Por Alina M. Lotti y Alina Martínez Triay
En nuestras manos, un reportaje ilustrado con la foto de una larga cola ante la embajada norteamericana para visar pasaportes. El título: ¿Por qué muchos cubanos están abandonando su patria? Y lo significativo es que fue publicado en 1955, o sea, hace 60 años, en la revista Carteles. Se trata de una muestra de la enjundiosa obra periodística que en la década de los 50 realizó en esa publicación Oscar Pino Santos (Banes, 1928-La Habana, 2004). En el material el autor ofrece una interesante estadística: entre 1946 y 1954 Estados Unidos otorgó visas de residencia a 35 mil 645 cubanos que dejaron su tierra fundamentalmente por razones económicas.
Comentamos estos datos con Humberto Saínz Cano, profesor e investigador del Centro de Estudios de Migraciones Internacionales de la Universidad de La Habana, quien nos precisó que la relación migratoria entre la potencia del norte y nuestro archipiélago tiene un componente histórico que no se puede obviar.
Mencionó a la oligarquía criolla que en el siglo XIX se fue asentando en la Florida y abrió negocios en Tampa y Cayo Hueso, fundamentalmente fábricas de tabaco entre cuyos obreros realizó José Martí su labor organizativa de la Guerra Necesaria. Muchos patriotas de la contienda de los Diez Años, agregó, emigraron a ese país y después integraron las filas del Partido Revolucionario Cubano.
Además, en la segunda mitad de esa centuria las inversiones estadounidenses en Cuba fueron incrementándose y ello generó un intercambio mayor con la burguesía criolla que mandaba a sus hijos a estudiar a Estados Unidos para que a su regreso se ocuparan de las empresas de sus padres.
Ya en el siglo XX, debido a la represión de las dictaduras de Gerardo Machado y Fulgencio Batista, partieron hacia esa nación muchos cubanos, y algo que se dice poco es el retorno, después de la victoria revolucionaria, de decenas de miles de esos compatriotas. O sea, asegura el investigador, el componente político tuvo también su expresión en la emigración de toda aquella etapa.
A partir de 1959, la política migratoria de Estados Unidos se convirtió en un instrumento importante de su hostilidad hacia la Revolución cubana. ¿Podría hablarnos de ese proceso?
La política migratoria de Estados Unidos hacia Cuba es una reliquia de la Guerra Fría, que tuvo su expresión a nivel internacional y nuestro país no estuvo exento de ello como parte de ese conflicto bilateral que siempre ha tenido con Estados Unidos debido a sus intenciones históricas de apoderarse de nuestro archipiélago. La política de la “fruta madura” y los intentos de compra de Cuba a España fueron un reflejo temprano de este interés.
Dentro de la “lógica” anticomunista, expresión de la Guerra Fría, todos los que emigraban de Cuba se calificaron de “exiliados políticos”. Es hoy esa población envejecida que muchos medios denominan “el viejo exilio”, proveniente de la primera ola migratoria de 1959 a 1962, que en su mayoría tiene una posición contraria a un restablecimiento de relaciones con Estados Unidos, a un entendimiento con Cuba.
Dentro de ese propósito de utilizar la emigración como elemento desestabilizador de la Revolución cubana surgieron primero el Programa de refugiados cubanos y después la famosa Ley de Ajuste, que a partir de la no reversibilidad de nuestro proceso revolucionario se propuso definir el estatus migratorio de los que desde este país llegaron al vecino territorio del norte desde 1959.
Ella ha sido utilizada de manera automática para darle amparo a todo cubano que por diversas vías llega a esa nación. La política migratoria estadounidense, como instrumento de hostilidad contra la Revolución, se combinó con el bloqueo: por una parte este se propuso generar carencias para fomentar la insatisfacción y la Ley de Ajuste, que otorga privilegios a los cubanos en relación con los procedentes de otros países llegados a Estados Unidos, promueve las salidas ilegales, sobre todo a partir de la implementación de la política de pies secos y pies mojados, con todos los riesgos que implica para quienes escogen ese camino.
El conflicto bilateral entre Cuba y Estados Unidos ha desvirtuado un factor común del proceso migratorio cubano con otros en el mundo: el componente económico y familiar.
Una encuesta reciente realizada por la firma Bendixen & Amandi International, difundida por varios medios de prensa del sur de la Florida, reveló que el 58 % de los emigrados residentes en Miami de 50 a 64 años apoya el restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos; igualmente está de acuerdo el 53 % de los jóvenes de 18 a 29, y el 47 % de los comprendidos entre 30 y 49. Según el sondeo, dicha opinión no solo tiene un componente generacional, sino se relaciona con la fecha de llegada de los cubanos a suelo estadounidense, ya que la comparte el 45 % de los que arribaron a ese país después de 1980. ¿Qué opinión le merece este fenómeno?
Ciertamente las últimas encuestas reflejan un incremento del interés de los emigrados cubanos por el restablecimiento de relaciones, por un acercamiento a su país de origen para poder visitar a sus familiares y enviarles remesas. Llama la atención también que un sondeo de Pew Research Center realizado entre el 7 y el 11 de enero de este año, arrojó que el 63 % de los norteamericanos apoya la decisión de Obama de restablecer relaciones con nuestro país.
Ya la emigración ha dejado de tener el carácter marcadamente político de las primeras décadas. Antes de 1980 los sectores más reaccionarios la concebían como base social de la contrarrevolución que actuaba desde territorio norteamericano, pero a partir de esa fecha los emigrados se han ido distanciando de esos elementos, la realidad ha ido cambiando.
Los primeros que se fueron al triunfo de la Revolución, entre los cuales se encontraban los personajes más estrechamente vinculados a la dictadura de Batista y elementos anticomunistas que sintieron temor hacia el movimiento que había tomado el poder en el país, se llevaron a toda su familia y rompieron vínculos con su tierra, pero los llegados a partir de 1980 tienen una percepción distinta, han pasado por un proceso formativo al calor de la Revolución, y su visión, en su mayoría, no es contraria a ella, sino más bien están a favor de un entendimiento y de mantener lazos con Cuba.
Por su parte, el Gobierno cubano está a favor de una relación migratoria dentro de los marcos de la ética: regular, normal, segura y que por supuesto proteja al ciudadano cubano.
En su criterio, ¿qué impacto tendría en la población cubana el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos?
Los estudiantes norteamericanos del Programa Semestre en el Mar u otros universitarios provenientes de esa nación, por mencionar un ejemplo cercano, han tenido con nosotros una relación muy cordial y respetuosa, incluso lo que han visto aquí les ha resultado impactante, porque se les ha caído el velo de que Cuba es una dictadura y un país donde no se respetan los derechos humanos. Hay quienes incluso en las despedidas han llorado y manifestado sus deseos de volver.
En cuanto a las influencias ideológicas que estos vínculos puedan ejercer en nuestra población, pienso que nuestra identidad está bien consolidada, porque el cubano siempre ha sido defensor de su soberanía, de su independencia.
Pienso que esa relación va a ser positiva. El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz ha dicho más de una vez que Cuba no es enemiga del pueblo norteamericano, lo que sucedió es que se paró firme a solo 90 millas de la potencia que siempre consideró que este archipiélago debía estar bajo su dominio.
Personalidades del Gobierno estadounidense han llegado a decir que si se desmonta la infraestructura de subversión contra Cuba sería una victoria del Gobierno cubano y nosotros hemos dicho que no pueden existir relaciones normales si se mantienen programas o se financian grupos destinados a esos fines.
Obama manifestó su interés de emprender el camino hacia la normalización de los vínculos con Cuba, sin embargo no ha dejado de imponer multas millonarias a bancos extranjeros por realizar transacciones con Cuba. El bloqueo sigue en pie.
Considero que se va a producir un cambio real cuando Estados Unidos sea capaz de dejar atrás su arrogancia, su prepotencia, y renuncie a poner condicionamientos, porque de lo contrario, ¿de qué negociaciones estaríamos hablando? Tienen que ser conversaciones de igual a igual y en un clima de respeto mutuo; solo así se podrán lograr avances y en ese empeño hay un largo camino por recorrer.
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