Gómez se disponía a atacar una pequeña guarnición atrincherada de los españoles y le encomendó la misión al bravo oficial guantanamero José Policarpo Pineda, conocido como Rustán. Al comprobar lo mal armada que estaba la tropa cubana, Rustán, que tenía fama de intrépido pero también de rebelde, puso reparos a la orden y le dijo al Generalísimo que con solo tres tiros por hombre no se mandaba a nadie al matadero.
Sin inmutarse, Gómez pasó revista a las municiones y le quitó un cartucho a cada combatiente, dejándoles únicamente dos. Se colocó al frente de los patriotas y tomó por asalto la posición enemiga.
En otra ocasión, en la zona donde operaba el Generalísimo se encontraba un fuerte español que resultaba un obstáculo para las incursiones de las tropas mambisas. Era preciso eliminarlo, pero los cubanos, como fue habitual en las gestas independentistas, no contaban con suficientes armas y municiones.
Entonces el genial estratega dominicano tuvo una ingeniosa idea. Con palos puntiagudos a manera de puyas y las bayonetas simuló fusiles; puso a la vista de los españoles al grueso de la tropa cubana, como si fuese una reserva, así “armada” y con los pocos de sus hombres que tenían armas se lanzó al ataque. Con insuficientes tiros y mucho alboroto conquistó la victoria y la audaz y original acción pasó a la historia con el nombre de “el ataque de las puyas”.
Así era Máximo Gómez y recordarlo en episodios como este es el mejor homenaje al aniversario 110 de su muerte, que se conmemora en este mes de junio.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …