Por: Ana Margarita González y Elisdany López Ceballos
“Las tierras de Guasimal son malas para cultivar”… parece una profecía que se repite de boca en boca, pero para los campesinos que han “echa´o la vida” en esos parajes de la provincia de Sancti Spíritus, la cuestión responde más a tradiciones que a fatalidades o presagios.
“Aunque parezca que la lluvia le tiene miedo a esta zona, creo que se trata de costumbres; de nuestros padres heredamos el amor por la ganadería, pocos se dedican a los cultivos varios. Así ha sido durante generaciones”, afirmó Ricardo González, miembro de la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Bienvenido Pardillo, la cual ha producido más de un millón de litros de leche durante 6 años consecutivos, en un paisaje donde señorea la aridez.
Pudiéramos decir que tienen algo de magos, pero eso simplificaría los altibajos que han sorteado estos hombres para conseguir que las ubres no padezcan la sequía de aquellos lares.
Un camino difícil
La ganadería ha transitado por coyunturas que marcan un antes y un después. “Aquí existió una empresa pecuaria con un parque de 125 tractores, y vaquerías que producían más de 2 mil litros diarios. Con la extinsión del campo socialista todo empeoró; hoy tenemos en la cooperativa unos 17 tractores con 40 años de explotación y sin repuestos”, expresó Orlando Obregón Medinilla, presidente de la CCS.
“Esta rama de la agricultura requiere insumos específicos, que son muy difíciles de adquirir en las tiendas por el desabastecimiento, los altos precios con que se comercializan y la baja calidad que tienen”.
A través del Proyecto Palma la cooperativa recibió mochilas, alambres, sogas y un tractor con sus implementos; mediante la colaboración de la Asociación Cubana de Producción Animal (ACPA) adquirieron dos termos y algunas cantinas para almacenar leche, mientras un programa medioambiental los dotó de 10 biodigestores y otros instrumentos que están por llegar. Sin embargo, fuera de este tipo de iniciativas, el camino para garantizar los utensilios o medios de trabajo se convierte en un viacrucis.
“Tuve que ‘hacerme el harakiri’ y comprar nueve rollos de alambre carísimos, pues mi finca colinda con la línea del tren y el ganado corría peligro. Para concluir el cercado necesitaba grampas y no aparecían por ningún lugar, finalmente las conseguí fuera de la provincia, argumentó José Félix Cruz, un técnico veterinario que se dedicó a la producción ganadera.
“Después de esa inversión conseguir echar el piso de la vaquería, pero no me da para completar el techo. Tengo que comprar las pencas de guano, que salen a 1,20 pesos cada una, y así lograr el ordeño en mejores condiciones de higiene, pues por esta zona la mayoría no dispone de estas comodidades y cuando llueve se complica la situación”, comentó.
Otras dificultades rondan el quehacer de quienes mantienen la producción lechera en una zona de secano, con poca fertilidad del suelo, y además afectada por la plaga nacional: el marabú.
“Nos golpea mucho la falta de transporte para buscarles alimentos a los animales; ahora mismo hay bagacillo disponible en el central Uruguay y lo desaprovechamos porque no tenemos en qué movernos; pudiéramos entregar un 40 % más de leche de la que tributamos hoy, pero dependemos de una empresa prácticamente desintegrada”, sostuvo el presidente de la CCS Bienvenido Pardillo.
“El paquete tecnológico es un verdadero paquete, porque llega solo una parte y a destiempo. Este año empezamos bien con la producción de cerdo, aumentamos los granos, las hortalizas, las viandas… estimulados por los precios. Con la ganadería no tenemos ese tipo de motivación y aun así alcanzamos resultados”, agregó.
El ingrediente humano
Para quienes garantizan cada día la entrega de leche fresca a las bodegas del consejo popular Guasimal, el precio de cada litro sigue siendo insuficiente para incentivar el trabajo sacrificado: “Antes nos pagaban a 2,40 pesos el litro, sin distinción de si iba para la industria o para el consumo directo, luego bajaron a dos pesos el que se destina a las dietas; no obstante, eso no le genera gastos al Estado porque nos ocupamos hasta de llevarla del corral a la bodega”, aseveró Ricardo González, uno de los cooperativistas que más aporta.
Por otro lado, Orlando Obregón explicó: “Una de las justificaciones para disminuir el precio fue que no hacíamos pruebas de calidad del producto, y eso no tiene lógica porque contamos con los medios para realizar ese test y lo hacemos en las propias tiendas. Además, el mejor laboratorio es el pueblo, que recibe la leche directamente y reconocen cuán buena es”.
El presidente de la CCS alegó que prevalecen problemas de impagos con Industria Láctea, no así con Comercio. En septiembre pasado demoraron 58 días en pagar y “aunque después adoptaron algunas medidas organizativas, el mes anterior también hubo retrasos”.
A pesar de todo ello, cuando recorres los terrenos de la Bienvenido Pardillo resulta ineludible apreciar que su mayor ganancia descansa en los recursos humanos y en la estabilidad que ha conseguido en su junta directiva. Tras la aplicación del Decreto 259, pasaron a manos de cooperativistas unas mil 700 hectáreas y, salvo 18 propuestas vigentes para rescindirles la tierra por falta de atención, la mayoría desbrozaron campos enteros de marabú con sus propias manos, pues allí no existe ni un buldócer siquiera.
Aplican la inseminación artificial al 35 % de las vacas incorporadas a la reproducción, un método casi perdido entre el campesinado cubano. Con una fuerza técnica compuesta por inseminadores, un ingeniero industrial, un agrónomo, el veterinario, un fitosanitario y otros 50 técnicos graduados devenidos productores, la cooperativa gana terreno y marca su estrategia de trabajo.
Consagración y oficio
“Yo estoy orgulloso de mi gente; hemos hecho cosas impensables: mantenemos la rentabilidad desde hace 15 años, cerramos el 2014 con todos los parámetros de producción cumplidos (leche, carne bovina, porcina, ovina, caprina y cultivos varios) y a pesar del clima preservamos nuestro fuerte que es la ganadería”, recalcó Obregón Medinilla.
Donde antes había espacios vacíos, ahora se erigen oficinas, un círculo de reuniones, el local de los termos y el taller de maquinaria. Las mejoras sobrepasan el entorno laboral: “Antes yo cocinaba con carbón y ahora tengo un biodigestor que nos suministra el gas para esos menesteres. Es divino porque facilita las tareas del hogar y es muy ahorrativo. Gracias a los proyectos algunos nos beneficiamos también con los molinos de viento”, alegó Julia Fragoso Chaviano, una de las 50 mujeres que integran la brigada FMC-Anap, y es propietaria de tierra y de ganado.
La siembra de comida para la temporada seca, la diversificación, el autoconsumo y la entrega total a la ganadería resultan pautas de trabajo asumidas por los 368 miembros de la CCS Bienvenido Pardillo.
Con la esperanza puesta en iniciativas por venir y la voluntad de emprender caminos a pesar de los obstáculos, estos hombres esculpidos por el trabajo duro continuarán alimentando a sus semejantes. Una labor anónima, pero que no deja de ser proeza; mucho menos cuando se hace en tierra reseca, con la magia que solo confieren la consagración y el oficio.