Desde Matanzas llega el correo de Mercedes Hernández Cao, cuyo basamento es el tema abordado en esta sección hace varias semanas en el comentario Ruido: Irrespeto y contaminación, relacionado con la nocividad del ruido y las indisciplinas en ese sentido.
Le llama la atención que la prensa publique mucho al respecto y existan leyes y resoluciones que se incumplen de forma reiterada y por tantos años, por ejemplo, su problema data del 2009.
“Desde ese momento estoy reclamando mi derecho y el de mi familia a dormir con tranquilidad y sin afectaciones, lo cual es imposible, porque unos vecinos tienen un corral al costado de la entrada de mi casa, donde cohabitan unas 15 gallinas, varios gallos finos, cuatros o cinco perros y palomas”, describe la lectora.
Esto ocurre, dice, en el mismo centro de Varadero, donde según las autoridades del territorio tenemos regulaciones especiales por ser zona de alta significación para el turismo.
Para colmo de males, la situación afecta, además, su actividad de trabajadora por cuenta propia, el arrendamiento; no sabemos hasta cuándo, ya que tiene reiteradas quejas de los clientes, que le dejan constancia por escrito del motivo de marcharse antes de fecha.
Mercedes no ha quedado de brazos cruzados y expresa que ha informado a diversas instancias en el municipio y hasta presentó demanda de relaciones de vecindad en el año 2011, fallada sin lugar, porque los jueces alegaron que esas condiciones existían hace 17 años.
Ella lo niega y reconoce que hubo alguna mejoría hasta que hace apenas un año se reinició la pesadilla sin vestigio de entendimiento, debido a que la persona emplazada declara “que a su hijo le gustan los gallos finos y demás animales y al que le moleste que se mude”, enfatiza.
Mercedes concluye su carta preguntándose qué hacer y nosotros tomamos como pie forzado la disputa vecinal, para reiterar acerca de un tema en el que abundan las anécdotas y faltan las acciones oficiales para erradicar el mal de raíz, mientras la indisciplina corroe la estabilidad comunal.