A estas alturas nadie duda de las potencialidades estéticas y expresivas del videoarte, en última instancia el debate radica en sus fronteras genéricas. Pero no nos regodearemos en ese dilema, no trataremos de establecer estancos y pertenencias férreas. Digamos que el videoarte es un ámbito de diálogos, de tránsito, de convergencias múltiples, de amplísimo espectro estilístico y temático. Quizás la disimilitud de ese abanico desdibuje un tanto su autonomía entre las artes. Quizás sea “arte de artes”.
La ciudad de Camagüey acogió hasta el pasado sábado el VI Festival Internacional de Videoarte (Fivac), una cita que ya parece consolidada en el panorama cultural cubano. Pero este no es un festival al uso. Lo distingue una capacidad de autofinanciación que debería ser ejemplo para otras convocatorias nacionales. O sea, no es que Fivac se realice de espaldas a la institucionalidad de las artes. De hecho, la Dirección Provincial de Cultura lo auspicia. Pero el encuentro es una iniciativa de desarrollo local, que se basa en la autogestión económica. Y de paso, ha sido punto de partida para un empeño mayor: el Circuito para la Exhibición, el Desarrollo y la Investigación de los Nuevos Medios (CEDINM), ente que desde este año organiza el Fivac y aunará a otros proyectos socioculturales.
Una de las mayores concreciones de este Circuito es su flamante sede, en el antiguo cine Encanto. Lo que hace un año atrás era prácticamente una ruina, hoy es un centro funcional y polivalente, que incluye una excelente sala de proyección, bautizada como George Mélies. La autoridades políticas y gubernamentales de Camagüey ofrecieron su apoyo decidido, pero el trabajo mayor fue el del equipo del Fivac.
En este lugar tuvieron lugar las principales actividades de una cita que llegó también a otros espacios culturales de la ciudad y a varios municipios de la provincia.
Más de un centenar de obras en concurso, provenientes de una treintena de países, confirman a Camagüey como la capital cubana del videoarte. La muestra fue diversa: desde piezas de particular lirismo y contundencia plástica, pasando por experimentaciones más o menos inquietantes, hasta creaciones de fuertes implicaciones conceptuales. El ejercicio de curaduría debe haber sido arduo e interesante, teniendo en cuenta la variedad de matices e intenciones. Los organizadores pueden sentirse satisfechos: Fivac tiene por delante muchos retos, pero ha mostrado categóricas credenciales.