Cada 3 años, la Bienal de La Habana apuesta por convertir la ciudad toda en una gigantesca galería de arte, o mejor aún, en una performance en sí misma. A las habituales galerías se suman calles, plazas y parques como espacios en los que intervienen centenares de artistas que comparten con nativos y visitantes diversas experiencias culturales que encuentran abrigo en el arte contemporáneo.
Como ya es costumbre la Universidad de las Artes (ISA) resulta por estos días sede destacada de la Bienal, y no podía ser de otra manera al ser este centro una de las principales canteras de la creación artística en el país. Bajo el nombre de Con lentes de contacto, el ISA acoge una exposición colectiva de 44 muestras distribuidas a lo largo de sus instalaciones, que pretende “mirar, evaluar, enunciar y hacer desde las prácticas artístico-pedagógicas”, según declaran sus organizadores.
El espectador que se llegue hasta el ISA quizá se sienta un poco confundido por la algarabía sonora de los estudiantes de música que ensayan dispersos por toda la universidad para su próxima graduación. Pero no, está en el sitio correcto, y lo comprenderá desde que empiece su recorrido, cuando se encuentre con vistosas instalaciones como ISLAndia y Al filo de… (Lianet Martínez), ubicadas en los exteriores de la Facultad de Artes Visuales. Son precisamente los sinuosos pasillos de esta facultad –con sus giros sorprendentes y trazados que retan el sentido de la orientación de los caminantes despistados– los que albergan la mayor cantidad de obras.
Bordados, grabados, videoinstalaciones, pinturas y esculturas –entre otros formatos– se suceden en un espacio marcado por la diversidad de lenguajes, estilos y discursos, cuyo común denominador parece ser el eterno cuestionamiento del quién soy del ser humano y su contexto.
Entre las numerosas obras a disposición del público destacan piezas como Los tataranietos de Dios (Osvaldo Ferrer), que a través de la pintura, la escultura y el performance reflexiona sobre el pasado y presente de la religión afrocubana; Posibles escenarios (Aylén Russinyol y Liszandra Rodríguez), una serie de cuadros realizados en cemento y óleo y maquetas de diversos materiales que especulan, a partir de la visión respectiva de cada artista, acerca del “teatro de la vida”; y Home (Samir Bernárdez), registro de la aparentemente tranquila pero provocadora intervención pública que realizara Bernárdez a la entrada de importantes museos de arte contemporáneo en los Estados Unidos.
Para evitar molestias, sería saludable que los organizadores de la exposición pusieran a disposición de los visitantes una actualización del estado de las muestras –a través de voluntarios, folletos o carteles–, ya que varias de ellas no se encuentran disponibles en la actualidad. Esto ahorraría numerosos viajes hacia apartados lugares de la universidad en los que se supone que hay piezas expuestas, pero no sucede así en realidad. Decepciones aparte, Con lentes de contacto es una excelente oportunidad para tomarle el pulso a ese gran laboratorio artístico que es el ISA, y, por qué no, una ventana para asomarnos a nosotros mismos.
Que bello aporte, enternece tanta intelectualidad volcada en expresiones pictoricas