Algunas personas preguntan para qué es necesario un proceso de información del plan económico a los trabajadores cuando este ya está aprobado. Y aunque ciertamente pudiera parecer paradójico, la dinámica de la economía cubana exige una revisión profunda por parte de sus protagonistas, no una única vez, sino en cada etapa de su cumplimiento.
El propósito de crecimiento del PIB en poco más del 4 %, a pesar de las garantías de insumos y financiamientos que se han anunciado al menos para el primer semestre, conlleva una explotación racional de ellos y un esfuerzo superior de los trabajadores para sacarles el máximo de frutos.
Eso lógicamente demanda que cada colectivo —la suma de hombres y mujeres en la ejecución de los procesos productivos— esté bien informado sobre lo que le toca hacer; así como que pueda trazar las estrategias de cómo lograrlo, detectar y revelar alguna incongruencia e incluso señalar obstáculos que hayan surgido posterior a la propuesta del plan.
Es la hora de los trabajadores; de que se expresen como protagonistas de lo que construyen, en tanto saquen las reservas que durante años han estado latentes y son cantera imprescindible para alcanzar eficiencia en la gestión productiva.
El proceso es político, informativo; debe conseguir movilizar a la fuerza laboral, y a sus líderes administrativos y sindicales, en una confluencia de intereses para sacar a flote el plan de cada centro, cuya suma conformaría el cumplimiento del de la nación.
Es preciso que las administraciones sean objetivas, claras y diáfanas en la presentación de las cifras directivas, porque en esa misma medida conseguirán ser entendidas en el universo que abarca desde el obrero menos calificado hasta el científico.
Es la hora también de contar con directivos y economistas de altos quilates, capaces de contribuir con sus conocimientos y la toma de decisiones a sortear las limitaciones impuestas por el bloqueo económico y las ineficiencias que aún lastran la economía cubana.
Significativo es el aporte que pueden hacer los sindicatos. En ello les va eso de si son contrapartida o representantes; de cualquier manera les toca exigir por el cumplimiento de la legislación, la creación de condiciones laborales para la salud y la seguridad de los trabajadores. De lo preparado que estén dependerá la eficacia de su desempeño y el éxito de los resultados.
Las formalidades han de ponerse a un lado, y el escenario donde se desarrollen las asambleas puede ser decisivo en la contribución que hagan los trabajadores. Buscar el lugar adecuado, tratando siempre de que haya asientos, ventilación, agua al alcance de todos, evitará tensiones y creará el clima propicio para un mejor entendimiento de los involucrados en este proceso.
La adecuada realización del plan contempla la conjunción armónica de directivos, dirigentes sindicales y trabajadores en un país donde el trabajo es un derecho y un deber social del ciudadano, y los ingresos que logre de él, la vía para contribuir al desarrollo social y a la satisfacción de sus necesidades. La hondura del debate consignará la trascendencia de esos postulados.
Hay factores objetivos que condicionan esta etapa de discusión de las cifras rectoras de la economía: mayor autonomía de la empresa estatal, reducción de los indicadores directivos, la distribución del pago por la eficiencia a las entidades que cumplan sus compromisos, y la apertura a formas de empleo y de mercado.
A ello se suma la entrada en vigor de un Código de Trabajo renovado y robustecido en sus postulados, y lo oportuno de acabar de aprobar en cada entidad el convenio colectivo de trabajo, que bien pensado y estructurado, convierte su contenido en “ley” para que actúen los llamados factores del centro. Están dadas las condiciones para que esas asambleas pasen de tibio, tibio, a caliente, caliente.