratar de orientarlos hacia el rumbo correcto”.
Analizando aquellas palabras añade Fidel:
“Así finaliza su memorando confidencial a la Casa Blanca. Cuando Nixon comenzaba a hablar, no había quien lo parara. Tenía el hábito de sermonear a los mandatarios latinoamericanos. No llevaba apuntes de lo que pensaba decir, ni tomaba nota de lo que decía. Respondía preguntas que no se le hacían. Incluís temas a partir solo de las opiniones previas que tenía sobre el interlocutor. Ni un alumno de enseñanza primaria espera recibir tantas clases juntas sobre democracia, anticomunismo y demás materias en el arte de gobernar. Era fanático del capitalismo desarrollado y su dominio del mundo por derecho natural. Idealizaba el sistema. No concebía otra cosa, ni existía la más mínima posibilidad de comunicarse con él”. [8]
Regresando a al tema de las visitas de Fidel a aquella nación, es oportuno precisar que ese no fue, sin embargo, su primer contacto con el pueblo norteamericano. Justo en el momento en que el futuro abogado experimentó una honda transformación en su pensamiento, cuando comenzó a estudiar la doctrina marxista, se produjo ese encuentro. Décadas más tarde, rebasado el umbral de los 85 años de vida, rememoró:
“Durante las semanas que estuve en aquella ciudad –Nueva York (HPC)-, vi muchas cosas, visité museos como el de Historia Natural, el famoso Empire State, visité los teatros, algunos restaurantes. (…) Disfruté los paseos, pero no abandoné nunca mi propósito de estudiar Economía Política después que terminara la carrera de Derecho y la de Ciencias Sociales, por eso visité Harvard, pensando en la posibilidad de estudiar allí. A lo mejor era una ilusión mía, pero tenía tal idea en la cabeza, estudiar en Francia o en Harvard, de las mejores universidades y de las más fuertes en Economía entonces. Claro que se trataba de la Economía Política del capitalismo, pero me interesaba seguir los conocimientos: la Matemática, el estudio del propio marxismo, de las distintas teorías, del capitalismo mismo, porque nadie estudió más el capitalismo que Carlos Marx. Él lo estudió como algo esencial. Fue estudiando el capitalismo que me volví comunista. Yo tenía una decisión, una inclinación franca y decidida por la política. En aquel período, estaba pasando de mi fase de comunista utópico a comunista marxista, y marxista leninista. Tal fue el camino que seguí después. (…) Cuando hice el plan, necesitaba 47 asignaturas; en año y medio saqué 45 y me quedaban todavía tres meses y sólo dos o tres asignaturas por aprobar. Las tenía estudiadas incluso y no las examiné. Hubiera sido muy bueno haber podido estar dos o tres años formándome en Economía Política, pero tuve que escoger entre irme a estudiar, a perfeccionar los conocimientos, o participar activamente en la lucha. Decidí participar de inmediato en esta; renuncié al proyecto de estudio para dedicarme por entero a la lucha revolucionaria. Si me hubiera marchado lejos, a Estados Unidos o a Francia para estudiar, hubiera perdido muchísimo, hubiera perdido la hora oportuna de la lucha revolucionaria; pero parece que vi claro que se acercaba un momento clave, una etapa en que no era correcto invertir el tiempo en el estudio, y con la audacia característica de toda la gente joven, creí que estaba preparado para la acción política con un objetivo revolucionario bien definido. Entonces dejé el estudio y me decidí por la lucha. Esto ocurrió en el verano de 1950. [9]
Desde julio de 1955 hasta noviembre de 1956, a la vez que dirige los preparativos en el exilio azteca al que se vio forzado partir para organizar la lucha, Fidel atiende la labor de los revolucionarios cubanos en otros países. Recorre Estados Unidos y Costa Rica y está al tanto de la situación dentro de la Isla. Aparte de la correspondencia que sostiene con dirigentes del M-26-7, y de los emisarios que van y vienen entre Cuba y México, es impresionante la labor política e ideológica que despliega por medio de entrevistas y artículos, escritos principalmente para la prensa cubana. La mayor parte de éstos son publicados, no siempre íntegros, por la popular revista Bohemia.
Uno de los ejemplos de su labor incesante en relación con el trabajo de aunar voluntades dentro de la emigración cubana, lo tenemos en su periplo por Estados Unidos. Procedente de Filadelfia, el joven revolucionario vive la emoción de sostener numerosos encuentros, como orfebre de la unidad, con representantes de todo el continente en el escenario neoyorquino.
“Tal como estaba previsto, en horas de la tarde del domingo 23 de octubre Fidel Castro y Juan Manuel Márquez arriban en el ferrocarril Silver Meteor a la ciudad de Nueva York, primer punto de escala de su recorrido por distintas ciudades norteamericanas. En la estación Pennsilvania, ubicada en la calle 34 Broadway y 7ma. Avenida, cerca de doscientos cubanos esperan impacientes la llegada del líder revolucionario, convocados por el Comité Ortodoxo de New York, Acción Cívica Cubana y el Comité Obrero de Emigrados y Exiliados Cubanos. El recibimiento resulta mayor de lo esperado. (…) En breve se organiza la presidencia del improvisado mitin, integrado por Fidel, Juan Manuel y los representantes de las tres organizaciones de emigrados en Nueva York. (…) Después, Juan Manuel Márquez presenta a Fidel Castro, quien hace una breve apelación para que la emigración cubana de Nueva York apoye la línea proclamada por el Movimiento 26 de Julio como única forma de enfrentamiento a la dictadura. (…) Otra de las tareas que se plantea Fidel Castro a su llegada a Nueva York es también la nueva edición de La historia me absolverá, cuyos originales llevó consigo y de la que se ocupa personalmente. (…) Aquella primera edición de La historia me absolverá, editada en Nueva York, se sufraga con donaciones hechas por los emigrados. De inmediato, se mandan a imprimir 5 mil ejemplares. Se reúne el dinero entre las tres organizaciones, faltan 300 dólares por pagar y un emigrado presta el dinero. Fidel pasa varias noches corrigiendo las pruebas de galera y revisando el folleto.” [10]
Fidel regresó a los Estados Unidos en 1960. El 18 de septiembre partió hacia Nueva York con el objetivo de participar en el XV Asamblea General de las Naciones Unidas. La delegación cubana estaba integrada además por Raúl Roa, el Comandante Ramiro Valdés, Celia Sánchez, Emilio Aragonés, Juan Escalona y Antonio Núñez Jiménez. Dos días más tarde se incorporarían a la misma el Comandante Juan Almeida y el destacado intelectual Regino Boti.
Desde su llegada al aeropuerto de Idelwild, una gigantesca multitud se congregó para saludarlo. Las autoridades anfitrionas, por su parte, además de un incidente provocado por la conducta violenta de un miembro del cuerpo de seguridad norteamericano, impusieron restricciones para la obtención de alojamiento para la comitiva. Manuel Bisbé, Jefe de la Misión Permanente de Cuba ante las Naciones Unidas, presentó una enérgica protesta por el descortés tratamiento de que era objeto el Primer Ministro antillano. [11]
Luego de hospedarse en el Hotel Shelbourne, situado en la calle 37 esquina a la Avenida Lexington, el dueño planteó la necesidad de que se le pagara mucho más, debido a la supuesta propaganda negativa que recibía por la presencia cubana, algo que la delegación rechazó tajantemente.
La decisión original de Fidel fue adquirir varias casas de campaña y armarlas en el jardín de la ONU, idea que incluso le trasmitió personalmente al Secretario General Hammaskjold, que intentó persuadirlo de ello orientando a funcionarios de su despacho que hicieran gestiones con diferentes hoteles.
Roa, en paralelo, había conversado con el propietario del Hotel Theresa, situado en Harlem, en la calle 125 esquina a Séptima Avenida, quien respondió mediante una llamada telefónica que ofrecía habitaciones gratuitas para los representantes cubanos. Al máximo dirigente de la ONU no le pareció válida esta propuesta, pues pensaba que debía buscarse una instalación de mayor categoría, pero encontró la aprobación de inmediato de Fidel, que horas antes le contó a sus colaboradores que si no podía ser en tiendas de campaña, entonces se quedaría en el barrio más humilde de la ciudad, que no era otro que Harlem.
Una vez instalado en dicho Hotel, Fidel recibió el saludo de diversos dirigentes de organizaciones negras, que le mostraban su orgullo por tenerlo entre ellos. El líder rebelde le obsequió por su parte a Larry B. Woods, propietario del inmueble, un busto de Martí con la inscripción: “Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de razas”.
Allí el guerrillero victorioso en la Sierra Maestra recibió, entre otros, a Malcom X, el presidente de la República Árabe Unida Gamal Abdel Nasser, el Primer Ministro de la India Jawaharlal Nehru, y a Nikita Krushohv, a quien le devolvió el gesto asistiendo a la sede diplomática soviética en dicha ciudad. En uno de los recesos de las sesiones en la sede de la ONU, saludó también el Primer Ministro de Ghana Kwane Mkrumah. [12]
El 26 de septiembre Fidel pronunció un vibrante discurso en el que sentenció: “¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desparecido la filosofía de la guerra! ¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso!”. [13]
Dos días más tarde, luego de aterrizar en el Aeropuerto Internacional José Martí en un cuatrimotor cedido por el gobierno soviético, producto de que el Britannia que los llevó a Nueva York fuera embargado por las autoridades norteamericanas, Fidel compartió con el pueblo que se dio cita frente a la terraza norte del Palacio Presidencial.
Cuando pasada las 10 de la noche estalló un petardo, con la intención de atemorizar a los participantes, el Jefe de la Revolución explicó con serenidad y firmeza: “Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva. Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo”. Nacían así los Comité de Defensa de la Revolución.
En 1979, con 53 años de edad, regresó a tierra norteamericana el Comandante en Jefe para asistir a la Asamblea de las Naciones Unidas, en su condición de Presidente del Movimiento de Países No Alineados, horas después de que concluyera en La Habana la histórica VI Cumbre de los NOAL.
El 21 de octubre de 1995 nuevamente llegó a esa ciudad, para participar en las sesiones especiales desarrolladas con motivo del cincuentenario de la ONU. Cumplió una apretada agenda que incluyó, entre otras actividades, encuentros con Peggy Rockefeller, nieta de David, ex presidente del Chase Manhattan Bank y con varias de las más relevantes personalidades de la prensa de ese país, como Dan Rather, de la CBS; Mortimer B. Zuckerman, presidente y co-editor del Daily News; Diane Sawyer, Barbara Walters y Peter Jennings, de ABC; Mike Wallace y el productor ejecutivo de “60 Minutes”, Don Hewitt, de CBS; la editora de la revista New Yorker, Tina Brown; el entrevistador de PBS, Charlie Rose; Tom Johnson de CNN y William Safire, columnista del The New York Times.
Emotivo fue el intercambio con la comunidad boricua desarrollado en el Jimmy´ Bronx Coffe, promovido por el congresista demócrata José Serrano, donde recibió innumerables muestras de efecto. Jimmy, propietario de la instalación, le obsequió tres pelotas que para él entrañaban gran valor porque estaban firmadas por igual número de leyendas de las Grandes Ligas, todas ellas integrantes del Salón de la Fama: Mickey Mantle, de los Yanquis; Willy Mays, de los Gigantes y Duke Snider, de los Dodgers. También le entregó una camiseta blanca de los Bombarderos del Bronx, que en la espalda decía “Castro 1”. Se reunió asimismo con representantes de diferentes denominaciones religiosas, entre ellos con el inolvidable Lucius Walker, bujía de Pastores por la Paz.
Como cuestión que concitó el rechazo de muchos quedó el hecho de que Rudolf Giuliani, alcalde republicano de Nueva York, ofreció una cena de bienvenida a los mandatarios asistentes a la cumbre de la que excluyó a Fidel y al líder palestino Yaser Arafat. Los presidentes de Brasil y Chile, Fernando Henrique Cardoso y Eduardo Frei, respectivamente, declinaron la invitación al banquete, algo que no hicieron Carlos Menem, de Argentina, y Rafael Caldera, de Venezuela.
Cinco años más tarde, en septiembre del 2000, volvió a levantarse su voz, esta vez en las deliberaciones de la denominada Cumbre del Milenio. Aprovechó la ocasión para saludar, entre muchas personalidades, a los presidentes Jiang Zemin, de China; Vladimir Putin, de Rusia; Mahatir Mohamed, de Malasia y Jerry Rawlings, de Ghana.
Al reencontrarse con sus amigos de Harlem, en la Iglesia Riverside, expresó: “Nosotros estamos bien informados de la tragedia que sufre el mundo, porque uno de nuestros principios más sagrados es la solidaridad. (…) Pienso algo más: La humanidad llegará al máximo de su conciencia y de sus cualidades potenciales cuando a una persona, la muerte del hijo de cualquier familia, le duela tanto como la muerte de su propio hijo o de cualquier otro familiar cercano (Aplausos)”. [14]
Por cierto que luego de concluida la sesión inaugural de dicha reunión en Naciones Unidas, justo cuando se les indicaba a los mandatarios marchar hacia un local para tomarse la foto oficial del evento, el compañero Fidel y el presidente Clinton cruzaron un breve saludo, el único entre presidentes de ambas naciones antes de que Barack Obama y el General de Ejército Raúl Castro lo hicieran en Sudáfrica en diciembre del 2013, en ocasión de las honras fúnebres del inolvidable luchador anti apartheid y ex presidente Nelson Mandela. [15]
Raúl: “Cuba seguirá defendiendo las ideas por las que nuestro pueblo ha asumido los mayores sacrificios y riesgos”.
Por último, la conmovedora ceremonia de este 20 de julio me hizo recordar el estremecedor discurso de Raúl, el pasado 11 de abril, en la VII Cumbre de las Américas celebrada en Panamá. En la cita, a cuyo segmento oficial asistió por vez primera nuestro país, tuvieron un extraordinario impacto las palabras del Primer Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros porque desde el corazón, como reconoció entre otros el presidente anfitrión Juan Carlos Varela, expuso magistralmente la historia de lucha de nuestra nación, en su incesante batallar por alcanzar primero, y preservar después, su independencia y soberanía, en la misma medida en que jamás renunció a conquistar toda la justicia para sus ciudadanos. En un fragmento de esa intervención, que debe servir como guía para el accionar de los revolucionarios en el futuro complicado que supondrá el proceso de normalización de las relaciones entre ambas naciones, el compañero Raúl precisó:
“Cuba seguirá defendiendo las ideas -expresó visiblemente emocionado– por las que nuestro pueblo ha asumido los mayores sacrificios y riesgos y luchado, junto a los pobres, los enfermos sin atención médica, los desempleados, los niños y niñas abandonados a su suerte u obligados a trabajar o a prostituirse, los hambrientos, los discriminados, los oprimidos y los explotados que constituyen la inmensa mayoría de la población”.
Abordando además la necesidad de qué se produzca una transformación en el intercambio entre nuestras naciones hacia el futuro, señaló:
“Las relaciones hemisféricas, en mi opinión, han de cambiar profundamente, en particular en los ámbitos político, económico y cultural; para que, basadas en el Derecho Internacional y en el ejercicio de la autodeterminación y la igualdad soberana, se centren en el desarrollo de vínculos mutuamente provechosos y en la cooperación para servir a los intereses de todas nuestras naciones y a los objetivos que se proclaman”. [16]
Luego de sus contundentes valoraciones diversos mandatarios como Cristina Fernández, de Argentina, y Nicolás Maduro, de Venezuela, ratificaron de inmediato la colosal importancia del conocimiento de nuestras raíces, como garante no solo de comprender lo que fuimos ayer y somos hoy, sino de lo que con nuestro esfuerzo creador podemos ser mañana, inspirados en dichas tradiciones.
La presidenta gaucha, en un brillante discurso improvisado, llamó a todos los líderes a practicar la sinceridad como única vía de resolver conflictos de larga data. El compañero Maduro, que da continuidad al legado del inolvidable Comandante Hugo Chávez, dejó claro que la Historia es una fuerza viva. “Estamos orgullosos de nuestra Historia, la que construyeron nuestros libertadores y la que estamos construyendo hoy”.
El presidente Barack Obama, por su parte, había intervenido momentos antes expresando, entre otros asuntos, al igual que hizo en la V Cumbre de Puerto España en el 2009, que no debíamos mirar constantemente atrás, ni darle tanto peso a las cuestiones históricas. “Estados Unidos no será prisionero del pasado”, afirmó, al tiempo que en un sentido diametralmente opuesto al de una buena parte de los oradores, reconoció que no siente mucha inclinación por la Historia ni le motivan “las argumentaciones sino los efectos tangibles”. “A mí no me interesan batallas que empezaron antes de que yo naciera”, apostilló. [17]
Barack Hussein Obama hizo historia al ganar, en noviembre del 2008, las elecciones presidenciales de su país, como candidato del Partido Demócrata nada menos que ante un representante de la extrema derecha, héroe por demás en su condición de prisionero de guerra en Viet Nam, el senador por Arizona John McCain. De esa forma se erigió en el primer afroamericano ocupante del Salón Oval, entre los 44 presidentes que ha tenido ese país desde su conformación como estado.
Tenía además como elemento singular el hecho de ser hijo de un joven keniano, descendiente de la tribu de los Luo, que en 1959 se convirtió en el primer alumno africano en matricular en la Universidad Hawai. Allí conoció a una muchacha de Kansas, con la que contrajo nupcias en 1960 y de cuya unión nació Obama un año más tarde.
El propio Obama ha contado que tener un padre negro como un tizón y una madre blanca como la leche le acarreó múltiples contratiempos a su familia, en una etapa donde estaba latente una profunda segregación en numerosos estados de la Unión, la cual solo sería erosionada mediante la lucha heroica de figuras como Malcom X, Martin Luther King y Angela Davies.
Los recientes asesinatos de Michael Brown, en Ferguson, y Freddy Gray en Baltimore, como antes ocurrió con el niño Trevor Martin y pocos años antes con los linchamientos a Rodney King en Los Ángeles o el joven africano Amadou Diallo, entre muchos ejemplos, confirman que está lejos de desaparecer la discriminación por el color de la piel en predios del Tío Sam.
Sus innegables capacidades como estudiante aventajado, y el desarrollo alcanzado una vez graduado, le permitió -muy por el contrario de la trayectoria de su predecesor George Bush-, ejercer durante una década como profesor de Derecho Constitucional, en la prestigiosa Universidad de Chicago.
Incluso publicó en 1995 el primero de sus dos libros de carácter autobiográfico, Los sueños de mi padre, mientras que en el 2006 vio la luz, La audacia de la esperanza: reflexiones sobre cómo restaurar el sueño americano, donde describió la campaña que realizó para imponerse un año antes a su contrincante republicano, en la carrera por obtener un escaño senatorial, además de realizar un examen sobre problemáticas presentes en la sociedad estadounidense como la creciente inseguridad económica de una buena parte de las familias y los conflictos recurrentes por motivos raciales y religiosos. [18]
Ahora bien, consideramos que a la hora de analizar exclusivamente la proyección de su administración hacia nuestro país, debemos delimitar dos etapas: la que media entre el 2009 y noviembre del 2014 y la que se abre a partir de los anuncios realizados el 17 de diciembre de forma simultánea por él y el compañero Raúl.
Es por ello que consideramos oportuno -con plena conciencia de que para los cubanos es un imperativo dominar profundamente el acervo revolucionario, ideológico, político y cultural que nos sustenta- continuar realizando en lo adelante, con profundidad, una aproximación al devenir histórico de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, así como a varios de los desafíos que presupone el cambio de táctica del poderoso vecino, no el abandono de sus objetivos estratégicos como imperialismo, hacia nuestro país.
En los escenarios venideros, especialmente en las circunstancias más complejas que se presenten, contaremos como brújula que nos permitirá asirnos al camino correcto, con la riqueza extraordinaria del pensamiento y la acción de Martí, Fidel, Raúl, el Che, Maceo, Céspedes y el resto de los héroes y mártires de la Patria. Ese arsenal de ideas, vigorosas desde su simiente, es un caudal fabuloso a disposición del pueblo cubano, que tenemos que preservar y enriquecer en el diario cumplimiento de nuestro deber.
Notas, citas y referencias bibliográficas.
[1] Bruno Rodríguez Parrilla: “Ratificamos la voluntad de Cuba de avanzar hacia la normalización de las relaciones con los Estados Unidos”, discurso en la ceremonia de reapertura de la Embajada de Cuba en Estados Unidos, en: Granma, martes 21 de julio de 2015, p. 3.
[2] Sánchez-Parodi, que ocupó esa responsabilidad hasta 1989, fue uno de la treintena de miembros que integró ahora la delegación al restablecimiento de nuestra Embajada, reconocimiento que igualmente recibió el compañero Ricardo Alarcón, que en 1977 era Jefe de nuestra Misión Permanente en Naciones Unidas.
[3] En un artículo elaborado por el teniente coronel S. Kindsvatter, aparecido en Military Review con el título de “Operaciones Conjuntas y Combinadas en la Campaña de Santiago de 1898” este oficial expone con claridad la conducta seguida por el alto mando militar, con respecto a los combatientes cubanos. “(..) el General García, había ido recibiendo cada vez menos atención mientras se desarrollaba la campaña; así Shafter no dispuso que los cubanos participaran en las negociaciones ni les invitó a la ceremonia de rendición. De hecho, no se les permitió entrar en Santiago, supuestamente para evitar la posibilidad de violencia y robos. Igualmente insultante para los cubanos fue la decisión de Shafter de mantener en sus puestos gubernamentales a los funcionarios civiles españoles; funcionarios estos a quienes los cubanos trataron de expulsar durante tres años de luchas”. Por otro lado, provoca aún hoy indignación leer la manera ofensiva y degradante con que Shafter se expresó de los cubanos, que lo habían entregado todo en el campo de batalla. En una misiva a su progenitora puso sobre el tapete todo el odio y desprecio que sienten las élites por los que emergen de las entrañas del pueblo. “El Ejército no tiene mucha compasión por los cubanos. Todos los que hemos conocido aquí son negros sucios detestables que se comen nuestras raciones, rehúsan trabajar y rehúsan luchar”. Mientras que el destacado historiador norteamericano James D. Cockcroft, en una obra monumental sobre las relaciones entre Estados Unidos y nuestra región, apunta el carácter limitado de las acciones de las tropas de su país en aquella guerra, si bien la prensa se encargó de presentar una imagen favorable al papel de erigirse en policía global, como después repetirían en cada incursión bélica yanqui. Todo ello acentuado porque en suelo cubano incursionaron varias figuras consideradas pesos pesados de ese país, representantes de diversas esferas. “Entre los oficiales estadounidenses que ganaron fama en la breve guerra había gigantes políticos y económicos como Teddy Roosevelt, Cornelius Vanderbilt y J.P.Morgan. Muchos ciudadanos norteamericanos se opusieron a la guerra tildándola de `imperialista´. La deserción y el reclutamiento fueron proporcionalmente más elevados que en ninguna otra guerra librada por Estados Unidos desde la de México hasta la de Vietnam. Los cubanos libraron la lucha contra los españoles y solamente hubo una batalla importante en la que participó Estados Unidos: la de la colina de San Juan. Roosevelt reconoció que `la guerra no fue mucha pero era lo mejor que habían tenido´”. Ver en: Ángel Jiménez González y René González Barrios: La fruta que no cayó. La intervención de Estados Unidos en Cuba, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2013, p. 56., y James D. Cockcroft: América Latina y Estados Unidos. Historia y política país por país, XXI siglo veintiuno editores, México, D.F., 2001, p. 345.
[4] Sobre ese evento escribe uno de los más acuciosos investigadores de la vida y obra de nuestro Héroe Nacional: “Denuncia los objetivos ocultos del convite y alerta del peligro del vínculo que tratan de imponer los Estados Unidos: `Ni uniones de América contra Europa, ni con Europa contra un pueblo de América. (…) La unión, con el mundo, y no con una parte de él, contra otra.´ (OC, 6, 160)”. Ibrahim Hidalgo Paz: José Martí 1853-1895 Cronología, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 2003, p. 140.
[5] El testimonio más detallado sobre este periplo es sin dudas el texto del periodista Luis Báez Fidel por el mundo, publicado por la Casa Editora Abril en el 2011, específicamente la narración entre las páginas 23 y 43. En una de ellas el querido profesional, lamentablemente fallecido, que recibiera por la obra de la vida el Premio Nacional de Periodismo y que acompañara al Comandante en Jefe a numerosas naciones, escribe, en inequívoca expresión de la voluntad con que Fidel viajó a ese país, que: “Al atardecer –se refiere al jueves 16 de abril (HPC)-, Fidel se dejó llevar por sus impulsos. Inesperadamente abandona la residencia de la embajada seguido por unos pocos miembros de su equipo. Antes de que haya avanzado mucho en dirección a un parquecito cercano ya se le suma una escolta popular. Saluda a un grupo de estudiantes que viajan en bus. A las ventanillas asoman decenas de manos. Luego, en el parque, se olvidan de las ordenanzas municipales y la multitud invade el alfombrado césped. Los niños, sobre todo, atraen su atención. Los pequeños, que nada saben de protocolo, le tiran curiosos de la negra barba. Toma en sus manos una preciosa criatura de 16 meses. Shirley Hayes, con un gorrito blanco, se acoge al ancho tórax de Fidel, mientras agita gozosa sus manitos. Al día siguiente el Washington Daily News publica en su primera plana la foto de Fidel sosteniendo a la niña”.
[6] Ibídem, p. 34.
[7] Abel Enrique Gónzalez Santamaría: La Gran Estrategia. Estados Unidos vs América Latina, Editorial Capitán San Luis, La Habana, 2013, p. 178.
[8] Ver: “La tiranía mundial”, publicada originalmente el 7 de julio de 2007, en: Fidel Castro Ruz: Reflexiones, Tomo 1, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2013, pp. 165-166.
[9] Katiuska Blanco Castiñeira: Fidel Castro Ruz. Guerrillero del Tiempo, Casa Editora Abril, La Habana, 2011, pp. 521- 524.
[10] Heberto Norman Acosta: La palabra empeñada, Tomo 1, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2005, pp. 301-305.
[11] Manuel Bisbé Alberni. Nació en la ciudad de Santiago de Cuba el 28 de diciembre de 1906 y falleció de un infarto cardíaco, el 20 de marzo de 1961, en el puesto de combate asignado en Naciones Unidas defendiendo, sin concesión alguna, la verdad de la naciente revolución.
[12] Núñez Jiménez recogió un amplio testimonio de aquellas jornadas, documentado además con fotos de los maestros Alberto Korda, Raúl Corrales y de su propia autoría. Con relación al segundo momento en que se encontró Fidel con Krushohv, relató: “Salgo rápidamente hacia la residencia, situada en Park Avenue y Calle 86 y, al llegar, me sorprende ver la gran cantidad de fotógrafos, reporteros y público en general. (…) Saludo a Nikita, le explico y comprende –se refiere a que Fidel demoraría unos minutos por gestiones impostergables en el Theresa (HPC)-. Evidentemente siente una viva simpatía por Fidel y la Revolución Cubana. Un periodista, ante la larga espera, le pregunta: -Krushohv, ¿no se siente usted como una novia a la que han dejado plantada en la puerta de la iglesia? –Yo nunca he sido una novia –dice sonriente-. Fidel vendrá. -¿Es cierto que Castro es comunista? –pregunta otro periodista. –No lo sé, lo que sí sé es que yo soy fidelista – es la respuesta de Nikita”. Sobre la amena conversación con el estadista egipcio, reflejó: “El gobierno y el pueblo de la República Árabe Unida apoyamos solidariamente a la Revolución Cubana –expresa Nasser. (…) Nuestra amistad fue iniciada cuando el Comandante Raúl Castro visitó Alejandría, por los festejos del 26 de Julio. Esa fecha simboliza la victoria de las revoluciones egipcia y cubana. Raúl seguramente le habrá hablado a usted del entusiasmo desbordante con que fue recibido en el estadio de Alejandría. ¿Estaría usted dispuesto a visitar El Cairo?”. Curiosamente, 49 años después, en julio del 2009, el General de Ejército Raúl Castro sostuvo un emotivo encuentro en Egipto con Mona Abdel, hija de Nasser, luego de concluir la cumbre del Movimiento de Países No Alineados, donde nuestro país le entregó la presidencia a los anfitriones. Ver: Antonio Núñez Jiménez: En marcha con Fidel – 1960, Ediciones Mec Graphic Ltd., La Habana, 1998, pp. 282-286.
[13] Ibídem, p. 300.
[14] Fidel Castro: “La especie humana alcanzará sus grado más alto cuando cada pueblo sea capaz de sufrir como propio el dolor de los demás pueblos del mundo”, Discurso pronunciado en el acto de solidaridad con Cuba efectuado en la Iglesia Riverside, Harlem, Nueva York, 8 de septiembre del 2000, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 2000, p. 12.
[15] Sobre el incidente el Comandante escribió una breve nota aclaratoria titulada “El saludo a Clinton”, que él mismo leyó en el acto celebrado en la Iglesia Riverside. En una parte de la misma apunta: “Apenas cuatro metros delante percibo a Clinton saludando a varios Jefes de Estado que por allí cruzaban. Por cortesía el Presidente iba dándole la mano a cada uno de ellos. No podía yo salir corriendo para evitar pasar por aquel punto –es más, no tenía hacia donde correr (Risas) -; él tampoco podía hacerlo. Habría sido vergonzosa cobardía de ambos. Proseguí detrás de los demás. En cuestión de dos minutos llegué al punto donde debía pasar delante de él. Igual que los demás me detuve unos segundos, y con toda dignidad y cortesía lo saludé (Aplausos); él hizo exactamente lo mismo, y seguí adelante. Habría sido extravagante y grosero hacer otra cosa. Todo duró menos de 20 segundos. (…) La mafia de Miami –no me refiero ni mucho menos a los muchos buenos cubanos que hay en Miami- se puso histérica. Según ellos, el Presidente había cometido un gran crimen. A tales extremos llega su fundamentalismo. Por mi parte, me siento satisfecho de mi comportamiento respetuoso y civilizado con el Presidente del país que ha sido anfitrión de la cumbre”. Con respecto al saludo entre Raúl y Obama, expresó Fidel: “El papel de la delegación de Cuba, con motivo del fallecimiento de nuestro hermano y amigo Nelson Mandela, será inolvidable. Felicito al compañero Raúl por su brillante desempeño y, en especial, por la firmeza y dignidad cuando con gesto amable pero firme saludó al jefe del gobierno de Estados Unidos y le dijo en inglés: «Señor presidente, yo soy Castro». Ver: Ibídem, pp. 61-62., y “Mandela ha muerto ¿Por qué ocultar la verdad sobre el Apartheid?”, reflexión publicada en Cubadebate el 18 de diciembre del 2013.
[16] Raúl Castro Ruz: “Cuba seguirá defendiendo las ideas por las que nuestro pueblo ha asumido los mayores sacrificios y riesgos”, Discurso en la VII Cumbre de las Américas, Ver en: Granma, lunes 13 de abril de 2015, pp. 3-5.
[17] La edición dominical de Juventud Rebelde, correspondiente al 12 de abril del 2015, recoge una vasta información sobre lo que aconteció en el segmento donde intervinieron los Jefes de Estado.
[18] Puede verse La Gran Estrategia…Ob. Cit., pp. 262-264. Sobre él expresó el General de Ejército en Panamá: “Yo soy de los que pienso –y así se lo he manifestado a unos cuantos jefes de Estado y de Gobierno que veo aquí, en reuniones privadas que he tenido con ellos en mi país al recibirlos- que, según mi opinión, el Presidente Obama es un hombre honesto. Me he leído algo de su biografía en los dos libros que han aparecido, no completos, eso lo haré con más calma. Admiro su origen humilde, y pienso que su forma de ser obedece a ese origen humilde (Aplausos prolongados)”. Ver en: Raúl Castro Ruz: Discurso en la Cumbre de las Américas, Granma… Ed., cit., p. 4.
Atendiendo los diferentes momentos de las relaciones entre la Republica de Cuba y los EE.UU. me llamo la atencion que el Sr.Hassan Pérez Casabona no destacara la labor de Juan Gualberto Gomez fiel aliado en los ideales de Marti en ese periodo tan delicado y dificil en el inicio de la Republica.
Ya en tiempos mas reciente destaco la presencia de Fidel Castro Ruz en 1960, y su encuentro calido como fraterno con personalidades mundiales y locales en el hotel Teresa en Harlem de una gran presencia de la comunidad de afrodecendientes estadounidense.
Un saludo cordial.